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  Cine


Corrían los años 60, la tele nos cambió la vida, nos abrió nuevos mundos y nos hizo soñar. Los protagonistas de los programas se convirtieron en nuestros ídolos.

En Valsaín, eran las cuatro de la tarde de un domingo cualquiera, en la puerta del bar (El Rancho), bar que tenían Mariano y Celia, entre otros muchos chicos, había cinco amigos, grandes amigos, cuatro eran primos, el mayor de todos tenía 13 años y el menor de 6 años, como cualquier otro chico de los que había en la puerta, suspiraban por que llegase la hora y les dijesen ya podéis pasar. Después de gastarse dos reales o una peseta, dependiendo de las economías de sus casas, pasaban a sentarse en unos bancos de madera frente al televisor que estaba a dos metros de altura para que todos los que había en el bar lo pudiesen ver, iba a comenzar La Película.

El mayor era el más alto y fuerte, con sonrosados mofletes, se podía decir que era un niño gordo, tranquilo, era el escudo protector de los otros cuatro, el siguiente, alto y espigado para su edad, la piel muy blanca con pecas en la cara, pero por lo que más destacaba era por su pelo, muy cortito por las sienes y nuca y en la parte superior de la cabeza un poco más largo donde se le formaban unos caracoles llamativos y de color… de color brillante y rojizo que era único entre los chicos del pueblo; el tercero, un poco más bajo, serio, alguna peca por la nariz y el pelo moreno; el cuarto, algo más bajo, pelo rubio y ondulado, mirada penetrante y el más pícaro de todos y el último el más bajito, ojos y pelo negro, al ser el más pequeño de edad era arropado por todos y protegido dejándole hacer cosas que a otro no se lo permitirían.

Foto: Javier Rodríguez Sánchez

De pronto suena en la televisión una musiquilla, tararari rirori roriro, se forma un alboroto y luego silencio, la pantalla del televisor se iluminaba con la imagen de un pergamino donde había un mapa que de pronto comenzaba arder por el centro y según se iba quemando aparecía la imagen de un rancho donde venían montados a caballo cuatro vaqueros, primero en un caballo perla, Ben el padre, un hombre cincuentón de pelo canoso el hombre sensato de la familia dispuesto a dar consejos, luego en un caballo rojo careto, Adam el hijo mayor, de unos treinta años todo serio tocándose el sombrero queriendo ser el sensato de los hermanos al ser el mayor, después en un caballo negro, venía todo sonriente Hoss, el segundo hijo, el más gordo y símbolo de fuerza con un gran corazón el bonachón de todos pero si le enfadaban su arma favorita eran los puños, tenía unos veintiocho años, y por último en un caballo pío, Joe el pequeño, veinticinco abriles, el guaperas, el más impulsivo, que sorprendía con el manejo de su mano izquierda. Se titulaba BONANZA, donde transcurrían las vivencias de una familia de vaqueros, la familia CARTWRIGHTS formada por un padre viudo con sus tres hijos y un cocinero chino bajito y con una larga coleta, en el Rancho la Ponderosa donde todas sus peripecias hacían las delicias y daban imaginación para que los Cinco amigos pasasen la semana reviviendo sus aventuras como ganaderos.

Al día siguiente, esos cinco amigos, disfrutaban con sus vacas, sus caballos y su gran rancho La Pinochera, ni la famosa Angela Channing con su Falcon Crest era tan feliz como estos chicos con sus ganaderías, ¡cómo los brillaban los ojos cuando hablaban de sus caballos y de sus vacas! Un día, de pronto, aparece uno de ellos, montado en su caballo, era una vara de judías, venía sonriente todo nervioso y con ganas de contar sus noticias a los otros ganaderos. -Tengo una vaca más. Los otros con cara de alegría decían. -¿Dónde la has conseguido? -Me la ha dado mi madre. -¿Dónde la tienes? -Ahora en casa. Esta tarde después de comer cogemos los caballos y la subimos a la Pinochera que hoy nos toca ir a ver las vacas que tenemos junto al parapeto de las canteras ahora me voy a comer que suena la moto de mi padre, ya viene de la fábrica, luego vais a buscarme.

Después de comer, los tres más pequeños salen a la calle donde tienen un columpio hecho con una soga a la sombra de dos enormes arces y junto a un regato que se formaba con el agua que salía del pozo. Había tres varas de mimbrera de unos dos metros cada una, tenían atada una cuerda por la parte más gorda que hacía las veces de cabezada eran dos caballos y una yegua el Tordo el Careto y Ligera, eran sus nombres. Los tres cogen una vara cada uno y van en busca de los otros dos amigos primero del pelirrojo quieren ver la nueva vaca. -Mirar es rectangular, tiene las esquinas redondeadas, de color rojo por fuera y brillante por dentro voy a ponerla de nombre la Bonita, era de sardinas, la he quitado la tapa y la he lavado bien.

Foto: Javier Rodríguez Sánchez

Esa tarde la pasaron montados en sus varas correteando por la Pinochera moviendo latas de un lado a otro con expresiones como, que se escapa la Morucha, trae la Pinta, mira la Patalana ha tenido un choto y al final de la tarde se les acaba la ficción y volviendo a la realidad recogen las vacas suizas de sus padres y las bajan a casa porque hay que ordeñarlas y volver a soltarlas para que pasten por la noche.

Dedicado a todos aquellos chicos, donde en su infancia, sus juegos no eran consolas ni ordenadores, era su imaginación y las cuatro cosas que tenían a su alcance, porque, no es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita.

Javier Rodríguez Sánchez.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com