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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Deporte >  El deporte más duro( Raúl García Castán)  


Foto: Pedro de la Peña

Por ahí tengo escrito que de haber nacido uno al borde del mar, en lugar de al abrigo de esas laderas siempre empinadas de la madre sierra Guadarrama (siempre empinadas pero siempre acogedoras para quien las aborda con tanto brío como amor), quizá hubiera sido su destino cabalgar efímeras olas en el océano azul, jinete en pulida tabla de Windsurf, en lugar de este apócrifo surfear a lomos de unas zapatillas de deporte, jadeante y sudoroso, sobre las sólidas olas de pino y roca de estas vetustas montañas del macizo guadarrameño; verde mar cuya vegetal marea de pinos centenarios se cierne, como una ola gigantesca, sobre esa playa infinita y cereal que es la lejana tierra de campos castellana, vislumbrada horizonte abajo, allá donde el mundo dibuja una melancólica mueca convexa, dándole la razón a algunos visionarios que aseguran que la tierra es redonda.

Foto: Conrado Martín

El pueblo de Valsaín, atípica ínsula de tierra en la tierra de Campos castellana; el pueblo de Valsaín, en tiempos joya de la corona de Castilla, es hoy una bucólica isla perdida en medio de este océano de barroquismo forestal. Y así, los que allí vivimos, somos, irremediablemente, marineros en tierra, como dijera el poeta. El medio determina inevitablemente los destinos, los usos y costumbres de aquellos que moran en él, y no somos al cabo más que peones humanos a los que la providencia, esa cósmica jugadora de ajedrez, coloca al albur, al buen tuntún, en ese inmenso tablero de juego que es el mundo. Es por esto que a los que en esta lotería geográfico- espacial nos ha tocado caer en este atolón en medio del oceánico verdor del pinar de Valsaín, no nos ha quedado otra que apechugar con nuestro destino de aborígenes isleños de tierra adentro, y hacer crecer el árbol de nuestra existencia, con todas sus ramificaciones, adaptándonos al terreno que acoge nuestras raíces. Esto se tradujo, en los tiempos antiguos, en el arduo quehacer de aquellos aguerridos hombres y mujeres que dieron en llamarse gabarreros. Y conste que aquí la frase "hombres y mujeres" no obedece a la estupidez de lo políticamente correcto, sino a la realidad fehaciente de que realmente fueron hombres y mujeres (los hombres quizá en primera línea, pero las mujeres sosteniendo con su trabajo sordo a sus hombres) los que, cuando la situación lo requirió, arrancaron con su esfuerzo el pan de las entrañas del pinar para alimentar a sus familias, estableciendo a través de los siglos una relación de amorodio con la naturaleza, madre severa, pero madre al fin.

Foto: Pedro de la Peña

Y el tiempo, que todo lo transforma, a veces para bien, a veces para mal, ha transfigurado aquellos trabajos y deberes de antaño en los ocios de hoy: ocios y deportes que representan / sustituyen aquellos quehaceres laborales de ayer por su sombra estilizada, por su fantasma civilizado, por su representación estética, por su recreación aseptizada y deportiva, en forma de juegos autóctonos o de disciplinas atléticas singularmente enraizadas con el espíritu de la montaña y el pinar, y personificada en los numerosos e ilustres esquiadores y, más modernamente, en los corredores de montaña o en los ciclistas, en los triatletas y demás especímenes que asombran con sus evoluciones, coloristas de indumentaria y escandalosas de resoplidos, la tradicionalmente austera mentalidad de los más viejos del lugar. Porque aquella feroz lucha por el pan, la "costumbre" de tener que llegar antes que el vecino a recoger las leñas muertas, a recolectar las más tiernas setas, a elegir el mejor bodón, refugio de las escurridizas truchas, o a encontrar el lugar más a propósito para instalar el ocasional puesto de trabajo de cada día en el pinar, dejó implícito en el lugareño de Valsaín, a través de los siglos, un recio y singular talante de competitividad y superación propia y no tan propia, esto es, de superación de sí mismo y también del rival/vecino/amigo/enemigo, reflejada hoy, andando los siglos, en el deporte y en la vida, en la vida y en el deporte. Ése es el gran legado genético que nos ha sido transferido a los deportistas de hoy, a los vecinos del día presente en este pueblo, por parte de aquel abigarrado crisol de razas venidas de toda España y parte del extranjero a trabajar en los pinares y en los palacios de Valsaín y La Granja; tan "solo" eso le debemos a aquella multitud esforzada, anónima y heterogénea: una actitud digna ante la vida, un espíritu indomable ante el esfuerzo y la adversidad. Sirvan estas sencillas palabras como modesto homenaje a aquellos profesionales de la supervivencia, "deportistas" de la vida, que como se sabe es el deporte más duro y peor pagado que existe.

Raúl García Castán.

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