Crónicas Gabarreras 13
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Tomás Artola (biznieto del bollero), Cármen de la Fuente y su hijo Tomás.

Siempre que se habla de los habitantes de nuestro querido pinar, más pronto que tarde salta a la palestra nuestra bella Graellsia isabelae. No hay lugar a dudas de que se trata de uno de nuestros valores ecológicos más significativos, aspecto curioso si pensamos que es una mariposa, es decir, un insecto del orden de los lepidópteros. Y es curioso porque estos pequeños animales, los insectos en su conjunto, no gozan de nuestra simpatía. Pero claro está, todo el mundo se rinde ante la belleza y misterio de semejante mariposa.

Pero sin duda, es más curioso aún que existan insectos en nuestro pinar mucho más raros y peculiares que la Graellsia, pero que la mayoría de la gente ni siquiera conoce y cuando digo gente, incluyo incluso a personas que pasan el día en el monte ya sea por profesión, formación o devoción.

Por ello, en esta primera entrega de “no todo son Graellsias” os voy a hablar de otro insecto que vive a nuestro lado, pasando desapercibido, pero con un valor científico y ecológico incalculable. Se trata de Ceratophyus martinezi, un escarabajo al que os prometo que yo no he bautizado con ese nombre. Este escarabeido es un endemismo ibérico, es decir, solo habita en la Península Ibérica y en ningún otro lugar del mundo; pero lo curioso es que, dentro de dicho territorio, solo existen poblaciones aisladas en la Sierra de Guadarrama y en Galicia. Estas poblaciones son escasas y dispersas, con pocos ejemplares y repartidos en pequeños núcleos separados unos de otros. Este coleóptero es realmente bello, ya que, si bien su apariencia general es negro brillante, tiene bonitos reflejos metálicos violeta y azulados, contando los machos con un cuernecillo en la cabeza y otro en el tórax orientado hacia delante, que le diferencia de otros escarabajos coprófagos.

Su modo de vida no es muy valorado por el ser humano, aunque es imprescindible para la naturaleza, ya que vive y se alimenta en los excrementos del ganado, preferentemente caballos y ocasionalmente ganado vacuno, criando a sus larvas con restos de excrementos que entierran bajo las boñigas, escarbando galerías en el suelo. Por ello Ceratophyus martinezi tiene un papel importantísimo junto con otros coleópteros coprófagos a la hora de reciclar excrementos, remover el suelo, abonarlo y, en definitiva, contribuir a enriquecer el suelo ácido del pinar.

Su ciclo vital también es tremendamente peculiar, ya que, adaptado a climas fríos, los imagos (lo que se entiende normalmente por “escarabajo”, no sus huevos, ni larvas, ni pupas) emergen en invierno y principios de primavera, cuando la mayoría de los demás insectos están en sus fases de resistencia, ya que por estos lares aún queda mucho frío por venir e incluso varias nevadas. Además, los machos solo emergen durante un par de semanas en invierno, mientras que las hembras (sin los cuernecillos en cabeza y tórax), tienen un periodo de vida más largo.

Tomás Artola (biznieto del bollero), Cármen de la Fuente y su hijo Tomás.

Ganadería extensiva.

Las inclemencias del tiempo propias de estas fechas las soportan viviendo en las boñigas, que siempre están más calientes que el ambiente, debido a la fermentación bacteriana; el escarabajo que nos ocupa también tiene un metabolismo curioso, con sustancias que impiden la formación de cristales de hielo en su cuerpo cuando este se congela. Así es fácil encontrar algún ejemplar (los raros humanos que los buscan entre las boñigas de caballo como el que suscribe) en pleno invierno en alguna boñiga de caballo, aparentemente muerto, pero cobrando vida con el calor de nuestra mano al cogerlo.

Pero corren malos tiempos para nuestro pequeño vecino. Esta especie tiene unos requerimientos ecológicos muy estrictos, es decir, ecosistemas concretos bien conservados, en este caso, suelos sueltos no muy compactados, ácidos, propios de pinares de media montaña, sin contaminación, con inviernos fríos, ambientes sombríos y humedad alta sin llegar al encharcamiento. Además, es imprescindible una explotación ganadera extensiva del territorio, aspecto que ha desaparecido en casi todo el país, ya que hoy predomina un modo de explotación intensiva del ganado, más acorde con el sistema capitalista económico que tenemos; por ello se encuentra ya poco ganado suelto por el campo y menos el caballar, por lo que nuestro pinar es una de las pocas zonas donde se sigue practicando este tipo de pastoreo.

Además, la mejora de la sanidad animal con el avance de la veterinaria ha sido un aspecto muy negativo para nuestro protagonista, no porque sea malo que nuestros caballos estén más sanos, sino porque los antiparasitarios intestinales con los que se tratan a los caballos son inespecíficos, y claro, salen de su cuerpo por las heces, de las cuales se alimenta el insecto que nos ocupa, por lo que mueren envenenados los imagos o sino sus larvas, más sensibles a los venenos.

Para resumir, como veis, no todo son Graellsias cuando hablamos de los insectos de nuestro pinar; hay otros pequeños habitantes de gran importancia para la biodiversidad que solo existen aquí, que están desapareciendo, y lo que es más grave, que ni siquiera sabemos de su existencia.

Para evitar que nuestro desconocido vecino Ceratophyus martinezi, se extinga de nuestra sierra y por tanto del mundo, conservemos el pinar, mantengamos la ganadería caballar extensiva, sana y bien cuidada, cosa que no implica un abuso de medicamentos veterinarios inespecíficos, sino tratamiento adecuados.

Y comencemos por conocer y apreciar la maravillosa naturaleza que nos rodea.

Alfonso Robledo.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com