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La batalla de las Ardenas - Foto: Filmoteca Nacional

En la década de los sesenta las compañías cinematográficas - especialmente las Europeas - dieron en reinventar el western, genero en franca decadencia ya por entonces, hasta crear un Subgénero con vida propia denominado “spaghetti western” con el famoso Desierto de tabernas, en Almería, como gigantesco (y económico) plató natural. Aunque menos conocido para el gran público, el pinar de Valsaín ha sido también escenario elegido frecuentemente por Las productoras, aunque buscando, eso sí, un tipo de localización menos encasillada en un Genero concreto y diametralmente opuesta a la del archiconocido paraje almeriense. Analizando la cuestión desde un punto de vista esencialmente práctico, (cuando hay tanto Dinero en juego, no se da puntada sin hilo) la estrategia desarrollada por las cabezas pensantes de las multinacionales del mundo del celuloide al elegir sitios como Valsaín, se convierte en jugada maestra: bellos parajes, relativa bonanza de clima, y economía en el rodaje. Sin duda es mucho más barato rodar aquí una película cuya acción transcurre en los umbríos bosques centroeuropeos, tipo la Selva Negra alemana, que hacerlo en la Selva Negra alemana; y además con mas calorcito y menos lluvia; con extras más simpáticos y comiendo tortilla de patata en lugar de salchichas de Frankfurt durante el catering. (Razón, esta última, que bastaría por si sola para legitimar la decisión de venir hasta aquí para rodar una película).

Con el paso por estas latitudes de esa fábrica de sueños que es el cine, ha quedado para la historia, amén de un buen puñado de anécdotas con que los habitantes de la zona, nos deleitan a los interesados en tales cuestiones de cuando en cuando, la singular tesitura de saber acogido, siquiera de modo fugaz, a un buen puñado de estrellas del Séptimo arte, algunas de primerísima magnitud.

La mitomanía no es afición, virtud, o defecto –no sé muy bien en cuál de estas tres categorías cabria incluir la condición de mitómano demasiado arraigada en mi carácter y, sin embargo, siempre me ha resultado en extremo curioso ese extraño designio o razonamiento cósmico, por el cual algunos personajes idolatrados por medio mundo, -y ahora no me refiero exclusivamente al cine ni a la época actual- han venido a dar, ocasionalmente, a este recoleto y bello rincón en que vivimos. ¿Qué confluencia inextricable de caminos y azares hicieron siglos atrás que Farinelli, “Il castrato” más venerado del mundo, viniese a entonar su personal canto del cisne –nunca mejor dicho- precisamente aquí? O, más recientemente: ¿por qué un tipo de Oak Park, Illinois, - que no es precisamente provincia de Cuenca de nombre Ernest Hemingway – ¿les suena?- decide venir a buscar la inspiración y las musas a Valsaín, para escribir una de sus novelas más celebradas pudiendo elegir cualquier otro lugar del mundo?

Lugar de exuberante y –dentro del contexto de Castilla- atípica belleza, nuestro entorno ha sido objeto, secularmente, de la visita y admiración de estos y otros muchos personajes ilustres, que han pisado los mismos caminos, han respirado el mismo aire, o se han deleitado con los mismos paisajes que el más humilde de los gabarreros.

En siglos pasados, la presencia de esos personajes de renombre histórico o artístico estuvo relacionada las mas de las veces con las élites políticas y sociales que durante buena parte de la historia de España, han sentado sus reales –literalmente- por estos pagos, como consecuencia de la ubicación de los asentamientos de la corona, en Valsaín primero, y en La Granja después. Hoy, naturalmente, ha cambiado el signo de los tiempos; la globalización mediática – impulsada fundamentalmente por la televisión y, antes aún, por el cine, ha creado, a lo largo de su corta pero intensa historia, una serie de iconos, auténticos referentes sociales a nivel mundial. Algunos, como decía, han dejado su huella en el polvo de nuestros caminos.

El Tulipán Negro - Foto: Filmoteca Nacional

Así, verbigracia, Sofía Loren, que con su imponente palmito provocó el primer indicio de calentamiento global de que se tiene noticia por estos lares, durante el rodaje de películas como Orgullo y pasión, o La caída del imperio romano, y el índice más alto de novillos que se recuerda entre los escolares de la zona. Todavía hoy, muchos responderán con el nombre de la actriz italiana, a la pregunta de cuál fue la mejor delantera de Europa en aquella época, en vez de los Di Stefano, Puskas y Gento.

Película de escaso interés artístico, Orgullo y Pasión contaba sin embargo con el incuestionable atractivo –además de la Loren- de reunir en el reparto al galán de galanes, el ya por entonces otoñal, aunque siempre majestuoso, Cary Grant, con quien se dice que la italiana sostuvo apasionado romance, y al siempre polifacético Frank Sinatra, en el poco creíble papel de guerrillero español, acaso más logrado fuera de la pantalla que dentro de ella, pues se cuenta que a punto estuvo el actor de provocar un grave incidente diplomático al exhibir una pancarta en la que equiparaba de manera ciertamente explícita a Franco con el macho de la cabra o hermano mayor del cabrito. Tampoco era en absoluto desdeñable el reparto en el otro título mencionado, La caída del Imperio Romano, con nombres como Anthony Mann, Alec Guinnes u Omar Shariff, entre otros.

Henry Fonda, Telly Savalas, Charles Bronson, y Pier Angeli estuvieron en las Árdenas, paraje belga situado… en Valsaín, al menos desde que Ken Annakin lo escogiera como escenario donde recrear la famosa Batalla de la Árdenas en el largometraje del mismo nombre.

Alain Delon brincando entre los pinos, al tiempo que reparte mamporros a diestro y siniestro con excesivo realismo a la sufrida tropa de extras locales, entre abrazo y achuchón a la rubísima Virna Lisi, (otra italiana de armas tomar) es casi todo lo que se puede ver en El tulipán negro, adaptación cinematográfica más que mediocre de la novela de Dumas, en la que también intervienen Adolfo Marsillach y Laura Valenzuela en papeles secundarios, y Álvaro de Luna en lo que respecta al producto nacional bruto.

Arnold Schwarzenegger, actor de los pies a la…a la… bueno, actor protagonista de la brillante Conan el Bárbaro, que ha llegado, tiempo después, a gobernador de las Californias, que bárbaro, el Conan. El reino de los cielos, de Ridley Scott, con Liam Neeson, Jeremy Irons y el ídolo de quinceañeras con nombre mitad de tomate frito enlatado, mitad insecticida: Orlando Bloom.

Unas pocas de estas producciones aquí elaboradas alcanzaron la gloria artística, reservada solo a las mejores en su género, como la oscarizada Patton. Otras, la mayoría, duermen en un piadoso olvido, rescatadas tan solo del recuerdo por nostálgicos o curiosos al uso. Pero todas son, al fin y al cabo, universos de ficción cuajados de estrellas. Enanas unas, gigantes otras; fugaces todas, en su breve paso a través de nuestro pueblo y nuestra historia, pero cuya estela ha quedado grabada, indeleblemente, en el fotograma de nuestra memoria colectiva. Polvo de estrellas en nuestros caminos.

Raul García Castan.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com