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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Cine >  De lo que pudo o no pudo ser (El sueño de Penélope) (José Carlos Sancho)  
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La caída del Imperio Romano - Foto: José Andrés Guinaldo

Quizá Necesitaba descansar. Habían transcurrido unas semanas agotadoras desde la entrega del premio. Incluso ya antes, con la recepción de otros galardones, premonitorios de lo que habría de ocurrir finalmente en Los Ángeles, su fulgurante vida no había tenido un resquicio para la quietud, para la paz física y mental que tan vital era en una persona de tan apretada agenda como ella.

Por eso, esta huida secreta a un rincón del mundo en la cara norte del Guadarrama, cerquita de La Granja de San Ildefonso, le parecía una deliciosa oportunidad para “saborearla” consigo misma.

¡Y qué sabores, qué aromas del alma estaba experimentando con los jugosos y tiernos comentarios que las gentes de aquel pueblo serrano le iban proporcionando desde que llegó...!

Sabores de vida, de lucha, de amor,… de ingenuidad, de experiencia, de dolores sin rencor, de montañas y pinos,… de supervivencia, de historia, de fe, de confianza en el trabajo.

Todo esto le era muy familiar, muy personal, muy querido. Y en ello pensaba y todo ello evocaba mientras daba cuidado a su cuerpo en el acogedor bañito de la habitación que había reservado en aquel pequeño Hotel de reciente construcción en una zona del pueblo que parecía estar actualmente en crecimiento y renovación urbanística.

Los valores y sentimientos que le transmitía este lugar armonizaban perfectamente con lo que ella venía buscando aquí: alejarse del bullicio, quietud, silencio…

Un silencio como el que presidía las calles del pueblo cuando ella, con sus pies descalzos camino del lecho, les lanzó una última mirada para comprobar que la tranquilidad iba a arropar su descanso. Y así era: nada en el exterior se movía. Los faroles y las ya escasas luces del pueblo velaban el sueño de la mayoría de sus habitantes. Mañana era día de trabajo para todos. No para ella. Sus ojos se tornaron hacia el cielo, que aun con la iluminación de lugar, mostraba una belleza especial. Bajó suavemente la persiana tras contemplarlo unos minutos y se dejó caer en la cama con satisfacción, para que aquellas sábanas azules le acariciaran con su frescor y, envuelta en ella y en sus pensamientos, viajar al manantial de los sueños.

Apagó la luz de su mesilla y pronto le fue venciendo el cansancio y notó como que descendía en un torbellino en el que giraban, aunque sin sensación alguna de mareo, su cuerpo en reposo, envuelto en la suave sábana azul, la cama en la que descansaba, así como sus pensamientos y recuerdos, todo ello intercalado con distintos fulgores, destellos y fluorescencias de luciérnaga, a las que sucedieron vapores oscuros, vacíos tenebrosos y vibraciones de azul y marengo profundos…

Se estaba peinando. Junto a una ventana por la que podía contemplar el curso de un río de montaña. Corría entre pinos enormes, rectos, altísimos. El aire fresco de la mañana se vio turbado por un creciente fragor que pronto se desveló. Eran los cascos de cientos, miles de caballos, algunos tirando de carros de guerra y, tras ellos, miles también de marciales pisadas que habían retumbar el valle. Era la infantería romana. Las legiones que viajaban hacia su destino en el frente norte, a fin de contener las invasiones bárbaras que presagiaban, cada vez con más fuerza, la próxima CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO. ¡Cómo la hubiera gustado encabezar el reparto en vez de esa italiana...Sofía Loren! Se miró al espejo para apreciar la belleza de su rostro y su hermoso cabello negro que con tanto gusto peinaba y vio con asombro que… ¡estaba vacío! Le hubiera gustado aparecer aun en un papel secundario,… o como una simple esclava, pero ella… ¡ni había nacido todavía!

De pronto, el fragor de la tropa imperial dejó lugar a otro más tremendo, mucho más potente; un estruendo horrísono que iba creciendo y se instalaba en los oídos y en el cerebro, con incrustaciones metálicas y giros diabólicos acompañados con un crujir de ramas y árboles que lo invadía todo.

Repentinamente, por entre la pinada, otos “troncos” grises como el día y casi horizontales, pero de acero, comenzaron a surgir y a ocupar el horizonte, avanzando hacia el lugar en que ella se encontraba. Otra legión, esta vez de tanques “Panzer” alemanes, que atravesaban el bosque con la intención de aplastar sin piedad a sus oponentes aliados en la, para la Historia famosa, “BATALLA DE LAS ARDENAS”.

