Crónicas Gabarreras 13
 Crónicas gabarreras:   Inicio > Historia > La calle Carretera de Madrid (El Paseo) (Guillermo García Bayón)  


Foto: Guillermo García BayónEn un pasado número de esta revista, mi amigo de la infancia Antonio Salamanca escribió un artículo titulado “Los Chozos de Atrás”. En este repasaba toda una época de lo que entonces era el Paseo de las Acacias (ahora se llama Calle Acacias, supongo que para distinguir de la calle donde están las antiguas casas de los maestros que también recibe este nombre)..

Recordaba toda la gente que allí vivió y luego, con el paso del tiempo, el viento se llevó. Como todo.

Todo ello me llevó también a recordar “Los Chozos de Delante”, o “Chozos de Primera” como rezaba el recibo de alquiler del Patrimonio Nacional, y a todas las gentes que vivieron una época que como digo se fue, desapareció, y que para mí es donde permanece mi infancia, y la de otros que como yo también la conocieron y todavía permanecemos, o como se suele decir: “no nos han llevado para allá arriba”.

Esta calle de la que hablo formaba una hilera de casas a ambos lados de la carretera (ahora con nuevas construcciones) cuya denominación era, y es a día de hoy, calle Carretera de Madrid. Empezaba en el nº 2 donde había estado el antiguo Fielato, enfrente de la Fábrica de Maderas y terminaba más o menos en El Rancho Grande y la casa de Ramón Goya. Si somos más precisos podemos decir que se extendía hasta El Casetón.

Para nosotros era sobre todo El Paseo. Lugar de encuentro para los vecinos, para los jóvenes y también de juego para los niños. Este espacio concreto para mi llegaba fundamentalmente hasta la curva de la carretera, lugar conocido como la Gasolinera.

Era una época en la que las puertas de las casas estaban siempre abiertas, donde existía una buena vecindad y camaradería, a la vez que un exquisito respeto a la vida ajena.

Empezaba el nº 2 como digo, enfrente de la Fábrica de Maderas. Esta casa estaba en ruinas y allí fue donde se instalaron los moros que trajeron para contraatacar al ataque republicano sobre el Cerro del Puerco, según me contaba mi abuelo Cándido Bayón.

El nº 4 era mi casa, que a su vez lo había sido de mi tío abuelo Pedro Merino Berrocal.

Seguía por el nº 6, donde vivía el Cipriano Bermejo, que fue alcalde muchos años, y su mujer Patrocinio Artola, con quien mi familia siempre mantuvo una excelente relación de vecindad.

Pasando al nº 8 estaba la taberna por excelencia, de Tomás Encinas y Dolores Martín. Además era estanco, gaceta de correos y lugar de encuentro y reunión. Allí recuerdo a los hombres por las tardes jugando a las cartas y marcando los tantos con una tiza en las paredes forradas de madera. En aquel tiempo se chateaba (tomar chatos) y se tomaba vino en porrón, que se había vertido previamente de los pellejos donde se recibía y almacenaba. Todavía recuerdo el aparato (muy sofisticado desde luego para un niño) donde se echaba una perra gorda y se cargaba de gasolina el mechero.

A continuación la casa nº 10 era la de Paco Armengol y la Señora Petra.

La casa de Alejandro García y Juana. Recuerdo que su madre, la Señora María, hizo unos exquisitos manjares para celebrar mi comunión allá por el año 1962.

Luego estaba otra casa en ruinas, y en su parte posterior vivían “Lapicero” y Lucas Carreras.

En el nº 16 vivían mis tíos Antonio García de Andrés y Aurora Tapias,ambos entrañables y de un gran corazón. Tan grande y generoso que un día aciago se le paró a mi tío, y nos dejó… Aún le echamos de menos.

Estaba a continuación la casa de Emeterio Berrocal y de la Mercedes Artola, muy amiga de mi madre Elisa Bayón.

La casa siguiente estaba derruida y en la parte de atrás guardaba las vacas el Sr. Casono.

Seguía la casa del Santos Quintín y la Señora Trini, la casa de Ino, y la de Pepe Trilla y Cristina Manso.

