Crónicas Gabarreras 13
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Foto: Eutiquio Caneda

Aquella tarde maravillosa
en la taquilla de “La Sepulvedana”,
mientras sacaba el billete
en una sala abarrotada.

Y en la sala pintoresca,
a unos y otros miraba;
conversaciones y sonrisas,
simplemente disfrutaban.

A pesar de todas las cosas,
un subterráneo y gris mundo
se presentaba a mi paso;
sentía un vacío profundo.

La soledad había
disparado su flecha,
acertando en su momento,
sumido en una honda tristeza.

¿Qué sentido tiene la vida?,
siempre el mismo despertar,
el mismo sabor de las cosas
el mismo puntazo de soledad.

Pero ella iba delante,
en taquilla compró su billete,
después compré yo el mío,
asientos once y doce, fue la suerte.

Sin pretender hacer ruido
destacaba, bien lo aseguro
por su carácter amable
y una sencillez que siempre tuvo.

Su bondad, su paciencia
tomaron pronto reflejo
en sus ojos y en sus palabras,
que salían de muy adentro.

Hablamos de dónde íbamos,
y tengo que agradecer a la vida
por encontrar una gran mujer
aquel inolvidable día.

Y como se disipa la nube
que oculta los rayos de sol,
se fueron mis fríos pensamientos
arrastrados por su calor.

Con mis palabras y mis cosas
la hice sonreír;
un romance llamó a mi puerta,
y un pueblo: Valsaín.

Aquella tarde había puesto
el rostro al descubierto,
por el cual merecía la pena
la dicha de seguir viviendo
a su lado ¡Y no me arrepiento!

Eutiquio Caneda Herrero.

©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com