Y, a nuestros pies, casi al final del espeso bosque de pinos y abetos que cubre el valle desde el río a las cumbres, el pueblecito maderero de Valsaín.

¿Y en ésta?... ¿Habría un papel para una niña (de escuela) en una película como ésta, de fuerza y “de hombres” en plena Segunda Gran Guerra…? Probablemente, no. Los guiones de finales de los sesenta, raramente contemplaban esa posibilidad.

En estas tierras se asentó más de una Corte en pasados siglos de la Historia de España, y una Corte en sus postrimerías, la de Luis XVI, rey de Francia, es la que estaba comprometida ahora con las andanzas y aventuras de “EL TULIPÁN NEGRO”. Aunque los hechos tienen lugar en el Rosellón francés de 1789, el director, Christian Jaque buscó también un paraje oportuno por estos pagos para alguna de las peripecias del misterioso y justiciero espadachín galo. ¡Y nada menos que con un joven Alain Delon como protagonista! Una vez más sintió la pena de no poder compartir reparto con tan gran actor, siquiera como sirvienta en algún mesón o palacio… No, ni eso.

Escenario de un rodaje en Valsaín - Foto: Miguel Ángel Romero

Ahora se veía de nuevo proyectada hacia delante en el tiempo. Siglo XX. Cánticos de guerrilla que los soldados esta vez españoles, entonaban mientras realizaban sus faenas. Los milicianos, retratados por el Director, Sam Word en “POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS”. Contaban entre sus filas con la gran Ingrid Bergman. Sí, grande, pero… ¿no hubiera pegado mejor una actriz como ella, morena, de ojos oscuros y aires resueltos para representar a la protagonista guerrillera, a la miliciana española, que la mismísima diva alemana? ¡Y hubiera sido todo un lujo estar cerca de Gary Cooper en tan bella historia que la pluma de Hemingway supo inmortalizar, describiendo hábilmente estos lugares!

Por soñar, esa noche soñó que aún había una hermosa posibilidad, un lugar para un nuevo sueño. Lo tenía que hablar pronto con su admirado Director manchego, pues sólo él sabría darle el toque mágico que les podría llevar de nuevo a Hollywood en alas del éxito, para volver quizá con alguna de esas preciadas estatuillas que ambos habían podido ya disfrutar como trofeo. Se trataría de una historia actual, viva, cotidiana, de las que le gustaba trabajar con Pedro… Lo vivía casi como un deseo, en ese último sueño de la madrugada…

Y seguía rumiándolo en el primer paseo matinal que al día siguiente estaba dando por el robledal, tras el palacio del CENEAM. Ese primer ejercicio con el frescor matinal que le abría el apetito en todos los sentidos. Y volvió a desearlo… Sería una historia que ella protagonizaría en primera persona, sobre la vida cotidiana de una mujer de este pueblo, Valsaín. Real, con las alegrías y sinsabores de cada día en el hogar, en la mesa, en una familia,… en una pareja quizá. Sobre la ilusión y la frustración y el contraste entre el anhelo por lo conocido y lo que nos parece inalcanzable. Sobre el valor de las cosas sencillas.

Sería todo un mensaje al mundo desde este pequeño pueblo segoviano, sobre el valor y la conservación de lo que se tiene o se ama, conjugado con lo importante del respeto a la libertad y a los derechos de las personas. Todo un mensaje actual y necesario sobre la victoria del color, de los sentimientos, del amor, sobre la negrura, el vacío, la nada.

La acompañaba en su paseo, casi sin darse cuenta, una perrita barbuda de color rubio-canela que, apareciendo de entre unos arbustos, correteaba feliz junto a ella desde hacía un rato. Ya de retorno al Hotel, volvió atrás su mirada para despedirse del animal, pero… ¡ni rastro de ella…! Se había desvanecido como un sueño, como su imagen en aquel espejo cuando ella no estaba.

Pero, no. Su sueño…debía… tenía que… iba a trabajar enseguida para que se hiciera realidad. Y a la perrilla,… ¡seguro que volvería a verla!

José Carlos Sancho "Andarín".
(Con recuerdo especial para las otras “Penélopes” del bosque). .


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com