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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Naturaleza >  El Pinar de Valsaín y el posible Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama.  


Foto: David Martín Carreras

Artículo: Julio Vías Alonso.

Todos los historiadores, estudiosos y aficionados que se han ocupado de revolver un poco en la historia del pinar de Valsaín han acabado por apreciar uno de los rasgos que más ha caracterizado el devenir histórico de este gran espacio natural. Sin duda alguna, pocas antiguas propiedades forestales similares a ésta han despertado, dentro de la siempre complicada historia de los cambios patrimoniales en los montes españoles, tantos sentimientos encontrados, incomprensiones y sensibilidades heridas como las que ha causado la historia de este gran bosque de pino silvestre, uno de los más espléndidos de toda Europa. Quien esto escribe no pretende de ningún modo dar lecciones de nada a los segovianos amantes de su tierra y de sus tradiciones que han visto varias veces usurpados por decreto los derechos históricos de Segovia sobre estos montes, pero sintiéndose muy vinculado a estos paisajes y habiendo trabajado durante años en los vecinos pinares de El Paular, tan unidos a la historia de la ciudad, sabe bien de los sentimientos de desconfianza que ha despertado entre las gentes que viven y trabajan en los antiguos pinares de la sierra la posible declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.

La conflictiva historia del pinar de Valsaín, como la de tantas otras posesiones pertenecientes antaño a la Ciudad y Tierra de Segovia, tiene mucho que ver en estos sentimientos. Los segovianos han tenido que acostumbrarse a lo largo del tiempo a ver cómo los destinos de este inmenso bosque de pinos se decidían de un plumazo desde Madrid, sin contar con unos derechos históricos que enraízan en los tiempos de la repoblación cristiana de la ciudad. Este ya antiguo sentimiento de recelo hacia todo lo que parezca venir impuesto desde fuera tiene su explicación en la secular reivindicación de Segovia sobre la más emblemática de sus antiguas posesiones, que se mantiene viva desde su expropiación forzosa por parte de Carlos III y su paso posterior al patrimonio del Estado durante la Segunda República. No es nada extraño, pues, esta desconfianza ante el proyecto de declaración de un gran espacio protegido que, de incluir al pinar, traería consigo la prohibición expresa de extracción y saca de maderas del monte, el aprovechamiento tradicional que sus habitantes vienen practicando desde hace siglos.

Estas cuestiones no son nuevas. La disyuntiva “conservación versus explotación” se viene planteando en el pinar desde hace más de cien años. En 1883, Joaquín María de Castellarnau, ingeniero de montes, miembro de la Comisión para el Servicio del Pinar de Valsaín y uno de los más destacados precursores del conservacionismo en España, dimitía de su cargo por discrepancias con lo que él entendía como una sobre-explotación del pinar. Su avanzada concepción no utilitaria de la naturaleza y su vocación de naturalista, que sobrepasaba con creces a la de ingeniero, le hicieron comprender antes que nadie la enorme potencialidad de los valores naturales y paisajísticos que encierra este gran espacio natural, situándolos ya entonces por encima de cualquier consideración de tipo productivo. Esta moderna filosofía de Castellarnau, pionera entonces en España, se traduce hoy en esa idea universalmente aceptada en términos económicos que sostiene que el valor productivo de un árbol en pie puede superar con creces al de su madera cortada.

Otra visión del problema es, naturalmente, la de los habitantes del monte que se niegan a renunciar a su explotación, visión que no puede juzgarse desde perspectivas simplistas basadas en la creencia de que se apoya exclusivamente en criterios productivos y económicos, pues tiene también sobrados argumentos de índole cultural entre los cuales están la supervivencia de un modo de vida practicado durante siglos y el merecido reconocimiento de un marchamo de denominación de origen para el producto del multisecular aprovechamiento maderero del pinar: el sello oficial “Maderas Valsaín” que acredita su calidad como una de las más reconocidas históricamente de toda España.

