Crónicas Gabarreras 18
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Investigación > Vallis Sapinorum, Balsain y Valsaín: NOMBRES DE UN MISMO LUGAR.  


Foto: Mariano Gómez

La Toponimia se ocupa del estudio del origen y significado de los nombres propios de lugar.

Fueron los romanos quienes denominaron Vallis Sapinorum al valle por el que discurren el río Eresma y sus arroyos, poblado por un frondoso pinar de pino silvestre albar, al pie de los macizos de Peñalara, Siete Picos y de la Mujer Muerta, que circundan el valle.

“Ha habido y hay eminentes etimologistas que interpretan admirablemente la significación de los nombres toponímicos que en general aluden, casi siempre, a términos geológicos, naturales y descriptivos, basándose casi exclusivamente en la topografía” (Néstor de Goikoetxea y Araluze).

Vallis Sapinorum, es un nombre de lugar, un nombre unido al terreno que ocupa y a la orografía de dicho terreno, un valle, que lleva impreso el sello de la civilización romana y el de su lengua, el latín, que fue sustituida paulatinamente en nuestra tierra segoviana por otras lenguas a lo largo de los siglos.

De igual manera, el nombre toponímico “Vallis Sapinorum” pudo evolucionar con el desuso del latín a lo largo de siglos, hasta desaparecer. La llegada a tierras segovianas, a lo largo de los siglos, de nuevos pobladores con diferentes lenguas, dieron a este lugar nuevos nombres

“Los nombres de lugar, toponimia, han sido formados por la lengua hablada en la tierra en la época de su creación y transformados, a través del tiempo, siguiendo las leyes fonéticas propias a los idiomas que han podido suplantar sucesivamente al idioma originario” (Néstor de Goikoetxea y Araluze).

Sabido es que, a la caída del imperio romano, fueron los visigodos los que dominaron la Península Ibérica a partir del siglo V, con excepción de territorios del norte de la península, y el latín vulgar que hablaba la población hispano romana, aunque se mantuvo, evolucionó por la influencia de las lenguas de los pueblos a los que los romanos llamaban bárbaros, fundamentalmente suevos, vándalos y alanos, que formaron el reino visigodo, y que conocían y usaban, también, el latín.

Con la invasión musulmana, en el siglo VIII, el reino visigodo acaba desapareciendo, comenzando entonces la influencia del árabe y de otros dialectos beréberes. Pasado algún tiempo de la invasión musulmana, se produce al norte de la actual provincia de Burgos el nacimiento de una nueva lengua, el castellano, una mezcla del latín vulgar con influencias visigodas, y con influencias de las lenguas que se hablaban en territorios limítrofes, como el vascuence, y la lengua hablada en territorio cántabro y, por supuesto, de las lenguas utilizadas por los invasores musulmanes que convivieron con la población cristiana.

Don Jaime Oliver Asín, sitúa el nacimiento del castellano en la Merindad de Medina de Pomar, en la provincia de Burgos, según sus investigaciones llevadas a cabo durante años, y que plasmó en su obra “En torno a los orígenes de Castilla: su toponimia en relación con los árabes y los beréberes”, que constituye el discurso leído por él en el acto de ingreso en la Real Academia de la Historia.

La incipiente lengua castellana fue evolucionando y tomando personalidad propia en el núcleo territorial donde se originó. El uso de esta lengua y de sus fonemas por los defensores de los territorios cristianos, y de los combatientes contra los musulmanes, dio lugar a que se fuese expandiendo por los territorios reconquistados. La Reconquista de la Península Ibérica a los musulmanes abarcó un largo periodo de tiempo, en el que hubo movimientos migratorios de población.

En este sentido, la repoblación de Segovia durante la Reconquista, en la Alta Edad Media, hasta el siglo X, y a su finalización, ya en la baja Edad Media, a partir del siglo XI, es un claro ejemplo de que pobladores venidos del norte, vascos y navarros, y de otros territorios repoblados también por personas de lengua vascuence, como lo fueron tierras aragonesas y riojanas, dejaron su huella en la toponimia segoviana. Y con ellos, los mozárabes, cristianos que vivían en esos territorios durante su dominación por los musulmanes.

