Crónicas Gabarreras 18
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Investigación > Los pastores del bosque de Segovia (Eduardo Júarez Valero).  


Foto: Justo Bermejo

De un tiempo a esta parte, ha andado el que suscribe, cumpliendo con la misión encomendada de Cronista Oficial del Paraíso, tratando de indagar en el origen y la razón del poblamiento en este maravilloso valle que conforma el bosque y pinares de Valsaín; preocupado por recuperar el verdadero motivo por el que una población incierta decidió asentarse en tan fantástico paraje; intrigado por la dedicación que tales gentes tuvieron y qué les empujó a quedarse en nuestro querido Paraíso serrano.

En anteriores números de esta imprescindible revista anual, fui mostrándoles algunas pistas del porqué de esta preocupación. En una de las entregas establecía el final del siglo XIII, hacia 1297(1), como el momento en que el pastoreo era ya tan importante en la sierra como para validar la presencia de una población estable en el valle de San Ildefonso, cubriendo el territorio del bosque y Pinares del llamado entonces Vallis Savis, esto es, valle amable, valle agradable para vivir. El trabajo con los ganados estantes, trashumantes y terminantes era ya tan generalizado que la necesidad de una población estabilizada que se encargara de ello parece más que obvia. En otro de los articulos que apareció en estas Crónicas Gabarreras, me remonté un siglo, hasta el año 1195(2), para recordar el hospital que Doña Anderaço, esposa de Gutierre Miguel, primer Señor de Espirdo, levantó en la pradera de la Fuenfría, embrión de la venta que allí quedaría sita durante casi todo el Medievo y precursora del Albergue Real de la Fuenfría, mal llamado Casa Eraso o, aún peor, Convento Casarás, gracias a la inventiva de algún paisano y algún que otro desorientado historiador.

Obsesivo que es uno, he seguido dándole a la bicha, esto es, a la obsesión, buscando documentación durante todo este año, brotando finalmente un artículo de investigación al respecto que pronto aparecerá en una de las más prestigiosas revistas patrias, honrando más al Paraíso que a un servidor. Y fiel a mi compromiso de informarles a todos Vds. de mis descubrimientos sobre Valsaín, sus pobladores, sus cuitas y trabajos, antes que a nadie, sepan que puedo afirmar que finalmente di con el origen de mis obsesivas y, por otra parte, sanas preocupaciones. En efecto, como tantas veces les anuncié, los primeros pobladores estables del Valle de San Ildefonso, del Bosque y Pinares de Valsaín, fueron, sin duda, segovianos. Cuidadores de vacas, principalmente, ovejas y, en menor medida, cabras, estos pastores, además, trataban de explotar los pastos de altura en las praderas de yerbas cervunas, esas que verdean en los meses veraniegos en las majadas más altas, ya saben, en las Madres del Chorro Grande, en las cercanías de la Caseta de Aránguez o en la tradicional Majada Hambrienta. Allí, este tipo de ganadería, llamada estante por no salir del término, tenía que luchar contra aquellos ganados que se pasaban los términos concejiles, los denominados transterminantes, contraviniendo el derecho natural aplicado en la explotación de los pastos de altura.



Precisamente por eso, para evitar que los ganados de otros términos, principalmente de concejos como el de Madrid, pasaran a este lado de la sierra, decidió el rey Alfonso X dar privilegio de montazgo, esto es, de cobro de gasto de pastos de monte y pasos de ganado, a la ciudad de Segovia, protegiéndose del saqueo de los recursos del término segoviano. Para vigilar esos pastos y su explotación, para cobrar los impuestos del monte a todo quisque que pasara por allí, decidió el buen rey castellano privilegiar a los caballeros segovianos, protectores más que explotadores de nuestro primitivo Paraíso. Éstos rápidamente tomaron la decisión de dividir el bosque y pinar en cuarteles, entregando la responsabilidad de cada espacio a un caballero, disponiendo cada uno de ellos de un peón para la vigilancia.

Estos últimos y no otros, los peones vigilantes del montazgo, sus familiares y dependientes fueron, sin ninguna duda, los primeros pobladores estables del valle, los primeros pobladores de nuestro querido Vallis Savis, los primeros de Valsaín, corriendo el año de 1254. Ellos vigilaron los pasos de la sierra, establecieron qué corrales, descansaderos y majadas se podían utilizar; ellos fueron los que dieron los nombres que, ya desde aquel lejano año del siglo XIII, empezaron a resonar por los valles y vallejos, quebradas y praderas; ellos fueron los que establecieron una población dispersa, pero concentrada en torno a un hito, a un cuartel, a una majada, corral o pradera; ellos fueron los que construyeron sus oratorios para cumplir con las obligaciones que la liturgia del cristianismo imponía diaria y semanalmente, razón por la que tenemos hasta cinco ermitas dispersas a lo largo y ancho del Bosque y Pinares de Valsaín.

Así que, de un modo científicamente demostrable, podemos afirmar que la población del Bosque de Valsaín se estabilizó a mediados del siglo XIII; que el pastoreo de altura fue el motivo y que aquellos primeros pobladores fueron indudablemente segovianos.

En el tintero quedan otras muchas incógnitas. Por poner un ejemplo, a principios del siglo XV, Francisco Ferrer vino a las cercanías de la ermita de Santa Cecilia a predicar, como demuestran la cruz y la inscripción sobre la roca en la que se alzó. Teniendo en cuenta que la mayoría de sus prédicas fueron contra la comunidad judía, me pregunto si no habría sefardíes entre los citados peones encargados de cuidar el montazgo de Valsaín. Por otra parte, de todas las majadas, descansaderos y caminos hoy existentes, ¿cuántos prevalecen de aquella época? ¿Cuántos pueden presumir de tener más de setecientos años? Por otra parte, si los de la Peña, entre otros, ya estaban en el Paraíso a finales del siglo XVII, ¿cuántas familias de la actual comunidad pueden presumir de haber permanecido aquí durante casi un milenio, de ser los primeros de Valsaín?

En fin, como ven, aún tengo tarea para contar en próximos números de estas mis queridas Crónicas Gabarreras. Como ya les dije en el pasado, seguiré puntualmente informando.

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(1) Archivo de la Diócesis de Segovia (ADS), Fernando IV media en la disputa por las rentas del pastoreo. Sobrecarta. 16 de abril de 1297. Sig. Pergamino 35.

(2) ADS, Doña Anderaço dona a la diócesis segoviana el hospital para viajeros que mandó construir junto con su esposo, Gutierre Miguel, en el puerto de la Fuenfría. Año de 1195. Sig, pergamino 14.

 

Eduardo Juárez Valero.
Cronista del Real Sitio.


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