Rufino López. Uno de los tres hermanos que realizaron el artesonado de la iglesia.

…Y entonces un martillo vino volando para crear artesonado de iglesia. Alguien presto, lo atrapó y movió, y con otras ayudas como clavos, formones, berbiquíes, serruchos, cepillos… ¡yo que sé!, se construyó el artesonado, el maderamen y todo complemento de la iglesia de Valsaín.

¡Ah! Sin embargo fueron personas, los protagonistas: mis tíos y mi padre –en aquel entonces, venido dos años antes de su “mili” en Canarias, con veintiséis años aproximadamente.

Mi padre, Rufino López Martín, y mis tíos Mariano y Pepe; hijos eran de mi abuelo Esteban y mi abuela Josefa, propietarios de la tienda de ultramarinos, sita en La Pradera de Navalhorno. Detrás, en un cobertizo se ubicaba el taller, de donde salieron todas las iniciativas.

No se sabe si brillaban más los clavos al sol, o las pupilas de sus dueños ante su trabajo bien hecho. Es posible imaginar que trasegarían algún que otro porrón, al final de la jornada, según tendencia de la época.

Iglesia y artesonado.

El cura párroco era don Andrés, y la empresa contratante “Construcciones Heras”, siendo Francisco Adrados y Vicente González sus representantes. El guarda de la obra fue el Sr. Ayuso.

El trabajo corría prisa, al decir de mi tío Pepe en fechas recientes. Y enviaron de Madrid dos operarios para ayudar a montar todo.

Finalmente el arquitecto, de nombre Francisco Alonso Martos, supervisaría toda lo obra.

Transcurría el año 1949, igualmente con recordación incierta.

Recalando en la memoria, la primera boda celebrada, después de finalizarse el artesonado, fue la de mi tía María España, con a la sazón su novio Julio Gonzálvez, médico del pueblo, el día doce de octubre

Así se hizo el artesonado sobre un entramado de madera, además de puertas, balaustres, entarimado del suelo, confesionarios, y en definitiva todo lo correspondiente al mundo de la madera y su artesanía exigida, por ejemplo, en forma de cuarterones, torneados o habilidades múltiples requeridas por el oficio y el apuramiento de los detalles.

Su quehacer y la pátina del tiempo han dejado su huella. Son testigos valiosos para nuestra sensibilidad, que siente clara su presencia latente.

Artesonado.