Néstor de Goikoetxea y Araluze afirma que “la toponimia, ayudada por la historia, indica los movimientos antiguos de los pueblos, las emigraciones, los aires de colonización, las regiones donde el grupo lingüístico ha dejado sus huellas”.

También dejaron su huella en la toponimia segoviana otros pobladores, venidos a partir del siglo XI desde tierras del noroeste, gallegos y leoneses principalmente, que con su lenguaje y fonética, también influyeron en la transformación de la lengua castellana (la que se hablaba en los territorios conquistados a los musulmanes, en los que se construían castillos, fortalezas militares desde las que se organizaban las luchas contra el invasor musulmán, el cual continuó organizando incursiones sobre Ávila y Segovia, aun después de ser definitivamente reconquistadas).

Topónimos segovianos que comienzan por nava, del vascuence naba, que significa terreno llano entre montañas, como Navares de Ayuso, Navares de Enmedio o Navafría, son un ejemplo de la venida de pobladores que hablaba esa lengua.

Los topónimos Aragoneses y Gallegos de la Sierra, nombres de sendos municipios segovianos, nos indican el gentilicio de los territorios de donde provenían los pobladores que allí se asentaron. (Ángel Barrios García, “REPOBLACIÓN DE LA ZONA MERIDIONAL DEL DUERO. FASES DE OCUPACIÓN, PROCEDENCIAS Y DISTRIBUCIÓN ESPACIAL DE LOS GRUPOS REPOBLADORES”)

Balsain es un claro ejemplo de topónimo de lengua vascuence que alude a términos naturales, basándose en la orografía. El sufijo ain, cuyo significado es lugar elevado, cima, está presente en multitud de topónimos, tanto de Navarra como de las provincias vascas, además de otros lugares del Alto Aragón, sobre todo en zonas montañosas de los Pirineos, que fueron repobladas por población con lengua vascuence. (Néstor de Goikoetxea y Araluze, “TOPONIMIA EUSKARA”).

El sufijo vascuence ain va fusionado a la raíz balsa, que en vascuence significa charca. El vascuence lo toma del castellano, y éste de la voz protohispánica balsa, (Joan Corominas. “DICCIONARIO ETIMOLÓGICO DE LA LENGUA CASTELLANA”) cuyo significado es hueco del terreno que se llena de agua, de manera natural o artificial. Ante la existencia de la Laguna de Peñalara en lugar elevado, ¿pudo ser ella, la Laguna de Peñalara, como elemento geológico de la Naturaleza, la que determinó el nombre de Balsain?

Balsain es un nombre de lugar, que en su etimología lleva impreso el sello de la cultura vasca. Los repobladores de lengua vascuence asentados en tierras segovianas,no sólo aportaron su lengua y fonemas, aportaron también sus costumbres y tradiciones, así como la gabarrería y el pastoreo como formas de vida. Todas ellas, lengua, formas de vida, tradiciones y costumbres que constituyen la esencia cultural de un pueblo.

Estos repobladores de origen vasco y navarro, con sus ganados, crearon asentamientos en los terrenos que ocupaban, y junto con repobladores de otros orígenes, se organizaron en sexmos, relacionados con las iglesias de la ciudad de Segovia. Pero también crearon asentamientos libres, que les permitiría facilidad de movimiento. De esta manera, la población segoviana pudo mantener movimientos migratorios por la necesidad de tierras de pastos, tanto en la sierra de Guadarrama, como allende la sierra. (María Asenjo González. “SOCIEDAD URBANA Y REPOBLACION DE LAS TIERRAS DE SEGOVIA, AL SUR DE LA SIERRA DEL GUADARRAMA”).

La utilización del pinar como fuente de madera para la construcción, el ejercicio del pastoreo y de la gabarrería, explican el que aquellas gentes llenaran Balsain y su pinar de nombres de lugares, topónimos, muchos de ellos de etimología vascuence. Nombres como Nava el Horno (Navalhorno), Navaquemadilla, Navalonguilla, Navalaviento, Navalazor, Nava el Paraíso (Navalparaíso), Nava el Pinganillo (Navalpinganillo), todos ellos con el prefijo nava, del vascuence naba, como se ha explicado con anterioridad.

