Crónicas Gabarreras 13
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Foto: Cipriano de Benito

Río arriba, a poco más de un kilómetro de distancia del núcleo urbano de Valsaín, se encuentra un puente de singulares características, que toma por nombre el de “los Canales”. Sus peculiaridades le otorgan una especial significación entre un variopinto número de puentes que, por estos lares, salpican el curso del Eresma: “puente de las Pasaderas”, engullido por el actual pantano de Vado de la Reina”; “puente del Anzolero”, ubicado en una de las zonas mejor conservadas de las Pesquerías Reales; “puente de Valsaín”, ligado al palacio, reformado a finales del siglo XVIII y nexo de unión entre los barrios de Valsaín y La Pradera; el robusto “puente de Navalacarreta”, el malogrado “puente de la Boca del Asno”, arrastrado por una crecida y sustituido por otro de menor entidad; el famoso “puente de la Cantina”, elegido por Hemingway para su novela “Por quién doblan las campanas”…; son algunos de los ejemplos más relevantes.

Foto: Milagros López

Considera la tradición popular, de forma errónea, que la autoría de la construcción se sitúa en la época romana. Tal equívoco proviene del parecido que acredita, tanto en su función esencial como en los materiales usados, con el magnífico Acueducto de Segovia, y por su relativa cercanía con la Calzada Romana que atraviesa el pinar. En realidad, su procedencia se remonta al reinado de Carlos I, tal y como se deduce del águila con dos cabezas esculpida en la dovela central de su arco de medio punto. Nueve metros de diámetro alcanza esta bóveda, que salva el cauce del Eresma. Sobre ella, se prolongan veintisiete columnas de diferentes medidas, construidas con sillares de piedra berroqueña; la primera de ellas, aparte de su escasa altura, aloja el caño de una fuente que también recibe el nombre de “los Canales”.

Foto: Jesús Cobos

Resulta curioso que este puente tome por género el plural cuando solo hay un canal en su coronación. En este sentido podemos concluir que, llegado a la finca del Parque, el caz principal se ramificaba para abastecer de agua a las fuentes y estanques que se dispersaban por este predio, y por supuesto, como suministro principal del palacio de Valsaín. En el pasado, esta conducción mantenía su utilidad, al menos así lo atestiguan algunos grabados antiguos. También hay fotografías que corroboran su existencia hasta bien entrado el siglo XX. Tras la Guerra Civil llegó la interminable Posguerra. Las penurias económicas por las que atravesaba el pueblo llevaron a gran parte de la población a buscarse las habichuelas de cualquier modo. La chatarra fue una de esas fuentes de ingresos, pero también supuso un hándicap para el canal, pues su recubrimiento de zinc terminó en este mercado: el canal ayudó a las necesitadas economías; por el contrario se vino abajo. En el año 1998, a iniciativa popular, volvió a reconstruirse mediante el vaciado de troncos de pinos. Tan encomiable labor sirvió para devolver al puente su función primordial y su primitiva estampa. No obstante, los crudos inviernos que acechan a la sierra de Guadarrama, agredieron de forma considerable esta preciada reforma. El hielo buscó cualquier resquicio por el que penetrar, para dilatar juntas y fisuras, hasta mermar su utilidad a causa de las fugas de agua. En 2009 Parques Nacionales se hizo cargo de la nueva remodelación, que se puede contemplar en la actualidad.

Foto: Araceli Trilla

A día de hoy, tras quinientos años de historia, el puente de los Canales aún conserva su estructura original. Difícil es mantenerse indemne al clima extremo de las tierras castellanas, y la erosión socavó su estructura, incluso provocó el derrumbe de alguna de sus columnas. En contra de ese destino fatal que acompañó al palacio de Valsaín, aquí sí, la mano del hombre ejerció su labor restauradora, para el deleite contemplativo del viandante. Remontando el curso del Eresma, las columnas de los Canales juguetean con los enhiestos pinos de esa área de recreo conocida como “La Playita”; aguas abajo, los sillares oscurecidos en plomizos tonos mimetizan con los robles centenarios que medran en la finca del Parque. Y así, mientras los segovianos se jactan de su espectacular Acueducto, en Valsaín presumimos de una estoica miniatura que intenta emular a la monumental obra de ingeniería romana. Eso sí, el enclave natural en la que se ubica, eleva su puntuación en el imaginario escalafón de rincones españoles que merecen la pena ser visitados. Para los más pragmáticos, será el puente sobre el Eresma cuyo canal transporta el agua destinado al riego de la finca del Parque; el culto historiador hablará de un estigma de aquellos tiempos de esplendor llegados de la mano de Felipe II y su fastuoso palacio; y para aquellos que dejan volar su fantasía, la puerta de entrada a ese paraíso natural llamado “Pinar de Valsaín”.

Foto: Mayte Isabel

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