Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Naturaleza > Valsaín y sus montes, como espacio vivido (Pedro Reques Velasco)  


Foto: Paulino González

Cada imagen y cada idea de Valsaín y su entorno está compuesta, para cada uno de nosotros, de una experiencia, de un aprendizaje y de la memoria: Valsaín como espacio vivido, Valsaín como espacio visitado, Valsaín como escenario cinematográfico, Valsaín como frente bélico a lo largo de la historia por su estratégica situación como puerto de montaña… Todos estos tipos de espacios contribuyen a formar nuestra imagen sobre Valsaín y su entorno natural, una imagen en la que la experiencia vivida, la memoria, las percepciones, las emociones, los sentimientos, los sentidos, las imágenes e, incluso, las fantasías, cuentan. Por esta razón para cada individuo la experiencia ambiental en este entorno es distinta.

En un paisaje como el que analizamos importa también la dimensión temporal, hay paisajes, como personas, con alma vieja y paisajes con alma nueva. Valsaín tiene un alma vieja, tiene una historia dilatada a lo largo de la cual se ha levantado cada edificación, algunas a la luz de la luna –y no es licencia poética-, ha ardido un palacio real, se han trazado, andado y desandado sus caminos y veredas, han pastado sus ganados (equino, bovino, caprino, ovino) año tras año sus praderías, se han limpiado cientos de veces sus pinares de leñas muertas. Desde el rey hasta el más humilde gabarrero ha pescado en sus ríos y ha cazado en sus montes, se han recogido los frutos de su tierra (sus setas, sus níscalos, sus productos de huerta), sus fuentes han saciado sed y han dado descanso a príncipes, y a mendigos, a ricos y a pobres, a viajeros y a turistas, a caminantes siempre.

Valsaín es lugar y es paisaje. Es lugar porque se ha convertido en un espacio lleno de significado y significación para quien lo habita y lo vive cotidianamente o para quien lo hace -aunque sea de forma esporádica- como caminante. El paisaje, como documento sutil y como cuadro de valores y símbolos, existe simplemente cuando hay unos ojos que lo contemplan.

Por lo que respecta a nuestra relación con el paisaje los geógrafos humanistas analizamos las actitudes cambiantes de los grupos humanos hacia el mismo. Un bosque, la montaña o un paisaje construido, transformado y humanizado cambian en función de las diferencias culturales, de las generacionales y también de los diferentes momentos históricos. Cambia incluso, para cada individuo, con cada tipo de tiempo (luz, nieve, lluvia,) y con cada estación (primavera, otoño…) incluso con sus estados de ánimo. El paisaje es encarnación pasiva de valores, pero también es medio activo de comunicación y fuente de estímulos que influye sobre el comportamiento y el bienestar humanos.

Para analizar el paisaje -en nuestro caso de Valsaín, como ejemplo- contamos con variadas fuentes que van desde la encuesta personal hasta el cine, la literatura o la pintura. En efecto, una película, una novela, una imagen fotográfica, un cuadro... son fuentes para el geógrafo humanista, porque los espacios que aparecen allí, son subjetivos, interiorizados, personales, vividos y no tienen ni la frialdad ni la insensibilidad de una descripción científica del mismo lugar. El novelista, el director de cine, incluso el fotógrafo, el poeta, interpretan al lector o al espectador las imágenes esenciales del mundo, al experimentar una sensibilidad, en relación a ciertos aspectos y actitudes, valores y percepciones medioambientales, verdaderamente humanas.

En muchas ocasiones los lugares y paisajes se convierten en espacios de consumo como consecuencia de la masificación de las sociedades modernas y en ellas juega un papel importante el desarrollo de los transportes, la difusión de la información, la homogeneización de las pautas culturales, el desarrollo comercial, el turismo de masas... Este hecho entraña una reducción de la diversidad y de la significación de los lugares, a través de un proceso de homogeneización y de estandarización. Este proceso, al que hay que estar vigilante, difícilmente se producirá en Valsaín y sus bosques, porque difícilmente las relaciones entre los sujetos y los objetos serán aquí relaciones de consumo; difícilmente los paisajes y los lugares serán tratados como cosas; difícilmente en Valsaín y sus montes se tornará trivial lo "significativo".

La toponimia u onomástica geográfica, entendida como el estudio etimológico de los nombres propios de un lugar (tópos, «lugar») y (ónoma, «nombre») nos da en relación a los bosques de Valsaín algunas pistas para entender el texto precedente y para acercarnos a su topografía (Cerrilo de Cagalobos, Nava las Viudas, Altozano …), a las formas de su relieve (Peñas Lisas, Tetas de Vaca, Peña Citores, Peña de la Cuna, Boca del Asno, Peña del Buitre…) a los usos del suelo (Majadahambrienta, Pradera de Vaqueriza, La Pradera, Pino Botillo, Prado Redondillo…) a las comunicaciones (la histórica calzada romana, Las Siete Revueltas, Camino de Peña Citores…), a la hidrografía (Río Eresma, Arroyo del Puerto, Arroyo de La Acebeda, Río Peces; Fuente Fría, Fuente del Milano, Fuente el Perro, Fuenteinfantes, Fuente La Reina...).

Es como si el mundo hubiera aparecido el día en que los grupos humanos fueron nombrado y con el nombre dando significado afectivo a cada uno de los elementos que les rodeaban (arroyos, montes, formas de relieve) o iban creando (caminos, fuentes, chozos, majadas, praderías…). Tal es lo que Valsaín y la serena belleza de sus montes nos muestran en cada palmo de terreno. Tal es lo que su rica y variada toponimia nos enseña.

Pedro Reques Velasco.
Departamento de Geografía, Urbanismo y ordenación del territorio de la Universidad de Cantabria.

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