Empuja el río al desgajado tronco que al agua curva, quieto entre las piedras. Otoño de las hojas amarillas -amarillo de muerte- en las veredas.

Sin trinos el boscaje, con silencio de una joven voz muerta. Los marchitados campos arena son de marchitada hierba y el río seco empapa al verde musgo que antes recubriera.

Agrietados los campos con las huecas trincheras -vacío de la muerteque ha rasgado el puñal de la guerra.

Rota el ala de un águila contra una piedra inmóvil, blanca y muerta de un peñascal que puja frente al descenso de la verde sierra.

Arruinadas las casas, carcomidas maderas, montones de pedruscos en que aplastada está la paz primera.

Humo y ceniza de un incendio esparce el viento entre sus giros, con violencia; humo y ceniza en el recuerdo; antiguos sosegados amores, atraviesan.

Más angustias de muerte el cementerio da en sus lápidas rotas y deshechas. Un viento pasa por las margaritas, quedándose entre ellas.