Blanco de nieve y de calma
que burbujea en los bodones del río,
la silueta dibujada por las nubes
al descansar en la tierra.
Y que tronchan ramas secas
al helarse los senderos,
que no puedan recogerlas
ni pasar los gabarreros.

Azul de cielo y de río
y de ojos que avizoran
la leña buena de carga,
aunque haya que saltar
de pino en pino, el esfuerzo
donde se juega la vida el gabarrero.

Verde de pino y de abeto
y de reflejo de las truchas como flechas
en las aguas del pinar.
Verde perenne de bosque
y verdín de los roqueros
y verde de los jarales,
de raíces secas, que embrozan al gabarrero.

Amarillo de oro y fuego
en álamos encendidos
al otoño,en la pradera
y en las frondas,bien ardidas,
de los castaños de Indias.
Y entre el verde del pinar
alguna olma prendida
que ilumina el trabajar,
leñador y gabarrero
desbrozando la enramada
y las pinochas del suelo.

Rojo de roble que muda
el verde multicolor
con los castaños a juego
y el níscalo juguetón.

Son colores del pinar
que forman el dulce juego,
que envuelven el duro tajo,
y alegran al gabarrero.