Foto: Teresa Cobos

A principios del siglo XIII, hay noticia del Obispo Giraldo de la presencia de judíos en la ciudad de Segovia, alcanzando en la segunda mitad del siglo XV su mayor expansión. Pues bien, los judíos segovianos también adaptaron el topónimo Balsain a su lengua, el hebreo, con su fonética y dándole su propio significado, “lugar donde se juntan y mezclan las aguas”. En el siglo XVII, en 1611, da cuenta de ello Don Sebastián de Covarrubias Orozco, Capellán de Felipe III, en su obra “TESORO DE LA LENGUA CASTELLANA O ESPAÑOLA”, primer diccionario del español en el que el vocabulario de la lengua castellana o española está definido en la misma lengua. En ella da la siguiente definición de BALSAIN vn bofque cerca de la ciudad de Segouia,donde el Rey nueftro feñor tiene vna gran recreacion: vale tanto como congregacion de aguas, por las que fe vienen a juntar en el valle de las vertientes de los montes ,y es nombre Hebreo, del verbo balas, congregare , mifcere,colligere , & maijm aequae.

La contínua utilización del latín y del griego, como lenguas cultas, en los centros monacales y en las iglesias, y también por parte de los monarcas y de la nobleza, fue causa de que el latín, principalmente, tuviese desde el inicio de la Reconquista una fuerte influencia sobre el castellano. No pocos fueron los que, desde los monasterios, principales centros del saber y del conocimiento, trataron de que la lengua castellana se utilizara de manera escrita y hablada con términos cultos, en los que predominara la etimología latina.

Es así como se explica que el topónimo vascuence Balsain fuese transformado con el paso del tiempo, de manera que se sustituyese la b por la v, tomando de esta manera la etimología latina en referencia al valle, y adaptándolo a las leyes fonéticas de la lengua castellana evolucionó al nombre actual, Valsaín. En el siglo XIV se cita como Valsavin, en el “LIBRO DE LA MONTERÍA DEL REY ALFONSO XI”. A finales del siglo XIV ya se cita este lugar como Valsaín, durante el reinado de Enrique III. No obstante, durante el siglo XV, se cita como Balsaín en la obra “MEMORIAL DE DIVERSAS HAZAÑAS. CRÓNICA DE ENRIQUE IV, ORDENADA POR MOSÉN DIEGO DE VALERA”. Diferentes cédulas reales dan fe de que, durante el siglo XVI, el nombre que se utiliza de manera generalizada es el de Valsaín. En el siglo XVII se vuelve a utilizar el topónimo Balsain por el Arquitecto al servicio del Rey, Don Juan Gómez de Mora. Pero también se cita como Balsayn, en el “INVENTARIO DE LAS PINTURAS Y PLATA TRANSLADADAS DEL PALACIO REAL DE VALLADOLID AL BUEN RETIRO (1635)” donde se cita “Vn lienzo pintada la cassa y bosque de Balsayn con moldura dorada y negra”. (Javier Pérez Gil. “LOS REALES SITIOS VALLISOLETANOS”).

“La castellanización de la toponimia nacional ha desconocido a veces la diversidad cultural peninsular. Es una falta de respeto a la tradición, a la lingüística y al sentido común”. Néstor de Goikoetxea y Araluze.

A finales del siglo XVIII, ya se habla del Real Bosque de Balsaín, tras la compra realizada en 1761 por Carlos III del pinar y matas de roble. El nombre de Balsaín continuó siendo de uso generalizado durante el convulso siglo XIX y los dos primeros tercios del siglo XX. Don Antonio Machado escribió en 1911 el poema a cuyo pie escribió “Camino de Balsaín, 1911”.

Aunque el nombre de BALSAIN lo hemos visto en indicadores de carretera hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, fue a mediados de este siglo cuando comenzó a generalizarse el uso del nombre de Valsaín. Fe de ello dan los “ESTATUTOS DE LA ASOCIACIÓN ORGANIZADORA DE LOS FESTEJOS DE VALSAIN”, aprobados en febrero de 1953.

“Los nombres de lugar nos suministran los más importantes elementos para reconstruir lo poco que sabemos de nuestros antepasados, a pesar de poner nuestro mayor interés en nuestros estudios históricos. La clasificación de los nombres de lugar es demasiado delicada para dejarla a la arbitrariedad de los vulgares etimologistas, que no piensen en la evolución del lenguaje”. Néstor de Goikoetxea y Araluze. 

Emilio Montes Herrero.


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