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Los cinco guardias civiles a los que mi madre preparaba diariamente la comida, hacían continuas referencias a los rodajes y a los actores; había un nombre que repetían constantemente y que yo además, ya lo había escuchado en la calle o en las tiendas, aunque sin saber entonces por qué se le daba tanta importancia: era el de Sofía Loren.

Posteriormente, comprendí que la revolución creada en un pueblo pequeño por una actriz consagrada y de primera línea era más que justificada.

La caída del Imperio Romano - Foto: Filmoteca Nacional

“La Caída del Imperio Romano” era el nombre de la película que se rodaba en aquella época en la que no había televisores en las casas y se viajaba muy poco, por tanto, cualquier novedad que sucediera, cobraba dimensiones aún más grandes.

Recuerdo el día que me llevaron a ver algunas escenas del rodaje y lo impresionado que me quedé al contemplar el enorme gentío y sobre todo el castillo de escayola que había en la Perdiguera .

Fue una película que influyó muy positivamente en la economía de las personas del pueblo, bien de manera directa, trabajando en ella o de forma indirecta con las ventas de leña, comercios, bares, y los alquileres de gran parte de las viviendas, para hacer frente al enorme aumento de población que se produjo en Valsaín.

Para los más pequeños, que todavía no entendíamos de economías, fue un viaje con la imaginación al tiempo de los romanos de los que alguna vez habíamos oído hablar y la conciencia de que existían otros mundos y otros tipos de vida.

La historia de Valsaín ha estado jalonada por otras innumerables películas como “La Batalla de las Ardenas” o “El General Patton”, que igualmente supusieron una gran inyección para la economía del lugar.

A nosotros entonces las escenas de guerra y los tanques que corrían por el Parque y por el Bosque nos tenían locos y por todos los medios tratábamos de ver como fuera aquellos rodajes. En más de una ocasión hicimos novillos, para contemplar las enormes moles de metal que dejaban unas profundas huellas en el suelo o las ficticias batallas que se libraban al abrigo del Torreón.

Posteriormente, venía el disgusto de nuestros padres y el castigo de los maestros; pero éramos felices cuando por las noches alrededor de alguna de las lumbres que preparábamos, comentábamos las secuencias que habíamos visto y si habíamos conseguido balas de fogueo, las mostrábamos orgullosos como un preciado trofeo.

Patton - Foto: Filmoteca Nacional

La última película que tuvo influencia para mí fue “Conan el Bárbaro”.

Pepe Fraile, era el encargado de preparar todo lo relacionado con el rodaje y nos dio trabajo a bastantes personas.

Ha sido una de las últimas ocasiones que he podido estar estrechamente relacionado nuevamente con mis compañeros de la escuela que en su día habían sido rivales por ser yo de La Pradera y ellos de Valsaín; ahora éramos grandes amigos, que nos reíamos de las absurdas peleas que teníamos cuando éramos pequeños, en las que nunca llegaba la sangre al río.

El día que vimos a Conan, nos quedamos impresionados por la espectacular musculatura que desplegaba el hoy gobernador de California. Nadiuska estaba entonces en el cénit de su fama y era una mujer aparte de muy guapa, simpática y desde luego nada diva, que no rehusaba hablar con nosotros si llegaba el caso. Muy lejos de la mujer en que hoy se ha convertido y que no es ni la sombra de lo que llegó a ser.

Hicimos todo el poblado de las cabañas enteramente de madera y forradas de retamas, que creo fue un trabajo magistral, dirigido por los buenos carpinteros del lugar. Es una pena que luego se vea tan poco tiempo en la película, el esfuerzo y el esmero que nos costó hacer el poblado bárbaro.

Hubo muchas anécdotas curiosas y vivencias que hoy todavía recordamos cuando nos juntamos. Los berrinches que dimos al director del rodaje; “los del mono azul” como él nos llamaba, fueron sonados. Se desgañitaba diciendo que no nos quería ver aparecer por ningún sitio, pero nuestra curiosidad por ver las escenas del rodaje era muy grande, y en más de una ocasión aparecía una cabeza o parte del cuerpo de alguno de los del mono azul, y se tenía que suspender la escena, ante las desesperadas voces del director.

Cada habitante de Valsaín tiene una anécdota diferente que contar y una visión distinta, dependiendo de la edad o el momento en que convivieron con alguna de las películas rodadas aquí. Yo en primera persona, expongo alguna de las impresiones, emociones y pequeñas aventuras de un niño que creció al ritmo de las grandes producciones rodadas en Valsaín.

En más de una ocasión, he podido presumir de pueblo cuando, con gente foránea, contemplaba alguna de las películas citadas; “éste es mi pueblo”, les decía al aparecer alguno de los paisajes o lugares de rodaje y desde luego me llenaba de orgullo.

Valsaín tiene que agradecer mucho a las películas y las películas tienen que agradecer a Valsaín, el incomparable marco del pueblo y pinar, así como el esmero y buen hacer mostrado por sus gentes. Sin darnos cuenta, las películas se metieron en nuestras vidas y fueron un escaparate para mostrar que, en la seca Castilla, hay un pueblo pegado a Madrid, con unos pinares que no tienen nada que envidiar a los de la húmeda Europa, y donde la nieve caracteriza unos paisajes, dominados por el mítico pico de Peñalara.

El mundo de las películas se ha ido esfumando poco a poco, de la misma manera que aquel mundo que nos envolvía, marcado por los gabarreros, el ganado, las huertas, los juegos en la calle, y los partidos de fútbol.

Cuando se habla de Valsaín y de su historia pasada y presente, debemos recordar entre otras muchas cosas, su majestuoso pinar, su palacio, sus fiestas… y las películas también.

Francisco Martín Trilla.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com