Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Anécdotas y Curiosidades > Un valle mágico (Francisco Martín Trilla).  


Foto: Cipriano Benito

En la escuela nos enseñaron la historia de España; sin embargo, nunca nos contaron la historia de Valsaín, que es una de las más relevantes de nuestro país. No en vano, Felipe II, que en su época fue el amo y señor del mundo, se fijó en este rincón donde residía habitualmente y donde nació su hija Isabel Clara Eugenia, que sería embajadora de Flandes.

La historia de este valle sin parangón, así como las leyendas que sobre el circulan, las hemos ido aprendiendo y ampliando de los modernos historiadores, que además han comprendido que los nativos del lugar forman parte de este mundo mágico en el que la historia, la fantasía y la realidad, se mezclan y complementan.

Antes de la llegada de los romanos, la tribu celta de los Arévacos adoraba a una montaña sagrada, esa montaña no era otra que Peñalara.

A los pies del Peñalara, existe una laguna del mismo nombre, de cuyas profundidades, dicen salían extraños monstruos.

Los romanos nos legaron la carretera de la Fuenfría, donde cuenta la leyenda, que el celtíbero Bangarok, que fue un líder que luchó contra la tiranía romana, fue empedrado vivo entre los muros de uno de sus puentes por los sicarios de Bruto; y que, en las noches de tormenta, sale en busca de venganza.

Los moros tenían mucho respeto a este valle perdido, y cuando veían las crestas de Siete Picos, pensaban que se trataba de un dragón dormido. Y en efecto, dicen que hace muchísimo tiempo, un dragón viajó volando desde Anatolia hasta estos parajes, buscando la eternidad, y al beber de las misteriosas aguas de sus manantiales, quedó petrificado para siempre, formando la montaña de Siete Picos.

El genial escritor Jesús de Aragón, nacido en Valsaín y autor de la obra “La sombra blanca de Casarás”, nos relata los avatares de Hugo de Marignac, y cómo, por las noches, todavía sigue apareciendo su fantasmagórica figura montada en su caballo blanco.

De boca en boca, ha corrido por Valsaín la existencia de un tesoro escondido en el denominado Convento de Casarás. Hubo gente del lugar que buscó y buscó sin desmayo entre sus ruinas. Si fueron capaces de encontrar algo, jamás se supo.

Caminaba Júpiter, hijo del dios Hércules por estos parajes con su caballero, el cual se enamoró perdidamente de una serrana que también le correspondió. El padre de su amada, antes de entregar su hija al caballero, prefirió matarla. Júpiter, a petición de su desolado caballero y amigo, esculpió con sus poderosos brazos la figura de la mujer en las rocas que hoy divisamos y llamamos Mujer Muerta.

Hubo un lugareño que, desesperado por la muerte de su mujer, se quiso suicidar y se adentró en el pinar, allí se le apareció el diablo Lucifer, que a cambio de su alma le prometió eterna juventud. Arrepentido y para expirar sus culpas, se convirtió en ermitaño, viviendo en una cueva. Pasados los años, unos ojos verdes y brillantes iluminaron la cueva: era el mismísimo Satanás que venía a por el alma del monje arrepentido. Dicen que gracias a la intervención de la Virgen no consiguió su objetivo. Desde entonces se conoce a este sitio como la Cueva del Monje.

Dos mendigos hambrientos se acercaron a un avaro campesino que había obtenido una excelente cosecha de trigo y le pidieron un puñado de la misma. Cínica y egoístamente les dijo que lo que veían no era trigo sino piedras. Pues que así sea, dijeron y toda su cosecha quedó convertida en piedras formando la montaña del Montón de Trigo.

Foto: Crónicas Gabarreras

Estas son solo algunas de las múltiples leyendas que circulan por la sierra. Enumerar todas sería imposible, pero nos basta para darnos cuenta de que desde el momento en que los primeros pobladores pusieron el pie en este valle, se encontraron con la magia que envolvía a sus bosques.

La historia es real, y las leyendas, leyendas son, pero cuando te quedas de noche solo en el pinar y oyes la inquietante voz del cárabo, que parece decir ¡que voy, que voy!, respondida por el lúgubre y agudo ulular del búho real, da mucho que pensar.

Además, podemos ver la sombra de un espectro blanco que pasa junto a nosotros, acompañada de un potente bufido. Tranquilos, seguro que es el enorme macho cano y lanudo de jabalí, que nos ha descubierto.

Seres alados, que parecen hadas sacadas de un cuento, rozan una y otra vez nuestras caras. Son enormes murciélagos que salen a comer.

Ojos brillantes, aparecen y desaparecen una y otra vez cerca de nosotros. Posiblemente sea un zorro, un tejón, un gato montés o un patialbillo.

Algo gigantesco se mueve en la oscuridad de la noche. Lo más probable sea el viento que mece unas zarzas.

Unos roncos y entrecortados sonidos, que parecen salidos de ultratumba, resuenan machaconamente. Serán los ladridos del corzo

La sangre se hiela en las venas si un aullido lastimero recorre el pinar. Es el lobo, que de nuevo ha vuelto a sus dominios.

Todas las visiones y sonidos de la noche tienen una explicación real… ¿o no? Las leyendas son solo fantasías, pero quien sabe si el fantasma de Marignac nos acecha, si nos vigila el monje que vendió su alma al diablo, si los monstruos de Peñalara espían nuestros movimientos, si se ha despertado el dragón dormido de Siete Picos, si la descomunal figura de Hércules vaga por el monte, si Bangarok ha salido en busca de venganza o si el maligno Belcebú espera su ocasión al amparo de la oscuridad para liar alguna de las suyas.

Éste es un valle mágico. Mágico como la montaña de Peñalara adorada por los celtas, mágico como los animales que lo pueblan y mágico como las gentes del lugar, que han sabido conservar este pinar y transmitir sus leyendas, anécdotas y costumbres hasta nuestros días.

Francisco Martín Trilla.

©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com