Crónicas Gabarreras 19
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Foto: Evelio España

Tomás España Blanco y Valentina Bermejo Heredero (*) llegaron a Valsaín un mes de febrero de 1941 procedentes de Turégano. Venían acompañados de, hasta entonces, sus nueve hijos (posteriormente nacería Techa, ya en Valsaín, completando el número total de diez hijos que tuvieron).

Una vez instalados, Tomás España pasaría a ser conocido y recordado como Don Tomás. Valsaín ya tenía nuevo maestro.

Se acomodaron en una casa de la actual calle Comandante Carmona. En ella vivieron, hasta que dicha casa fue adquirida por la Sra. María Trilla. Tuvieron la necesidad de buscar un nuevo domicilio y lo encontraron en la que actualmente se conoce como la casa de los maestros, en la carretera de Robledo, propiedad entonces de la familia Heras (más tarde sería adquirida por el Ayuntamiento para destinarla a viviendas permanentes para los maestros de Valsaín).

A su llegada, Tomás España se encuentra un pueblo asolado y desolado. Un pueblo sin escuela. La que, unos años antes de la guerra, fuera inaugurada por La República con la ilusión y esperanza de que por fin la enseñanza llegara al pueblo, a sus capas sociales más bajas, había sido destruida por la maldita guerra.

Por tal motivo, la escuela estaba ubicada provisionalmente en la calle Comandante Carmona, en la que toda la gente de Valsaín conoce como la “casa de los Cabezotas”; dicho con cariño y con todo respeto. Dicha casa constaba de dos plantas; en la baja se ubicaban los chicos, y en la alta, las chicas. De su enseñanza se ocupaban dos personas. De los chicos, un maestro: Don Tomás; de las chicas, una maestra: Doña Dolores. Don Tomás llegó a tener noventa y un chicos matriculados en la escuela.

Foto: Evelio España

Es necesario hacer un inciso, para recordar las grandes penurias que padecían la práctica totalidad de las gentes de Valsaín recién terminada la Guerra Civil, con una España destruida y desabastecida. La España de las cartillas de racionamiento, la España de la miseria y el hambre; también, la España de la represión. En aquel contexto y en aquel ambiente, tuvo D. Tomás que ejercer su profesión, con mano firme unas veces y tirando de mano izquierda otras, las más. No había empleo estable, y el poco que había estaba tan mal pagado que los sueldos se tildaban de “sueldos de miseria”. De hecho, con un solo sueldo, la gente –literalmente– se moría de hambre. Era ese uno de los motivos por los que todos los miembros de la unidad familiar debían aunar esfuerzos para paliar tan dura situación.

De esa forma y por este motivo, todos los días D. Tomás no podía contar con la totalidad de sus alumnos en su escuela. Para paliar en parte este déficit educativo, y al mismo tiempo sacarse un sobresueldo (el dicho “pasas más hambre que un maestro de escuela” era literalmente cierto), se vio obligado a dar clases particulares extraescolares. En esta tarea contó con la ayuda de algunas de sus hijas, siendo las más habituales, Amelia y Alicia. Y… como una curiosidad más, se cobraban siete pesetas por alumno y mes.

Esta provisionalidad y precariedad se alargó prácticamente tres cursos, hasta que, por fin, para el curso 1944/45 es “reinaugurada” de nuevo la escuela destruida durante la guerra.

Foto: Evelio España

Tal evento corre a cargo del entonces Comandante Militar de la zona, Enrique Gazapo Valdés. Como muestra de generosidad, abre una cartilla de ahorro a cada alumno con una imposición inicial de una peseta (según me cuenta mi buen amigo Pedro Merino).

Actualmente, las condiciones laborales de los maestros, así como la situación de la enseñanza para las nuevas generaciones de alumnos, han variado de forma ostensible. Las nuevas escuelas, inauguradas al inicio de los años 70, han ofrecido un marco perfecto. El nuevo proyecto de Comunidad de Aprendizaje ha conseguido que el colegio de Valsaín se convierta en uno de los más prestigiosos y reconocidos (por premiados) de España. Don Tomás, mi abuelo; falleció un seis de junio de 1957. Un cáncer de esófago fue el causante de una muerte rápida y sorpresiva. Yo tenía entonces dos años y no lo recuerdo; pero el reconocimiento, admiración, respeto y cariño que me ha transmitido tanta y tanta gente de Valsaín, los que un día fueron sus alumnos a lo largo de los dieciséis años que ejerció como maestro, hace que me sienta orgulloso de llevar su apellido. Y aún más si cabe, al constatar que hubo de ejercer tan digna profesión en los años más duros de nuestra historia reciente, de la historia de Valsaín.

De esa historia, de la cual formas parte para siempre. Un abrazo abuelo. ¡Nos vemos!

Foto: Meli del Pozo

(*) Valentina Bermejo, hubo de trasladarse a Segovia tras la muerte de su marido. Falleció en 2006 a los ciento tres años de edad.

Evelio España.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com