Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Historia > En el amable Valle del Santo (Eduardo Juárez Valero)  


Foto: Cipriano de Benito

Entre los muchos aspectos sorprendentes del pasado histórico y el acervo cultural de Valsaín, ninguno, desde luego, tan complejo de solucionar como el enigma de la etimología de su nombre. A lo largo de los años se han podido escuchar muchas teorías, algunas de ellas peregrinas, tratando de dar lógica al acertijo del nombre de nuestro primer Real Sitio.

Y la cosa no resulta sencilla, la verdad. Volviendo la vista al resto de núcleos de población que conforman el Real Sitio de San Ildefonso, la cosa cambia. La Granja de San Ildefonso, además de extenso, enfoca directamente el topónimo al huerto que los monjes jerónimos del Parral tenían en el antiguo Casar del Pollo, justo al lado de la vieja ermita de San Ildefonso. Desgraciadamente, nada queda en el topónimo de aquella Casa Real construida por Enrique IV, rey de Castilla, cerca de la ermita del Santo, y regalada por los Reyes Católicos a los monjes jerónimos del Parral.

En el caso de Riofrío, tampoco hay duda, ateniéndonos al arroyo que desciende, aún hoy, gélido desde la Acebeda, tornando su nombre en el recuperado azud del acueducto segoviano. Aún no comprendo por qué cambia de río de la Acebeda a río Frío más allá de la infraestructura romana. Como si no fuera frío el cauce antes del azud.

Mucho más sencillo es aún explicar el porqué de la Pradera de Navalhorno. A todas luces nacida la población al calor de los barracones construidos para los trabajadores de los aserríos allí constituidos a finales del XVIII y cuyas infraviviendas describí con profusión en el primer volumen de las Crónicas del Real Sitio. El nombre del paraje, obviamente, nos muestra la formación natural que tanto se repite en ese sotobosque, prolongándose hasta el Cerrillo de los Cagalobos, y que conocemos como Praderones. Ahora bien, el apellido Navalhorno merecerá, sin discusión, otro artículo del Cronista en futuras Crónicas Gabarreras para regocijo de Valentín Grande, describiendo y localizando esos hornos que allí se formaban mucho antes de que fuera ni siquiera pergeñada La Granja de San Ildefonso y, casi si me apuro, Valsaín.

Ahora bien, la etimología de éste último núcleo de población, es otro cantar. A lo largo de los años este Cronista ha podido leer las más variopintas teorías al respecto. La hipótesis de Valle de las Sabinas en sus diferentes acepciones latinas clásicas o medievales (Vallis Sabinorum, Val Sapinorum, Val Sabín) ha tenido mucho éxito durante estos años, dada la homofonía del concepto. Sin embargo, por más que me haya esforzado durante estos últimos años, no he conseguido ver esa población de sabinas mayoritaria que provocara tan curioso topónimo. A lo largo de mis muchos paseos con Juan Francisco Bellette Tapias, vecino de la Pradera de Navalhorno y mejor guía del bosque, he llegado a una conclusión clara: los estudios paleo-botánicos han demostrado la presencia de pino silvestre en la zona durante miles de años. Además, la acidez del terreno ha hecho imposible la proliferación de sabinas y enebros en nuestro Paraíso durante esos eones citados. Y no me sirven las teorías de repoblaciones borbónicas y aprovechamiento específico del terreno por el mejor uso del pino silvestre cuando está demostrado que la gestión científica del monte de Valsaín no empezó hasta la primera mitad del siglo XIX (1).

