Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Historia > Potros para herrar bueyes en Valsaín (Jesús Goya López)  


Foto: Tinín PérezCorría el año 1900 cuando mis abuelos, Jesús Goya y Quintina Vallejo, solicitaron a la Corona una casa-aserradero. Concedida y situada está en el número 13 de la Carretera de Madrid, en la Pradera de Navalhorno, y allí mi abuelo Jesús puso dos potros de piedra para herrar bueyes, ya que tenía varias parejas de estos animales utilizados para arrastrar los pinos.

El pasado año 2013, nuestra familia decidió donar uno de esos potros al Ayuntamiento del Real Sitio, para colocarlo entre La Pradera y Valsaín, antes de cruzar el puente sobre el río Eresma. Para ello, nuestro vecino Ramón Rodríguez “El Gato”, ha sido el artista que ha dado forma y ha reconstruido en su totalidad el potro, adornándole con una cubierta de madera de pino y piedras de la tierra, así como un vallado para protegerlo de los animales.

Con respecto al otro potro, continúa junto a la casa familiar, y será rehabilitado gracias a la maestría de nuestro amigo y paisano Enrique García Montes (nieto de Felicito) por lo que el pueblo de Valsaín podrá disfrutar de estos dos antiguos artilugios de trabajo que ya forman parte de nuestro patrimonio local.

Gracias al Pinar de Valsaín, con gran renombre en España, nuestro pueblo vivía y aprovechaba los recursos de tan alta calidad y reconocimiento maderero que se producían en él. El trabajo comenzaba con la corta de los pinos para después arrastrarlos y cargarlos en carros para ser conducidos a los aserraderos que se repartían por toda La Pradera de Navalhorno, y de los cuales todavía se conservan restos.

En cuanto a las fábricas de aserrar, eran edificaciones de dos alturas y en ellas se colocaba el pino en horizontal y dos hombres, uno arriba y otro abajo, tiraban del sierro para cortar la madera.

El transporte de los pinos se hacía con carros tirados por bueyes y guiados por los carreteros, entre ellos los “Leoncetes” de Valsaín, el Sr. León y sus hijos Goyo y Miguel Isabel…, aún mi familia conserva facturas por la liquidación de sus trabajos.

Foto: Alberto Pascual

De ahí que todavía se conserven los potros de herrar, ya que para los bueyes pudiesen trabajar bien, había que proteger sus pezuñas con unos hierros llamados callos, los cuales se hacían a mano en la fragua. El herraje se hacía utilizando los potros, estructuras de cuatro pilares de piedra en los que se uncía a los bueyes, y una vez amarrados, se les levantaba con unos cinchos para poder manejar sus patas. Mi padre, Ramón Goya, era el que se encargaba de herrar los bueyes junto a mi abuelo Jesús, que también hacía de curandero de caballos y vacas con unas pomadas y ungüentos que él mismo preparaba para curar y aliviar las rozaduras y dolencias que llamaban “pechos abiertos”.

Recuerdo una anécdota que contaba mi padre de cuando hizo el servicio militar, destinado en la Academia de Caballería de Valladolid. Un día, el caballo de uno de sus mandos, que jugaba al polo, se hizo daño en el pecho y mi padre pidió permiso para ir a casa a hablar con mi abuelo Jesús, coger la pomada-ungüento y que le explicara cómo recuperar al caballo. Esto funcionó y, en agradecimiento, el militar le regaló a mi padre un equipo completo de montar, con su montura inglesa, cabezal de filete y espolines. De esto se acordaban Juanito (“Sansón”) y Cipriano Bermejo, ya que utilizaron la montura en muchas ocasiones.

Jesús Goya López.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com