Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Naturaleza > Las cortas del pinar (Juan Gabriel Pérez)  


Foto: Miguel Ángel Abad

Todos alguna vez, paseando por el pinar, hemos visto un montón de pinos cortados, grandes máquinas pasando por caminos, a veces embarrados, o hacinas de ramas a los pies de los cargaderos…, y es fácil que nos hayamos preguntado por qué cortar los pinos o por qué cortar tantos o por qué cortar aquí y no allí… Pues bien, esto se debe a los principios de la Selvicultura.

La selvicultura es a los bosques lo que la agricultura a los campos de cultivo, solo que en los primeros la cosecha no se siembra y recoge como en los segundos. Es un poco diferente y eso es lo que vamos a tratar de mostrar a continuación.

En nuestro pinar, ejemplo de gestión y calidad prácticamente desde que las ciencias forestales llegaran a España procedentes de Alemania en el siglo XVIII, el método de cortas que se sigue en Valsain es el denominado Aclareo sucesivo por bosquetes. Esta teoría pretende imitar la naturaleza abriendo huecos en la masa como lo haría un incendio, una gran nevada o la mortandad natural, y así facilitar la germinación de los piñones.

La buena “cosecha” de una unidad de gestión, llamada rodal, se recoge cada 120 años, donde se extraen los pinos de mayor diámetro. Esta “cosecha” es precedida de otras menores, cada 20 años aproximadamente de árboles de inferior tamaño. Se hace así y no de otra manera más sencilla como cabría esperar, pues el objetivo principal que se persigue no es la obtención del preciado fruto, en nuestro caso la madera, sino asegurar la permanencia del bosque, acompañado siempre de un buen estado de salud del mismo.

Este objetivo se consigue con los tratamientos selvícolas, tratamientos que en la mayoría de los casos no son otros que las cortas. Cortas y no talas, pues estas últimas se hacen sin criterio y con el único fin de obtener un bien, sin considerar que pasará después. Por el contrario, las cortas pretenden ayudar al bosque en su regeneración, y ya de paso, y por qué no decirlo, obtener un rendimiento. Es lo que hoy conocemos como gestión sostenible.

Foto: Cristina Cabrejas

En función del tamaño y número de pies por hectárea, así serán de intensos estos tratamientos. Cortando los pinos más viejos —y por tanto más susceptibles a plagas y enfermedades—, conseguimos abrir huecos en la masa que hagan llegar los rayos del sol hasta los piñones que se encuentran en el suelo, facilitando su germinación, para dar origen a una nueva generación de pinos; lo que en términos forestales se denomina regeneración natural.

Pero claro, es tal el número de árboles nuevos que aparecen que no hay espacio para todos, de ahí que haya que sacrificar algunos: los de peor porte, los dominados, puntisecos etc., para que los mejores lleguen a ser la nueva generación, y es así como poco a poco, cortando lo que el pinar demanda y no la sociedad, vamos renovando el bosque.

De este modo, se pretende disponer de un bosque adulto, sano y fuerte, que como ya hemos dicho, aguantará mejor ante posibles plagas o enfermedades. Y es así, con estos trabajos llevados a cabo desde hace tiempo por nuestros antepasados, por lo que hoy podemos disfrutar de este pinar, y esperemos lo puedan seguir haciendo las generaciones venideras.

No obstante, no todo es tan ideal, y hasta aquí sólo hemos hablado de la teoría, otra cosa bien distinta es llevarlo a la práctica.

Nuestros añorados gabarreros y trabajadores del pinar, antiguamente hacían uso de las herramientas y aperos de la época. Para llevar a cabo estos tratamientos, se servían de hachas, caballos, carros tirados por bueyes, etc. Pero la tecnología alcanza todos los ámbitos que podamos imaginar, y aquí también llegó para quedarse, sustituyendo el hacha por el motosierro y los bueyes por los tractores.

Foto: Pepe Fraile

Los trabajadores forestales de hoy en día, herederos de la filosofía y principios de la gabarrería, siguen cuidando hoy de nuestros bosques como lo harían nuestros antepasados, realizando su tarea con mimo, dedicación y entusiasmo, pero no por ello dejando de sufrir las inclemencias del tiempo y demás calamidades que trabajar en el monte conlleva. Bastante duro es ya de por sí su trabajo como para encima negarles los avances de los que hoy disponemos.

Así que cuando demos un paseo y veamos una zona donde se está trabajando, acordémonos de que la están cuidando para nosotros. Cuando veamos un arrastradero lleno de barro, pensemos que ese barro será la mejor cama donde pueden germinar los piñones diseminados por los árboles más viejos, los llamados pinos padres. Si no lo creéis, no hay más que ver algunos antiguos arrastraderos, que ahora se reconocen por la ingente cantidad de pimpollos que los pueblan.

Sin embargo, otros caminos y arrastraderos seguirán siendo utilizados para otras cortas en rodales contiguos, y siempre formando parte de la extensa red de vías de las que dispone el pinar, y que permiten llevar a cabo estos y otros trabajos, como pueda ser dar acceso en caso de incendios. Y quien más y quien menos, también los aprovechamos para nuestro recreo, dando un paseo, ya sea andando, corriendo o en bici.

Disfrutemos y respetemos entre todos de nuestro pinar, seña de identidad de este pueblo, y respetemos también el trabajo de quienes lo cuidan para nosotros.

Juan Gabriel Pérez.


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