Olvidando opciones cómicas como el caso del Valle Sano, una de las pocas posibilidades con fuerza nos lleva al Valle del Santo. Ateniéndonos a la primera referencia toponímica de la zona, el camino de la advocación religiosa es más que plausible. De todos conocido, el Libro de la Montería (2) que mandó escribir Alfonso XI, datado en 1345, describía aquel cazadero de puercos y osos enormes como Nava de sanct Alifonso o, adaptado a nuestro castellano, San Ildefonso. Este santo, obispo de Toledo y visigodo, de tan antiguo que era, hace entroncar su presencia en la advocación del paraje con la veneración de los habitantes del bosque, aquellos a los que esquilmaban la Diócesis de Segovia y la Junta de Caballeros Segovianos en tiempos del rey Fernando IV (3). Esa fe cristiana, asentada con una ermita consolidada por los sucesivos reyes Trastámara y de la que nada queda hoy día en la reconstrucción existente, dio paso a otras tantas ermitas en el entorno del Valle del Santo, a saber: Santa Cecilia, junto a la roca donde predicó contra los judíos Vicente Ferrer; Santa María de los Llanos, camino del paso de Malangosto; Santa María del Robledo, en la cercanía del viejo camino romano; San Bartolomé, en la pradera frente al Valle del Santo.

Parece, por tanto, lógico, asegurar que la raíz del topónimo tuviese que ver con una advocación religiosa, a tenor de la profusión de ermitas en apenas cinco o seis kilómetros cuadrados. Dada la cercanía de dos advocaciones masculinas, San Ildefonso y San Bartolomé, resulta más que convincente el origen masculino del topónimo. Podríamos acercarnos, en buena lógica, a un Vallis Sancti como primera fase del nombre de Valsaín. Ahora bien, puesto que la primera construcción, datada a mediados del siglo XIV, era conocida como Casa del Bosque de Segovia, en tiempos del enfermizo Enrique III, es más plausible que la raíz del topónimo actual parta de un vocablo patrimonial castellano y no latino. No resulta extraño encontrar, evolucionadas del romance, localidades en Francia denominadas Val du Saint o, simplemente, Val Saint: Val Saint Lambert, Val Saint-Côme, Val-Saint-François, Val-Saint-Germain, Val-Saint-Grégoire…

Por lo que se refiere al uso de la letra b en la documentación antigua, por último, no es más que na error paleográfico en la transcripción de una letra “u” con valor consonántico, fácilmente confundible en las grafías de los siglos XVI y XVII, época de esplendor del Palacio de los Habsburgo en el Paraíso, como bien podrá confirmar cualquiera de mis sufridos alumnos universitarios.

Ahora bien, para complicar aún más el asunto, si uno se remonta una sola página en el citado Libro de Montería del Rey Alfonso XI, puede encontrar una referencia directa al lugar, contemporánea de la Nava de Sanct Alifonso. En ese párrafo se intitula el lugar como Val sauin (4). Atendiendo a la raíz latina sau- o sav-, la etimología nos lleva al más clásico suav-, lo que obligatoriamente ha de conducir al lector al adjetivo suavis o, en su versión medieval, savis o sauis, según la tendencia paleográfica del momento. En cualquier caso, este nuevo camino enlazaría con el topónimo Val Sauis, esto es, valle agradable o valle amable.

Sea como fuere, la veracidad de las hipótesis aquí alumbradas por petición de mi querido amigo José Manuel Martín Trilla merecerán en muy breve espacio de tiempo un artículo académico, de científica argumentación, que establezca de forma fehaciente y sin duda el origen del nombre de éste primer Real Sitio de Paraíso serrano.

Os prometo manteneros informados.

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(1) PÉREZ-SOBA DÍEZ DEL CORRAL, I., “Los montes del Real Patrimonio y la desamortización (1811-1879), Revista de administración pública 199 (2016), p.105.

(2) ALFONSO XI, Rey de Castilla, Libro de montería del Rey Don Alfonso XI, Madrid: imp. de M. Tello, 1877, Tomo II, p. 171.

(3) Archivo Diocesano de Segovia, Pergamino 35, 16 de abril de 1297.

(4) ALFONSO XI, Rey de Castilla, Libro de montería del Rey Don Alfonso XI, Madrid: imp. de M. Tello, 1877, Tomo II, p. 170.

Eduardo Juárez Valero.
Crónista Oficial del Real Sitio
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