Crónicas gabarreras: Inicio > La Escuela >Y en veano ¿qué? (Julia García Trilla). |
Creo que fue hace un par de años, cuando mi hermano me envió unas fotos de la boda a la que había ido el día anterior. Entre las fotos había una de grupo. Un grupo muy numeroso y del que todas las caras me eran conocidas. Más que conocidas, me resultaban familiares. Muchos de ellos habían compartido sus vidas desde los 3 años, y ese día, más de 20 años después, seguían haciéndolo.
Fue esa foto la que reenvié al grupo de mis amigas con el título “Campamento urbano de Valsaín al completo”, y es que, unos 15 años antes, fueron los participantes de lo que ahora parece un imprescindible en cualquier ciudad o pueblo, una alternativa de ocio durante las mañanas de verano.
Por aquel entonces, años 2002 y 2003, estaba activa la Asociación Juvenil “Los tres Robles”, y algunas de las personas que estábamos dentro buscamos la colaboración desinteresada de nuestras amigas y conocidos para desarrollar esta actividad. Algunos de monitores vivíamos aquí o bien pasábamos el verano en casa de las abuelas, y otros estaban relacionados con el mundo de la educación y simplemente se pusieron a nuestro servicio porque creían en el proyecto.
Tras ponernos en contacto con el Ayuntamiento y recibir el visto bueno al proyecto y a la cesión de instalaciones, convocamos la reunión con padres y madres. Inicialmente teníamos la duda de que no hubiese muchos interesados, pero fue una grata sorpresa comprobar la respuesta, una vez más, de la gente del pueblo. De esta manera, comenzó la aventura durante dos semanas de verano.
De sobra está decir lo privilegiados
que somos al poder disfrutar este entorno
natural y cultural. Por eso, nuestro
objetivo primordial fue hacer partícipes
a los chavales de esta riqueza.
Nuestros puntos de referencia fueron:
el colegio, en el año 2002, y las
aulas de La Casa del Maestro durante
el verano de 2003. Allí llevábamos
a cabo algunas de las actividades,
pero como ya he dicho antes,
mayoritariamente pasábamos
el tiempo fuera.
Hicimos cosas de lo más variopintas. No faltaron los juegos y talleres de manualidades. Aún hoy mis padres tienen un marco de fotos hecho con macarrones en el salón. Por supuesto, algunas de las mañanas las pasábamos en el río para darnos el oportuno bañito, y otras hacíamos excursiones a parajes cercanos, como la Boca del Asno o la Cueva del Monje.
Dos veces por semana realizábamos
salidas fuera del pueblo, ya
fuese para ir a la piscina o para conocer
distintos lugares, como el palacio
de La Granja y sus jardines, el
Alcázar y la Catedral de Segovia, la
Fuencisla, el Parque de Bomberos…;
hasta viajamos en tren al entorno
de Las Paneras en el Espinar. Estas
salidas fueron todo un acierto porque
para muchos de los participantes
era la primera vez que las experimentaban.
Una de las monitoras
voluntarias aún recuerda las caras
de emoción cuando el tren comenzó
a moverse.
Dentro del pueblo hicimos otras cosas, como por ejemplo visitamos el CENEAM, montamos a caballo, e incluso una de las mañanas la dedicamos a pasear en carro tirado por burro, que muy amablemente nos prestó el “señor Paco” (Pedro Montes).
Uno de los días que recuerdo con
más nitidez fue el último. Por la
mañana estuvimos montando en
canoa en el pantano. Por la tarde se
nos unieron padres, madres y demás
familia para celebrar juntos el
fin del campamento. Mientras que
algunos padres se dedicaban a prepararnos
la merienda, cuando aún
se podía, en las parrillas de Robledo,
al resto los chicos y chicas del campamento
nos prepararon una serie
de juegos de toda la vida. Fue muy
divertido ver participar en estos juegos,
que tradicionalmente pertenecen
a los niños, a todos los que quisieron.
No se me hubiese ocurrido
un fin de fiesta mejor que este.
Yo no estudié en este colegio, pero
siempre he pensado que poder trabajar
en grupos tan reducidos marca
para siempre; haces piña, como
bien dice el eslogan de la actual Comunidad
de Aprendizaje. Me gusta
pensar que, con la celebración de
estos campamentos urbanos, fortalecimos
las relaciones de los que
en ellos participaron, y sobre todo,
alegramos sus veranos llenándoles
de novedosas y divertidas experiencias.
Para mí, fue todo un placer.
Julia García Trilla.