Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Historia > Una pequeña historia de Valsaín (Juan Antonio Marrero Cabrera)  


Foto: Conrado Martín

Allá por la primavera de 1974 Ramona y yo descubrimos La Granja y Valsaín y, desde entonces, nuestras vidas cambiaron radicalmente.

Uno de mis mejores amigos de toda la vida, catedrático de Filosofía, y profesor del Domingo de Soto, a la sazón, nos dio el “chivatazo”: “En La Granja han restaurado un palacio magnífico, La Casa de Canónigos, y lo alquilan por pisos.”

En fin, que vinimos a verlo, nos encontramos con toda esta maravilla y, al día siguiente, acudimos al Palacio Real de Madrid a solicitar un piso del Patrimonio Nacional.

En resumidas cuentas, alquilamos una magnífica doble en la esquina de la Casa de Canónigos, lindante con la calle de La Estebanilla.

En Valsaín, en aquella época, no se podía comprar ninguna casa porque, igual que en su pueblo matriz San Ildefonso, todo el terreno (o casi) pertenecía al Patrimonio Nacional y no había forma de comprarlo, ni lugareños ni forasteros.

A pesar de todo, a nosotros lo que nos gustaba era Valsaín, con el sueño de vivir en aquel trozo de bosque encantado; y, en La Pradera, unir un par de aquellas viejas casas de madera, demasiado avejentadas ya, y reconstruirlas. Luego, el día de mañana, con mi biblioteca, hemeroteca y documentaciones de mis trabajos, dejar allí un centro cultural.

Lástima que aquello no fuera posible. Todo esto a las actuales generaciones, en edad de merecer, les puede parecer un tanto extraño, pero si se lo preguntan a sus abuelos se lo explicaran sin mayores problemas.

Nosotros, entonces, no conocíamos a nadie, pero enseguida hicimos amistad con muy buena gente, tanto en La Granja como en Valsaín, que nos fueron enseñando rincones del bosque y los recovecos de la Historia, perfectamente entroncados con las historias y tradiciones locales.

Nosotros no queríamos ser “de verano” y por eso nos dedicamos a ir y venir todos los fines de semana. Teníamos un flamante Land Rover “88 especial” y estábamos deseando que nevara para “ver qué pasaba”, con todo eso del hielo, la doble tracción y demás garambainas.

Y en adelante nos dejamos llevar por una ilusionada sucesión de sorpresas: las fiestas locales, los gabarreros, las excursiones por una zona preparada varios siglos antes, para pasear (sobre todo a caballo), las fuentes, los manantiales y, sobre todo, la pesca.

El cura párroco, futuro canónigo, Don Gaspar, era un inteligente profesor de Historia y de una personalidad atrayente, generoso y volcado con su parroquia.

Él en Valsaín, y el “mejor electricista de La Granja”, Valentín María, nos fueron presentando a muchos de nuestros grandes amigos que hoy, cuarenta años después, aún permanecen en nuestro cariño.

Jesús Martín Merino, su hermano Santiago, su madre y el resto de la familia, Cipri, Castán, Carlos y tantos y tantos otros irán pasando poco a poco por esta que quiero sea mi propia historia de Valsaín.

Y como decían antiguamente en los folletines (continuará en el próximo número).

Juan Antonio Marrero Cabrera.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com