No vamos a juzgar aquí el hecho, en cierta medida contradictorio, de que, según la interpretación estricta del Plan Director de la Red de Parques Nacionales, debamos considerar como explotación extractiva y no como aprovechamiento tradicional el uso sostenible de estos bosques que tanto ha contribuido a conformar su paisaje, uno de los más emblemáticos del espacio físico que hoy se proyecta declarar como parque nacional, entre otras razones por sus valores paisajísticos. La ley así lo estipula de forma clara y seguramente con sobrados fundamentos, pero la consecuente oposición de amplios sectores de opinión en Segovia a la inclusión del Pinar de Valsaín dentro de los límites del posible parque sí nos conduce inevitablemente a otras reflexiones.

En primer lugar, el proceso de declaración de un parque nacional es algo necesariamente lento y complicado, ya que para que éste sea comprendido y aceptado socialmente hay que evitar tensiones que lo harían inviable y sumar poco a poco voluntades para articular el espacio con una zonificación que satisfaga las necesidades actuales de las gentes que lo habitan. Nada puede, pues, venir impuesto desde ninguna de las administraciones implicadas en el proceso, que han manifestado incluso su disposición a torcer las líneas de delimitación del parque si esto fuera necesario para hacer viable la permanencia de determinados aprovechamientos históricos. Para tal caso existen otras figuras de protección bajo las cuales podría incluirse al pinar de Valsaín como alternativa y complemento al parque nacional limítrofe. Con alguna de ellas quedarían garantizadas de forma efectiva tanto la protección de sus incomparables valores naturales como la continuidad de los aprovechamientos tradicionales, pero ¿sería a largo plazo esta opción la mejor para el pinar y para las gentes que viven de él? La pregunta no es gratuita, pues un parque nacional trae consigo consecuencias de la máxima importancia de las cuales quizá la más significativa sea el hecho de que el objetivo de su conservación se considere como de interés general de la nación, algo que trasciende mucho a lo estrictamente local o regional por la existencia de valores especialmente simbólicos para la historia, la cultura y el patrimonio natural de nuestro país. Se trata, pues, de otorgar recientemente el catedrático de Geografía Física Eduardo Martínez de Pisón, y en este sentido, en lo que respecta a los sobresalientes valores simbólicos y culturales que encierra este gran espacionatural, surge la pregunta de cómo se podrá justificar en términos de imagen la exclusión del pinar de Valsaín del posible Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, cuando este gran bosque, como parte consustancial del espacio físico que se proyecta proteger, tanto ha significado no sólo en la historia de España, sino también en el desarrollo histórico de las Ciencias Naturales y en la consecuente formación de una conciencia ambiental en nuestro país.

Otra cuestión no menos importante es la económica. Los parques nacionales traen consigo un pan debajo del brazo en forma de cuantiosas ayudas y subvenciones procedentes de los Presupuestos Generales del Estado y de los fondos de la Unión Europea, que redundan tanto en la conservación de los valores naturales del espacio protegido como en la calidad de vida de los habitantes de las poblaciones de las áreas de influencia. Por desgracia no parece haber soluciones salomónicas ni de compromiso para este problema: o se está en el parque con todas las de la ley, o se está fuera con la consiguiente y más que posible pérdida de oportunidades tanto económicas como de imagen y proyección internacional.

Sin embargo, sea cual sea la solución que se dé a los viejos pinares de la sierra, el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama no podrá traer más que beneficios para su conservación y para los pueblos y las gentes de su entorno inmediato. La suerte del pinar de Valsaín, como la de otros grandes pinares cercanos, está aún pendiente de los planes de ordenación de los recursos naturales que elaboran las administraciones regionales responsables, la castellano-leonesa y la madrileña. La Junta de Castilla y León debe agilizar estos trabajos para evitar, como está ocurriendo, que transcurran a dos velocidades diferentes en cada vertiente de la sierra, lo que aumenta la incertidumbre entre todos los que nos preocupamos por el futuro del más emblemático de los bosques españoles. En cualquier caso, una vez elaborado el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de la Sierra de Guadarrama y cualquiera que sea la decisión que se tome con respecto a los antiguos pinares, deberemos aguardar con paciencia a que las circunstancias y las posiciones maduren y contentarnos por ahora con saber que el gran pinar de Valsaín siempre tendrá un sitio aguardándole en uno de los parques nacionales más largamente esperados de la historia del conservacionismo en España.

Julio Vías Alonso.
De "Castellarnau" Sociedad de Amigos
de Valsaín, La Granja y su entorno.


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