De esta manera, llegamos al bar “Los Faroles”, que además de bar era tienda de ultramarinos, y pertenecía a Alberto Martín “Faroles” y su mujer Milagros. También este era lugar de encuentro y reunión en aquella época. Por hacer una breve nota de historia, mi padre me contaba que Alberto “Faroles” y él fueron guías comanches de la XIV Brigada Internacional en la batalla de La Granja-Valsaín en la Guerra.

Seguían las casas del Señor Maximino, la del “Nene” y la de la Señora Consuelo que compartía con la Señora Isabel Quijada, ya en la curva de La Gasolinera.

Foto: Guillermo García Bayón

En cuanto a los números impares, pasada la Fábrica de Maderas y la calle Primera, también llamada calle del Cuartel (de la Guardia Civil) y al otro lado de la carretera, estaba la residencia de Educación y Descanso del Sindicato Textil de Madrid, en la que pasaban breves temporadas de verano trabajadores de este gremio. Especialmente estaba animada cuando venían los turnos de chicas, creo que empleadas de Cortefiel, que alborotaban a todos los jóvenes de dentro y fuera del pueblo.

En la parte de atrás estaba la casa de Pedro Aparicio y familia: “Los Serenos”, siempre tan afanados con sus camiones para transporte. Aún los estoy viendo sacando arena de la Presa.

Contigua a esta casa, vivía Nicolasa y Pepe Ruiz –su hija Tomasa regenta el bar La Pradera–.

Después se encontraba la casa donde vivió algún tiempo D. Elías el médico y después habitada por mis tíosprimos Santiago Martín Merino e Isabel Quijada.

A continuación, ya haciendo esquina con la calle Segunda, estaba la casa de Lucio Alonso y Venancia Salamanca conocida como La Pista, debido a que era pista de baile al aire libre durante el verano y lugar de celebración de eventos, como la actuación de compañías de títeres que hacían representaciones en aquella época o la comida de la juventud en las Fiestas. También fue almacén de leña.

¿Cómo no recordar las tardes de verano y sus animados bailes con música en vivo o con la música de la gramola...? Y también cómo no, los aguerridos gabarreros descargando y pesando las cargas de leña.

Avanzado ya los años sesenta, los tiempos trajeron una nueva época y con ella fueron desapareciendo las actividades de las que hablaba…, el baile del pueblo y la gabarrería tal como la conocimos y recordamos.

En la otra esquina de la calle Segunda, estaba la casa del Sr. Luis y la Sra. María, con quien mi familia siempre mantuvo una entrañable relación. En su valla y en esta esquina, instaló mi padre la churrería y allí se mantuvo hasta ya entrados los años setenta.

Adosada a esta estaba la casa y la valla del Sr. Ambrosio y la Sra. Luisa ,y con ella alcanzamos la esquina de la Calle Tercera, que se amplía a modo de glorieta justo en la curva de la carretera. Lugar conocido como La Gasolinera que era un punto estratégico ya que era parada de autobús, y lugar de pregones y de tenderetes varios. Aún recuerdo cuando se asentaba un extremeño con una gran piara de cerdos más negros que el carbón y la gente iba apartando un ejemplar que se llevaba a casa para cebar durante el verano y otoño.

Hablar de la matanza del cerdo, ya entrado el mes de diciembre, merecería un capítulo aparte. De éste animal, como es sabido y disfrutado, se aprovecha todo. De ahí salían unos estupendos tocinos, morcillas, chorizos, etc. y unos excelentes jamones pata negra. Sí, resulta que estábamos comiendo jamón pata negra… ¡y nosotros sin saberlo! ¡Hay que fastidiarse!

Y después de este paseo por el túnel del tiempo, volvamos al principio. Este año que hablamos de Historia en Crónicas Gabarreras, vemos en la actualidad de cada día cómo muchos se inventan patrias que solo responden a intereses particulares y egoístas, tratando de tergiversar y reescribir ciertos sucesos a su antojo. Pero una cosa es cierta y viene al pelo traer a colación y recordar: “La verdadera patria del hombre es su infancia”.

Creo que nuestra infancia en Valsaín con la modestia de aquellos años fue muy feliz. Al menos eso es lo que permanece en mis recuerdos, y digo, parafraseando a Los Beatles: “La calle El Paseo está en mis oídos y está en mis ojos”.

Guillermo García Bayón.


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