Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Anécdotas y Curiosidades > Entrevista a mi abuelo sobre los gabarreros (Paula Cabrejas)  


Mi abuelo empezó a ir al pinar con once años, en 1943. Siempre fue un gran gabarrero, y un buen compañero, como todos los que trabajaban en el pinar. Ésa fue su vida, y no conoce otra diferente. Esta es la entrevista que le hice.

—¿Quién te llevó y quién te enseñó?

—Empecé a ir al pinar con el señor Miguel Salamanca —el tío Casono—. Me enseñó a cargar el burro que llevaba.

—¿Cuál es el recuerdo más entrañable?

—Recuerdos bonitos, pocos, porque era una vida muy dura; lo pasábamos bastante mal. Teníamos que ir por las noches al pinar, porque por el día no ganábamos suficiente.

—¿Eso de silbar lo utilizabais a menudo?

—Sí, lo utilizábamos para avisar al compañero para ver cuánto le faltaba.

—Y eso de subirse a un pino no se te ha olvidado ¿Competíais?

—No se me ha olvidado subirme a un pino. No competíamos porque había gente que no gateaba. A mí me daba igual sacar tocones que gatear.

—¿Qué comíais?

—Comíamos tortilla y torreznos. Había algunos que solo llevaban pan. En el invierno llovía mucho y se nos mojaba la merienda. Comíamos una parte por la mañana y la otra al bajar.

—¿A quién admirabas como gabarrero?

—Todos eran buenos gabarreros. Algunos cargaban mejor, otros hacían buena leña. Buenos gabarreros eran: Pacho, Chinorri, Modesto García, Domingo Sanz, Antonio Montes, Mariano Aparicio, y otros muchos

—¿Qué vida hacíais?

—Levantarse a las seis, cuidar el ganado, aparejarlos, desayunar…, después nos calzábamos las albarcas y a las ocho salíamos para el pinar. Subíamos muchos juntos hasta el puente de La Cantina, y allí nos separábamos; unos iban a Siete Picos, otros a Cerropelado, Cotos, Cancha de los Alamillos, arroyo del Infierno, etc. A las cinco o las seis de la tarde regresábamos e íbamos a descargar a unos almacenes de Pepe Fraile, Los Pélagos, Felipe Fraile… Pesábamos la carga y nos daban un vale, con los kilos que traíamos, para el sábado ir a cobrar. Lo que cobrábamos lo dábamos en casa.

—¿Qué cosas recuerdas que te pasaron?

—Tendría dieciséis años y Vicente Artola, catorce. Estábamos haciendo leña en el Hueco (que es en la cotera del pinar entre Cercedilla y Valsaín). Había una distancia de unos cincuenta metros uno del otro, y yo dejé de oírle cortar, y de repente me daba voces: “¡Guillermo, que me he cortado!”. Fui corriendo y vi que se había dado un hachazo en el pie. Le cogí, le monté en un caballo y fuimos al puerto de Navacerrada. Estaban construyendo la Venta Arias, y allí estaba Pepe Arias. Le dije: “Mira, Pepe, lo que nos ha pasado”; y él nos llevó a un albergue de Falange, y allí le curaron de momento. Salimos a la carretera, paramos a un coche para que le llevara a Vicente a Valsaín. Yo me quedé bajando mi carga y la de Vicente, ayudado por Luis Mantecas. Cuando fuimos al almacén a dejar la carga, le dijimos al dueño del almacén que una de esas cargas era para Vicente. estuvo ingresado seis días más o menos en el hospital de Segovia.

—¿Algún mal recuerdo?

—Pasábamos muchas calamidades, sobre todo en invierno. No teníamos botas de goma, ni plásticos. Se nos mojaba la manta y no podíamos con ella, así que todo el día mojados. Por las veredas te deslizabas mucho, y los burros se deslizaban y caían. Había que desatar la carga y volver a cargar, incluso varias veces al día. Con el frío y lo mojados que estábamos, lo pasábamos muy mal para poder cargar. Había meses que por la nieve no podíamos salir, entonces nos quedábamos cuidando el ganado. Pero también tengo buenos recuerdos; sobre todo de las fiestas, que esperábamos impacientes a que llegasen. Entonces eran de sábado a martes. Y cuando terminaban, otra vez al pinar.

Y esta es la vida del gabarrero que yo he vivido en la década de los cuarenta.

Paula Cabrejas Bernardo.


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