Crónicas Gabarreras 0
 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Los Gabarreros >  El monte la madera y el hombre (Miguel Ángel Abad Huertas).  


Foto: Miguel Ángel Abad

Los pasos que se seguían para entrar a trabajar al pinar hace treinta años:

Primero, unos años antes, ibas en verano para ir poniéndote al día. Después, al terminar los estudios primarios o no –pues no te pedían ni BUP, COU ni bachiller-, podías pasar directamente a hacer la “carrera” de CORTA, ARRASTRE Y LIMPIEZA DE LEÑAS.

Comenzabas como ayudante de tractorista, más adelante empezabas a dar tus primeros pasos con la motosierra derramando  pinos y cortando algunos de fácil caída, hasta pasados algunos años, que adquirías una  importante destreza en el arrastre y corta de pinos.

Recuerdo la continua lucha por el respeto al  monte y la repoblación; cada caída de uno de esos pinos era estudiada por el cortador y el  guarda; entre los dos buscaban hacer el menor daño posible al pinar.

Me gustaría hacer un pequeño recuerdo hacia el guarda forestal que, por entonces, desde el día que se empezaba una corta y hasta el final, siempre estaba a tu lado. Gozaban de una gran experiencia; discretamente y de alguna manera, daban su opinión de si estabas o no preparado para empuñar la motosierra o subirte a un tractor. Tanto el guarda, como el cortador y el arrastrador  han sido las piezas claves en el aprovechamiento y conservación del monte.

Quiero mencionar  también a los arrieros -que, a su vez, muchos eran también gabarreros- y sus yuntas de bueyes y de mulas en el arrastre de pinos en Valsaín. El enorme peligro que tenían esos pinos  que se pelaban en la “cama”, o sea, antes de ser arrastrados. Cuando había algo de nieve o hielo, un pino de 2 ó 3 m3 podía llevarse cientos de metros ladera abajo una pareja de mulas como si llevasen atadas unas latas de conservas, con unas terribles consecuencias, como  partirles una pata o, simplemente, desnucarlas contra una piedra. Para ser un buen mulero se requiere mucha paciencia y destreza en el manejo: colocar bien el lazo, poner la cadena corta para ir hacia arriba o larga para saltar por unas piedras hacia abajo. Aun así, y con toda la  experiencia, no podías evitar que un pincho de acero del cable del tractor te atravesara el dedo, que el filo del hacha te entrara en la pierna, o la cadena del sierro destrozara los dedos de un pie.

Foto: Miguel Ángel Abad

Pero sin duda alguna el trabajo más duro de los que he conocido y practicado ha sido la  pela de los pinos con el hacha de dos bocas. Entre otros, los hermanos Herrero: Miguel, Julio,  Lucio y José, en unas interminables jornadas y hachazo tras hachazo, iban dejando blancos como la nata cada uno de los pinos y su espalda tan dolorida hasta el punto de no sentirla.  Creo que todo esto me ha enseñado a tener un gran respeto y admiración por estos montes.

No me gustaría despedirme sin antes hacer un pequeño recuerdo a Miguel Martín “Chan”, arriero y gabarrero; pues se tomaba la vida con gran humor y nos hizo pasar muy buenos  momentos con sus “dimes y diretes”. Finalmente, creo que terminó haciendo lo que más le  gustaba: “ser gabarrero”.

Miguel Ángel Abad Huertas.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com