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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Deporte >  El nuevo maestro( Javier Rodríguez Sánchez)  


Foto: Rufino Martín Garrido

Cada cierto tiempo, la vida de los pueblos se encuentra marcada por algún acontecimiento, que pareciendo normal y sin importancia, en dicho momento cambia el acontecer del pueblo y sus gentes.

Una tarde del verano de 1965, paseaban tres chiquillos por las calles de Valsaín cuando vieron parar una motocicleta Vespa en la que venían dos personas: el que conducía y el que en la parte de atrás venía de paquete. Este último, de una edad cercana a los treinta, no muy alto, cara sonriente y unos ojos vivarachos que se dejaban ver detrás de unas gafas con armadura metálica y con cristales redondos.

Uno de los tres chiquillos, el más atrevido o el mayor de los tres, desde lejos y sin otro saludo preguntó a los viajeros de la moto: "¿Es usted el nuevo maestro que viene a este pueblo?" El de las gafas, dirigiéndose a ellos les dijo: "Esas no son maneras de preguntar las cosas y menos a unos desconocidos. Yo me llamo Rufino Martín Garrido; y vosotros, ¿cómo os llamáis?". Casi sin atreverse a contestar por la vergüenza, el mayor dijo: "Yo, Eugenio Isabel Dorrego, este es mi hermano Ángel -señalando a uno de los otros chiquillos- y este otro, mi amigo Enrique Orosa". "Pues bien, en septiembre me veréis. Yo seré vuestro maestro", respondió el de las gafas con armadura metálica. Desde ese momento se comenzó a fraguar una nueva etapa para los alumnos de la clase de mayores de Valsaín.

Cuando comenzó el curso, el primer día de clase, después de presentarse y preguntar a todos cómo nos llamábamos, dijo:"Levantaos los tres que conocí este verano". Nerviosos, los tres se levantaron y, contándonos todo el episodio, nos dio la primera clase de comportamiento cívico.

Era un maestro que por su juventud venía con muchas ganas de trabajar. Se hizo amigo de todos los chicos, cambió el sistema educativo de aquellos momentos, buscó cómo enseñar entreteniendo… Era la época de operación rescate en busca de monumentos antiguos o restos arqueológicos; en clase se jugaba a Cesta y Puntos imitando al famoso programa de televisión; seguíamos con la enciclopedia Álvarez, pero a su vez con los apuntes que nos daba de geografía. El libro de dictados, los problemas y las cuentas eran una cosa diaria.

Foto: Rufino Martín Garrido

En los recreos se jugaba al fútbol, al rescate y a la píldora; hasta que un día nos propuso un plan que nos gustó mucho: dividió a todos los alumnos en ocho grupos, comenzando por los más mayores, y así fue repartiendo a todos. Después nos presentó el proyecto para construir una pista para jugar al baloncesto. En el lateral de las escuelas se construiría dicha pista. Ese día fuimos todos a casa contentos y revolucionados ¡íbamos a hacer nosotros solos un campo para jugar a baloncesto! Contando dicho proyecto y pidiendo en casa las herramientas necesarias, comenzamos a realizarlo.

Los grupos estaban encabezados por los más mayores: José Miguel Salamanca, Juan Dorrego, Alfredo González, Federico Manso, Vidal Rodríguez, Javier Berrocal, Fernando Ramírez, Lucas Huertas, Pablo Aparicio, Doroteo del Val, Adolfo Rincón, Julián Berrocal, Marcos Ramírez, Martín Martín…

Llegó el día de comenzar. Se dibujó en el suelo las líneas del perímetro, y todos a colaborar; incluso los chicos de la clase de medianos ayudaban en lo que podían. Durante el tiempo que duró la obra, don Rufino habló con los responsables de la fábrica de maderas y encargaron a Lorenzo Tapias que nos hiciese las canastas. Cuando teníamos la pista delimitada y allanada, nos trajeron tierra del arenero que había en el Barrio Nuevo para hacer la última capa y apisonarla bien. Las canastas eran un poste de madera y un tablero con el aro; ahora parecerían ridículas, pero para nosotros eran las más bonitas que conocíamos. Se pintaron las líneas en el suelo y ¡a jugar…!

Foto: Rufino Martín Garrido

Después de algún tiempo y una vez que aprendimos un poco a jugar, nos llevó a competir contra los chicos de Hontoria, que por cierto nos dieron una buena paliza. Al año siguiente vinieron los de Hontoria a jugar a Valsaín y pudimos devolverles la derrota. En el descanso del partido, y dirigidas por doña Nieves, las chicas hicieron unas tablas de gimnasia al más puro estilo Sección Femenina.

Este nuevo maestro fue el acontecimiento que marcó una etapa de cambios en los chicos de Valsaín y a su vez en sus familias. No solo la introducción a jugar al baloncesto "también la salida a estudiar y formarse fuera de La Granja y Valsaín".

Javier Rodríguez Sánchez.

©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com