Formas parte de mi vida sin remedio.
El descubrirte fue sin duda una fortuna,
tierra magnífica y sensual como ninguna,
aquel ochenta y siete que te uniste con mis sueños.

no sé cómo decir que tus parajes
han caminado de mi mano cada día
con mi trabajo, mis amigos y mi vida,
dotando de sentido a este personaje.

quisiera que el cencerro de tus vacas
fuese la música que alegre mi agonía,
junto al rumor del viento en las umbrías,
cuando reciba la visita de la Parca.

las noches de verano en la Pradera,
tumbado con mis niñas en las rocas,
contándoles sin fin de historias locas…,
hablándoles del cielo y las estrellas.

saludar por la mañana en los asientos
a los cuervos que pasean precavidos
y contestar con sus sonoros graznidos
al perro y amo, juntos bajo el viento.

todo un placer, venir hace unos años,
a inaugurar la casa en temporada,
con mi mujer, buscando esa escapada
que daba inicio al tiempo de verano.

los tiempos cambian y las formas de alquiler,
e hicimos un esfuerzo monetario
por disfrutar del gozo extraordinario
de disponer de una vivienda cualquier mes.

Y así el otoño nos vio buscando setas,
y los reyes vinieron en invierno,
regalándonos también el blanco terno
de la nieve que perdura en primavera.

Florecieron así las amistades
y los campos que anunciaban otro estío,
repitiendo una vez más el vital ciclo,
semejante al del Hombre y sus edades.

Pero el mundo también pasa por etapas
de bonanza en lo económico y político,
junto a otras de declive y sacrificio,
como la que vivimos actualmente en nuestra España

Y con dolor, pero con entereza,
toca decir adiós a este tesoro
que colmó mi codicia más que el oro:
codicia de esta paz y esta belleza.

Espero confiado en el futuro,
que esto sea más que un adiós un "hasta luego".
Ello hará que el lance de este juego
no resulte un trago de pasar… tan duro.

José Carlos Sáncho Fernández.