Crónicas Gabarreras 13
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Retrato realizado por Manuel Ortega Pérez Monforte.

Quizá ya nadie recuerde la triste figura de un hombre que durante años paseaba por la Pradera o por el pueblo de Valsaín, casi siempre con una gorra blanca y con movimientos de muñeco roto, esos movimientos que imprime en sus víctimas la medicación psicotrópica. Si alguien se hubiera podido acercar a sus ojos hubiera visto brillar la chispa de la inteligencia, la osadía de una mirada distinta y el sufrimiento de quien es capaz de ver y sentir cosas que al común de los mortales se nos escapan. Por si ha salido ya de la memoria colectiva del pueblo, quiero hablar un poco de él, deciros quién fue.

El objetivo de este artículo no es otro que recuperar del olvido los trabajos y los días de JOSÉ MARÍA CABEZALÍ BASTIÁN (La Granja de San Ildefonso 1923 - Madrid 2005), niño durante la Guerra Civil, catedrático de literatura en Toledo, lector en Hamburgo, ateneísta, poeta y principalmente loco eximio. Le tocó vivir una época oscura, una niñez en el Madrid terrible, heroico y pobre de la guerra y una escapada a Barcelona con su madre para huir de las bombas, ciudad en la que ella murió. Durante su adolescencia, su padre y sus dos hermanos mayores permanecieron en la cárcel sometidos a diversos procedimientos por auxilio a la rebelión, mientras que, en el exterior, aterrada gente común aún era capaz de dirigir escritos a sus verdugos solicitándoles clemencia y poniendo en valor las virtudes cívicas de aquellos presos. Así se podrá comprender su posterior historia porque, como dijo el poeta, ¿cómo pueden crecer los arbolillos bajo toda la nieve del invierno?

A pesar de eso, ya en 1946 y con 23 años formaba parte en el Ateneo de Madrid de una tertulia ávida de libros, necesitada de calor, donde se discutía durante horas y de la que formaron parte, entre otros, intelectuales de la talla de Buero Vallejo, Lauro Olmo, José Antonio Novais o el asombroso dibujante Enrique Núñez Castelo, que moriría de hambre en París años después. Otro de esos tertulianos que sobrevivían a duras penas en un Madrid pobretón y acosado por la gazuza, el chivateo o el temor al aire –según sus propias palabras– fue Ramón de Garciasol, quien dijo de José María Cabezalí lo siguiente: “Hoy está en un establecimiento psiquiátrico, porque se pagan los excesos de la inteligencia; gran pérdida para la ciencia española, destruido por la Guerra Civil y sus terribles dramas anónimos”.

José María se encuentra en un mundo sin ley cuyo orden no se sostiene y a él le incumbe la tarea de reconstruirlo. Ese mundo nuevo fue el Toledo de las tres culturas, donde daba clase, y donde su mente le llevó a verse reflejado en el transcurrir de la aguas del Tajo:

¡Qué sensación de río
cruza mi cuerpo
lisa la superficie
y turbio el viento!

Valsaín siempre estuvo presente en su corazón y en su mente creadora. Hizo la milicia en el campamento de Robledo y en su inédito libro de poemas “Paisaje distinto” nos ofrece uno sobre nuestro pueblo, sobre el Valsaín de la posguerra, que reproducimos a continuación como un pequeño homenaje a su sencilla obra nunca publicada y apenas conocida por quienes tuvimos el honor de contarnos entre sus familiares directos.

Familia Cabezalí.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com