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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Fiestas y Tradiciones >  Así recuerdo mis Fiestas (Conrado Martín Merino)  


Foto: Miguel Ángel Ramírez

En mi recuerdo quedan las fiestas de octubre, que luego se trasladarían a septiembre. Lo primero en aquella época era cortar las latas para cerrar la plaza. Subían los mozos y la Directiva con los caballos y los carros al cuartel de Revenga. La Directiva organizaba una comida que consistía en patatas con cordero, dos garrafas de vino, una lata grande de escabeche y media arroba de pan. Recuerdo de entonces a Román con sus “ayudantes” pelando patatas, y los demás recorriendo aquellas laderas y cortando las latas hasta que se terminaba la faena, allá sobre las cuatro. El estómago vacío de esos hombres bien merecía aquella caldereta. Después de comer, con las botas llenas de vino, llegaban los cánticos, y me acuerdo de Rogelio, el guarda que nos marcaba las latas, cómo cantaba por navarras. Me parece que estoy viendo el último año que subí con mis amigos Lorenzo González y Miguel Martín “Chan” que cantaba muy bien, con su inseparable gorra y un plato de patatas con carne. Y al final, cruzábamos por el carril de Navalternero, con los machos, con los caballos y con los carros llenos para descargar en la plaza –muy distinto a ahora que, después de cortar, vuelven a casa en sus todo-terrenos-.

Los mozos construían el ruedo y los carpinteros se encargaban del palco, situado donde el bar el Tío Pepe. Me acuerdo de Lorenzo y de Chanel…, y de sus ayudantes, que sabían hacer el palco mejor que el aparejador. Siempre fue así, con una moral pura y elevada.

Empezaban las fiestas recorriendo las calles con las procesiones. Muchas veces lloviendo y con las botas de goma, acompañados por la dulzaina y el tambor de “Tocino” y su compañero. Luego la gente bailaba hasta que amanecía. Entonces sólo se bebía vino tinto y, por las mañanas, chocolatito con churros y aguardiente en las cuatro tabernas en poco más de cien metros: El Tío Pepe, La Celestina, La Casa Trilla y la taberna de Agapito Sastre. La fuente de “Fina” nos dio su agua para las resacas de por la mañana… Las fiestas de Nuestra Señora del Rosario las tendremos en nuestra memoria para toda la vida.

Por último, no puedo olvidar a don Gaspar Sanz, nuestro párroco, que allí estuvo siempre ayudando al pueblo a hacer sus fiestas. Él era el locutor que, micrófono en mano, entretenía a la gente durante los concursos y los juegos. Fue un buen cura al que, favor que le pedías, si podía le tenías al momento. En su honor, el pueblo le dedicó un homenaje y le inmortalizó con un monolito de piedra de granito y un busto que se encuentra enfrente de su iglesia. Siempre se recordará a ese viejo cura que nos bautizó y nos casó, y que tuvimos en Valsaín muchos años.

Conrado Martín Merino.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com