Mi alma se rebela como la de mis antepasados
¿Cómo va a ser así, si siempre en tus aguas nos hemos bañado?
Si sobre tus piedras hemos aprendido a saltar,
si tus aguas nos han bautizado.

La luna iluminaba nuestras manos cuando buscábamos estrellas fugaces.
Truchas prohibidas que sembraban cada rincón de tu lecho.
Explosión de vida fluyendo por praderas marchitas,
venas de montes sagrados.

Veo en mis hijos el fruto de tus veranos,
el amor por una tierra que se puede palpar con las manos.
Que no es un cuadro, ni un libro,
ni lujo de cortesanos.

Es cierto que ya no hay estrellas fugaces,
que ahora hay cangrejo americano.
Que tus aguas no dan abasto,
que tus pozas se han secado.

Los veraneantes de Valsaín a verte venían cada año.
Se alojaban en las casas del pueblo,
¡Tanta hambre se ha pasado!
Entre familias, amistades verdaderas tus aguas han sellado.
¿Qué ha pasado desde entonces para que tanto te hayamos dañado?

Si por quererte te hemos herido
¡Oh, Eresma, lo lamentamos!
Si este amor ahora es prohibido,
más si acaso te anhelamos.

Mis hijos corren hacia tu orilla.
Te miran como a un milagro.
Ahora ni tocarte pueden,
su dolor es hoy mi llanto.

Ojalá vuelvan las truchas,
y los pájaros a inundar tus campos.
Que los mirlos y las nutrias jueguen en tus saltos,
y que las risas de los niños no se pierdan en verano.

Ojalá, mis hijos lo vean.

Ojalá no seas un recuerdo de anciano.

Raquel Casas Nogales.