Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Anécdotas y Curiosidades > Verano de 1946. Un año en mi pueblo (Pedro Merino García).  


Comida de juventud

Durante el mes de junio (1946) empezó a llegar gente de Madrid a buscar casa para alquilar y pasar el verano. En julio se llenaba el pueblo de veraneantes. Los chavales se divertían haciendo todo tipo de trastadas, y a veces tenían alguna trifulca con los madrileños.

José Mari decía que no había que pegarse con los madrileños porque gastaban mucho dinero en la tienda de su padre, y que gracias a ellos vivían un poco mejor en el pueblo. Pero no todos pensaban lo mismo. Antonio decía que a él le daba lo mismo que vinieran o no, porque su madre no alquilaba la casa y vivían igual: “Y casi prefiero que no vengan, porque lo único que hacen es ensuciar el río. Además, las chicas de aquí no nos hacen caso en todo el verano”.

—Eso sí que es verdad —dijo el Rata—, pero de eso la culpa la tenemos nosotros, porque luego en invierno habría que decirles que se fueran con los señoritos.

—¡Claro que sí! —contestó otro.

El Triste propuso hacerse amigos de los señoritos, cosa que casi ninguno aceptó, pero Marcelo intervino:

—Hombre, algunos son buenos. Está el Chispa, su primo Lenteja y algunos más que son buena gente, y llevan muchos años viniendo aquí a veranear. Así que si queréis les decimos que si quieren pueden venir con nosotros.

—Sí, pero a ver quién se lo dice.

Yo mismo —dijo el Triste—. A mí no me da vergüenza hablar con ellos, porque yo creo que es bueno tener amigos, aunque sea en el Infierno, y seguramente aprendamos algo de ellos. Según dice mi madre, no hacen más que estudiar y son muy listos; y así las chicas de Madrid se vendrán con nosotros, porque no me negaréis que algunas están muy bien.

—Pero a lo mejor ellos no quieren —replicó Antonio.

Foto: Lucio de Miguel

Pero no fue así. El Triste habló con el Chispa y a este le pareció bien que entre las gentes hubiera amistad. Y también dijo que deberían de admitir a su hermano Mario, su primo Lenteja, Moni, Chitín y algunos más. Así se hizo. Desde entonces la pandilla de Marcelo aumentó en gran número de miembros, y además empezó a ser mixta porque se juntaban chicos y chicas, sobre todo en verano.

Los del pueblo aprendieron mucho de los señoritos, pero los señoritos también aprendieron muchas cosas positivas de la pandilla, principalmente las chicas. Nunca habían visto nacer a un ternero ni a una cabritilla, por ejemplo. Y cuando iba a parir una vaca, una cabra u otro animal, se le decía al Chispa que se encargara de avisar a los demás, y aquello les causaba una gran impresión, en especial a las chicas de Madrid.

Durante el verano, los mozos mayores también se divertían más, porque casi todas las familias de veraneantes llevaban una chica de servicio; una “marmota”, que era como entonces se llamaba a estas chicas.

Los mozos esperaban en la fuente, porque no había agua corriente en las casas y estas chicas tenían que ir con cántaros a la fuente a por ella. Y allí empezaba la amistad. Cuando un mozo conseguía llevarla el cántaro hasta la puerta de su casa se decía: “Este ya lo lleva bien”. En varias ocasiones algunas de estas chicas de servicio llegaron a casarse con algún mozo del pueblo.

Pradera de Valsaín

Y así pasaban los meses de julio y agosto. En septiembre volvía un poco la normalidad al pueblo.

La pandilla de Marcelo se quedó un poco triste, pues ese verano lo habían pasado muy bien con los señoritos. Pepe el Triste llegó a decir: “A mí lo que más me fastidia es que se haya ido Rosa Mari, porque era la más maja de todas. Pero a lo mejor este inverno voy a Madrid con mi madre y me la encuentro y puedo hablar con ella. Aunque dice mi madre que será muy difícil verla porque Madrid es muy grande. Pero quién sabe”.

Cuando el Triste fue a Madrid ese invierno, no vio a Rosa Mari, ni a ningún otro amigo, y a su regreso al pueblo vino más triste aún que lo que era. Todos enseguida fueron a preguntarle:

—¿Qué has visto?

—Nada —contestó—. Como decía mi madre, Madrid es lo más grande del mundo y no he visto a nadie conocido. Ni a Rosa Mari, ni al Chispa, ni al Lenteja, ni a ninguno de la pandilla.

—Eso de que Madrid es lo más grande del mundo, nada —insistió el Rata—. Lo más grande es África, que está llena de moros. Habrá más de cinco mil, así que, de momento, nosotros a lo nuestro, que ya vendrá el verano y veremos a Rosa Mari y a todos los demás.

Chozos de la Pradera

Pedro Merino García.


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