Crónicas Gabarreras 18
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Investigación > Reflexiones a pie de campo de un lugareño (Francisco Martín Trilla).  


Foto: Manimals Fototeca CENEAM

La sierra de Guadarrama ha contado con grandes científicos e investigadores de renombrado prestigio, como Graells, al que se le atribuye el descubrimiento oficial de la mariposa isabelina. Esa mariposa grande, majestuosa, a la que muchos de nosotros, sin ser conscientes del revuelo mediático que supuso su hallazgo en la sierra de Guadarrama, ya habíamos visto revoloteando por las noches junto a las ventanas o en las farolas.

Castellarnau hizo un estudio riguroso para su tiempo de las aves de la sierra. Giner De Los Ríos fue considerado el primer Guadarramista y un gran defensor de la naturaleza sus pueblos y sus costumbres.

La fauna que se encontraron estos tres desaparecidos amantes de la sierra era prácticamente la misma a la de los años de mi infancia, cuando los abates (papamoscas cerrojillo), llegaban por miríadas en otoño, siendo el pájaro más abundante de estos montes. Los piquituertos y las ardillas se veían continuamente encaramados en la picota de los pinos. Los jilgueros inundaban los cardos que había en la explanada del Regil. Los solitarios finos (luganos), llenaban los árboles del pueblo. Los solitarios bastos (verderones serranos), pululaban en grandes bandadas, y los gurriatos (gorriones) se contaban por millares detrás de los chozos. Los temidos rabilargos (alcaudón real) nos traían por la calle de la amargura, pues al menor descuido se llevaban a cualquier reclamo; y así un largo etc.

Los conejos campaban a sus anchas por las zonas bajas o incluso dentro del pinar. En cada piedra expuesta al sol habitaba un lagarto ocelado y los lagartos verdinegros estaban omnipresentes en los lugares más sombríos. Aún se podía ver al casi extinto desmán ibérico, y los anfibios se apiñaban en cualquier charca de agua.

Foto: V. García Canseco Fototeca CENEAM

Los tenazas (ciervos voladores), tenían un enorme tamaño, parecían pequeños drones que pululaban sin parar cuando llegaba el buen tiempo, al igual que los gusanos de luz (luciérnagas), fácilmente visibles a los lados de los caminos y carreteras. Al pasar cualquier vado, salían las truchas disparadas a esconderse. No había arroyo por pequeño que fuese que no tuviera truchas. Nos parecía mentira que pudieran vivir a unas alturas tan elevadas y aguantar solo con un hilo de agua.

En tan solo una generación la disminución de efectivos de todas las especies ha sido brutal. La mano del hombre está detrás de todo esto; pero en absoluto el lugareño ha influido en esta catástrofe. Siempre hubo cazadores, pescadores, pastores, ganaderos, gabarreros y personas dedicadas a los más diversos oficios que convivían con todas las especies sin que éstas se resintieran. Curiosamente, la disminución de la fauna ha ido a la par de las prohibiciones y desaparición de los oficios y tradiciones.

En primer lugar, el calentamiento global ha tenido mucha influencia, pero además, el uso de pesticidas, plaguicidas, herbicidas y todo tipo de productos químicos han hecho mella en un ecosistema que se había mostrado invariable durante milenios. Incluso, a propósito, se inventaron virus como el de la mixomatosis del conejo para su control.

La sal que se echa para la nieve de las carreteras, aparte de secar los pinos que están a sus orillas, es culpable de numerosas muertes de pájaros, sobre todo de piquituertos.

Las especies invasoras también han contribuido al progresivo declive. Algunas como la tórtola turca que hace pocos años era inexistente en estos contornos, se han adueñado de las calles y prados del pueblo, aunque en realidad, al haber colonizado estas zonas por su cuenta, no compite con los demás animales. No obstante, yo hubiera preferido que nuestra bonita paloma zurita aumentara sus efectivos en lugar de disminuir y siguiera siendo la reina de los robles viejos en la Mata y en el Parque.

A los pastores no se les dejaba llevar apenas cabras, por considerarlas dañinas y ahora en las zonas elevadas de la sierra las cabras montesas se están convirtiendo en una plaga.

Foto: Pedro Abad

Los ríos, charcas, manantiales y lagunas han sufrido la peor parte y así:

- El introducido tritón alpino, compite con nuestro tritón ibérico o con el sapo partero que, además, está aquejado de un hongo mortal, antes inexistente, como la mayoría de los anfibios. - El visón americano es de los más nefastos al desplazar al visón europeo, competir con la nutria y con un endemismo desconocido de nuestra sierra y casi extinto como es el desmán ibérico, unido al gran número de truchas que consume.

-Siempre decíamos que en las aguas del Eresma no podía haber cangrejos, y así fue hasta que no se sabe cómo el invasor cangrejo señal comenzó a colonizar sus aguas y ahora se le encuentra ya por encima del puente de Valsaín. Se alimenta de todo lo que pilla y excava numerosas galerías erosionando el lecho de los ríos.

- Los perca soles son unos peces que ni siquiera se pueden comer. Están en el pantano del Pontón y van subiendo todo lo que pueden por el río, siendo muy nefastos para nuestra trucha.

- Otros invasores como son los mapaches, los meloncillos, las cotorras o las avispas asiáticas, de las que algunos aseguran ya están aquí, rondan nuestra sierra, buscando algún resquicio para penetrar en ella. Esperemos que no lo consigan.

Como vemos, las causas de la drástica disminución de las especies son múltiples y variadas, en las cuales no han influido los nativos de Valsaín. El panorama que se nos presenta es muy oscuro, pero lo cierto es que, en Valsaín, a pesar de la enorme disminución de efectivos, aún no se ha extinguido ninguna especie y hay motivos para la esperanza.

Ojalá, seamos capaces de dejar a nuestros descendientes una fauna igual que la que nos dejaron nuestros antecesores que, sin saber de ecología, nos dieron muchas lecciones.

El día que vuelvan los conejos al Cerro el Puerco y a las zonas bajas del pinar, el canto del piquituerto se oiga en cualquier pino, los abates lleguen como antaño en inmensas oleadas y las truchas se hagan visibles al atravesar cualquier riachuelo, posiblemente habremos comenzado a ganar la batalla.

 

Francisco Martín Trilla.


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