Voy a contaros un poco fatigas de carreteros,
que se subían para arriba y dormían en el suelo.

Yo, siendo un chaval pequeño,
me subieron para arriba para cuidar de los pucheros,
pasé penas y fatigas, pero de comer no me faltó.
Os diré, la comida todos los días igual,
por la mañana sopas de ajo y torrezno;
a mediodía el cocido,
que algún día se me pegaba por ponerme yo a jugar;
y por la noche patatas guisadas y, a acostar.

Estaban a por la rastra en el cuartel de “Maravillas”,
y se me quemó la cubierta de la “casa de la Pesca”.
Como me encontraba solo, me puse a sacar las ropas,
y estando sacando todo, pasó Santos Quintín,
que me ayudó a salvar las ropas y los serones,
y no se nos quemó nada.

Ya bajan los carreteros de arrastrar toda la semana,
vienen con los carros cargados para abastecer la fábrica.
Bajan con sus dos muy buenas galgas, para frenar bien las ruedas;
pasan fríos y calores estando fuera de casa
para ganar la semana, que entonces así pagaban.

Que sirva como homenaje a todos los carreteros
con los que estuve trabajando,
y a todos aquellos que yo no conocí,
todos ellos de mi pueblo,
del pueblo de Valsaín.