Crónicas Gabarreras 0
 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Los Gabarreros >  Los Gabarreros (Javier Rodríguez Sánchez).  


Foto: Javier Rodríguez

Me llena de satisfacción escribir unas líneas en esta revista para poder homenajear a los gabarreros y para ello me hubiera gustado recurrir a la ayuda del futuro, a los alumnos de la escuela. Así, serían ellos con su letra los que trasmitirían mi comentario uniéndose a este pequeño homenaje, pero por esta vez, no ha podido ser.

No puedo transmitir experiencias ni  aventuras mías como gabarrero, pues soy de los pocos que en Valsaín teniendo más de medio centenar de años no haya ido nunca al pinar a por leña, digamos que no he sido gabarrero, pero sí he nacido bajo el techo de un gabarrero, que después de su trabajo como tronzador en  la fábrica de maderas, iba al pinar, unas veces a sacar teos y otras a por ramas que luego  llevaba al almacén de Lucio y Venancia para poder sacarse unas pesetas que pudiese añadir a  su sueldo.

Tengo en mente dos hechos que en aquella época impactaron mucho en el pueblo. Fue la muerte de dos hermanos Ángel y Juanito, que la casualidad hizo que en el mes de octubre de dos años consecutivos tuvieran un accidente cuando realizaban sus tareas de  gabarrero. A partir de esos casos, muchos fueron los que salieron del pueblo para buscar  trabajo en otro lugar.

No se puede escribir nada de los gabarreros sin mencionar a Valsaín ni  de Valsaín sin mencionar a los gabarreros. En Valsaín se tiene tal cariño a la palabra gabarrero  que en las fiestas locales donde se dan rienda suelta a todos los sentimientos, muchas Peñas  se atreven a ponerse de nombre algo relacionado con la gabarrería, a pesar de que les critiquen su poca originalidad en los nombres.

Vestía pantalón de pana, desgastado por las  rodillas, de un color pardo indefinido queriendo parecer negro por los costados, camisa de franela de cuadros azules y blancos, los botones los tenía abrochados en un ojal por debajo del  suyo pareciendo que el lado izquierdo de la camisa fuese más largo que el derecho. Encima de la camisa una chaqueta desabrochada que hacía juego con el pantalón aunque un poco más oscura. En los pies unos calcetines gordos que tapaban el bajo del pantalón y unas albarcas que se levantaban por la puntera.

Estaba nervioso, llevaba en la mano el ramal de un caballo con la jalma y los aparejos puestos, el hacha entre la jalma y la cincha. Se acercó al montón de leña, preparó las sogas, una la echó doblada encima de la jalma, se ató la punta más corta al pie y comenzó a cargar la leña en los lazos que había preparado. En su mente, mucho lazo y  poco suburnal… mucho lazo y poco suburnal… completó un lado y comenzó con el otro, una  vez que terminó los dos lazos, los ató los equilibró para repartir el peso a ambos lados del  caballo y continuó echando leña en la parte alta para completar la carga, una vez cargada la leña con la otra soga que tenía apartada, lo ató todo bien formando un bloque unido. Cuando se disponía a marchar, vio que le quedaban tres chistos en el suelo que no se resistía a dejar  allí, como pudo los metió entre las sogas, se pasó el dorso de la mano por la frente, cogió el  ramal al caballo, se lo echó por los hombros y comenzó a andar seguido de su buen  compañero. Cuando llegó a su destino, se paró, comenzó a desatar las sogas, desmontó las ramas que tenía en la parte superior, agarró la punta de la soga que cerraba los lazos, tiró con fuerza y la leña cayó al suelo; en ese momento, la gente que estaba sentada en la plaza, se levantó y le brindaron una cerrada ovación que a más de uno se le erizó el vello. Él, sonriendo,  saludaba en voz baja “va por vosotros, va por vosotros”: Por los Gabarreros”. 

Javier Rodríguez Sánchez.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com