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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  En los sentimientos >  Recuerdos de la niñéz (Miguel de la Peña Mancheño).  


Foto: Eutiquio Caneda

Por fin las vacaciones. Se acababa el curso y en mi mente sólo estaba la idea de irme a pasar el verano con mis abuelos a Valsaín. Me llamo Miguel de la Peña Mancheño y soy, para que puedan ubicarme, nieto de Pacho. Mis abuelos vivían en la carretera de Robledo, junto al bar de Agapito. En los últimos años de sus vidas vivieron en la Pradera, en una casa con más comodidades que la que ocuparon en Valsaín.

Solía pasar con ellos todo el periodo de vacaciones escolares, desde el mes de junio hasta primeros del mes de septiembre; hasta que  terminaban las fiestas en honor de Nuestra Señora del Rosario, y entonces llegaba la hora de volver a Madrid y despedirme de Valsaín hasta la próxima.

Yo había vivido hasta cumplir seis años con mus abuelos, Paco y María, en Madrid, concretamente en la carretera de Toledo, en el almacén de maderas que tenía la familia Heras, donde trabajaban tanto mi abuelo como mi padre. Mi madre también trabajaba muy cerca de allí, en un restaurante llamado La Venta de las  Mercedes. Como pueden imaginar, el trato con mis abuelos era diario, estaba más tiempo en su  casa que en la mía; yo siempre estaba pegado a mi abuelo, allí donde iba él, allí iba yo  también, por lo que el venir con ellos al pueblo era una fiesta. Poder acompañarles y disfrutar de su compañía. Aquí pasaba todos los periodos de vacaciones escolares, Navidad, Semana Santa y verano.

Los días de vacaciones en Valsaín eran una delicia, había tiempo para casi todo, montar en bicicleta, jugar al fútbol en el Parque, bañarnos en el río en la Poza del Puente,  corretear por el Parque o el Bosque... Todas estas correrías infantiles las llevábamos a cabo en la pandilla de amigos que habíamos creado; entre otros estaban Quique Sastre, César de la  Flor, “Chimi”, Juan Carlos, mi primo Vicente,… Teníamos un gran ambiente, sano y alegre.

La verdad es que yo era un privilegiado, estaba de vacaciones aunque por las mañanas acudía a  las escuelas, a lo que llamábamos “la lección”, que nos impartía D. Rufino, auténtico maestro de los de siempre. Allí adelantábamos asignaturas del curso que iba a comenzar después del verano por lo que podríamos ir más desahogados y, de paso, ocupar el tiempo de las vacaciones en algo de provecho; mientras que mis amigos, aparte de “la lección”, tenían que atender sus obligaciones en casa, antes de poder dedicarse al juego. Con todo ello, teníamos tiempo para acudir al pinar, los Asientos, La Boca del Asno, y vivir allí “aventuras extraordinarias”, como cuando jugábamos en el parapeto del Bosque. Siempre con el entorno privilegiado de nuestro pueblo contemplándonos.

A partir de mediados de agosto, el panorama cambiaba y ya sólo ocupábamos el tiempo en pensar qué íbamos a hacer en las fiestas. Hacer la peña, ayudar a hacer plaza,… era el acontecimiento del año, todo el pueblo se volcaba y nosotros no íbamos a ser menos.

Recuerdo con mucho cariño aquellos años de mi niñez, y ahora con el  paso del tiempo es cuando valoras mucho más todo eso. Para mí es toda una satisfacción  volver de vez en cuando a Valsaín, menos de lo que quisiera, disfrutar de su entorno, gentes y ambiente. Espero que disfrutemos mucho de las próximas fiestas y que sigamos cuidando de  las tradiciones de nuestro pueblo. 

Miguel de la Peña Mancheño.


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