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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Fiestas y Tradiciones >  Mi primer "Chavito" (Javier Rodríguez Sánchez)  


Era un dos de mayo, yo tenía seis  años y mi hermano Vidal siete. Esa tarde estuvimos buscando una tabla para hacer una cruz; como no la encontramos cortamos unos palos de una bardaguera  (mimbrera)  y con ellos hicimos la cruz. Medía unos 35 cm el palo vertical y 20 cm el palo horizontal. No era una cruz espectacular de madera labrada como la de otros chicos, pero para nosotros era la más bonita, la habíamos hecho nosotros con mucho esfuerzo. La pusimos una cinta  haciendo un lazo y así ya  estaba preparada para que al día siguiente saliésemos a pedir “El Chavito”.

Al día siguiente era fiesta para nosotros, La Cruz de Mayo, “El Chavito”. Después de desayunar le dijimos a mi madre:

- Nos vamos a pedir "el Chavito".

-¿Dónde vais?  -nos preguntó.

-Pues por las casas de La Pradera.

-No -dijo ella-, ir a la casa de la tía Rosario y el tío Ambrosio y no hace falta que vayáis a ninguna casa más.

Bajábamos las escaleras muy  contentos y, al salir de casa, nos encontramos con nuestra vecina, la señora Felisa, la del señor Diego.

-Que cruz tan bonita lleváis  ¿Vais a pedir “el Chavito”?

-Si vamos a la casa de mi tía Rosario  -dije ilusionado.

-Bueno, pues si me felicitáis la Cruz de Mayo os doy unos caramelos -al instante: “El Chavito de la Cruz de Mayo...; que lo veamos a otro año”, y después de coger los caramelos seguimos con nuestro destino.

Al llegar  y abrir la puerta de la valla, salió a recibirnos un gran perro  tan alto como yo. Era negro de suaves melenas; venía  moviendo el rabo que parecía un plumero.  Acercó su cabeza a la mía y dándome golpecitos con el morro me chupo la cara, y con los empujones casi me tira al suelo. “Quieto Jay”, le dijo mi hermano, “que nos tiras”. Entramos dentro de casa y al ver a nuestra tía al instante dijimos: “El Chavito de la Cruz de Mayo”. Ella muy seria nos dijo: “¡Pero bueno! ¿Antes de darme un beso lo primero es el Chavito…? Pero sus ojos la delataban,  tenían  un brillo especial. La dimos un par de besos y nos dio a cada uno un huevo y una peseta. “Que lo veamos a otro año”, dijo mi hermano. De regreso a casa le pregunté a mi hermano: “Y el huevo ¿para qué es?”. “Para que nos lo pongan de merienda esta tarde”.

Durante la comida, la conversación era la merienda del Chavito. Cuantos chicos y dónde íbamos a ir. “Al parapeto de la pinochera (todavía no estaba alambrada toda la pinochera) iremos: Lucas, Jenaro, Victorino, Adolfo, Fernando, Marcos,  Pablo, Fede y nosotros dos”.

Mi hermano Miguel Ángel, como era más mayor, se fue solo a pedir el Chavito y se iría de merienda con sus amigos: Jesús Francés, Jesús Jumillano, Juanito, Antonio Churrero y otros.

Por ese tiempo vivía con nosotros una prima que se llama Piedad.  “Piedad, ¿y vosotras cuantas vais?, dijo mi madre. “Iremos Rosi, Felisina, Esperanza, Natividad, Maruja, Dominica y yo, no se si nos juntaremos más…”  ¿Dónde vais a ir?, pregunté.  “A la Fuente el Ratón,  pero no digas nada que si se enteran los chicos mayores, van y nos comen la merienda”.

Después de comer, nos fuimos juntando en la puerta de mi casa, cada uno venía con su talego y la merienda dentro de él. “Falta Adolfo, y Jenaro y Victorino se juntan con nosotros al pasar por la caseta rota”. Cuando llegó Adolfo nos fuimos y nos juntamos con los dos que faltaban. Al llegar al parapeto alguien dijo: “El sitio está ocupado, están allí Pablo Merino y su hermano Miguelín”. Nos acercamos con cara de preocupación. No sabíamos que hacer y nos dijo Pablo, que era más mayor: “Quedaos aquí con nosotros y merendamos todos juntos”. Con esas simples palabras se nos solucionó el problema. Jugamos un poco por el parapeto y entre las piedras hasta que alguno preguntó: “¿Por qué no merendamos?”, y así lo hicimos. De la merienda sólo recuerdo esto: que a Miguelín se le salió el líquido de  la botella que llevaba con la bebida  dentro de  una bolsa de cuero y quería bebérselo desde la bolsa, y un postre que llevamos nosotros. Era un bote de leche condensada La Lechera. Mi madre lo  había cocido al baño maría, y cuando abrió el bote salió un flan de color café con leche que todavía recuerdo su sabor.

Y ese fue mi primer Chavito.

Dedicado a las tres mujeres que me hicieron feliz en mi primer Chavito: Mi madre, mi tía y mi vecina.

Javier Rodríguez Sánchez.

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