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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Los Gabarreros >  Historia de un gabarrero (Angelines Fernández).  


Foto: Angelines Fernández

José María de la Peña nació en Valsaín, en 1927. A la edad de 8 años se quedó huérfano de padre, siendo él el mayor de tres hermanos.

Antes de los 14 años ya subía al pinar con un  burro para llevar leña a su casa; a medida que iba creciendo subía con caballos, ya que éste era el medio de vida para él y su familia.

A los 25 años se casó con Angelines. Tras esto, su  medio de vida seguía siendo el pinar, seguía sacando tocones, gateando los pinos para cortar  las ramas secas aunque había que tener cuidado con las ramas verdes ya que existía una alta  vigilancia y, si les encontraban con una, los guardas les quitaban las sogas, los hachas y la  carga de leña.

Este tipo de vida era muy dura ya que hacía mucho frío y no tenían buenos medios como podía ser botas adecuadas, abrigos… pero lo que nunca le faltaba era la tartera, con torreznos, chorizo, tortilla…

José María solía subir acompañado de Emilio Montes entre  otros. Cuando bajaba leña, se lo vendía a los hermanos Fernández (“los Pélagos”) y otras veces lo vendía directamente a los carboneros de Segovia con quienes obtenía mayor rendimiento. En una ocasión, en “la Cueva del Monje”, se encontró allí a un guarda con sus hijos pequeños, al  ver que tenían frío (ya que era pleno invierno) les partió leña para que se calentaran, y ese guarda siempre se lo agradeció de todo corazón.

En el año 1954 entró a trabajar en la Fábrica  de Cristal teniendo ya dos hijas: Pilar y Rosa. Los sueldos allí eran todavía muy bajos y tenía que continuar con su trabajo como gabarrero, además de ganadero. En la fábrica tenía tres turnos: mañana, tarde y noche. Cuando trabajaba de mañana se iba por la tarde al pinar;  incluso cuando trabajaba de noche y salía a las seis de la mañana, se iba sin dormir al pinar.

El  día que había nieve, para poder subir con los caballos les ponía unas herraduras con unos ramplones que hacían que el caballo no patinara y les proporcionaba cierta seguridad ya que  en ciertas ocasiones los caballos habían patinado y habían caído al suelo con toda la carga y  todo el trabajo que suponía eso.

En este tiempo José María, apodado como “el Tempranillo”  porque madrugaba mucho para ir al pinar, tuvo tres hijos más: Pedro, Vicente y Mª Ángeles.

Con el paso de los años los utensilios usados por los gabarreros fueron evolucionando incorporándose así el gancho que servía para cargar la leña en los caballos, que suponía un ahorro de tiempo, esfuerzo y conllevaba una cierta comodidad. José María solía subir entre dos y tres caballos, ayudado en un primer momento por su hijo Pedro que, desde pequeño, aprendió el oficio, y después de varios años por Vicente.

Aproximadamente a sus 60 años sufrió un deterioro en su salud y tuvo que abandonar su trabajo. Unos años después falleció, a  los 65 años.

José María, aunque tenía su genio, es recordado por ser un trabajador infatigable y un grandísimo compañero.

Angelines Fernández.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com