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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Crónicas de la Historia >  Hemingway, a la vista de Valsaín (Juan Antonio Marrero Cabrera).  


Ernest Hemingway

”Estaba tumbado boca abajo, sobre una capa de agujas de pino de color castaño, con la barbilla apoyada en los brazos cruzados, mientras el viento, en lo alto, zumbaba entre las copas. El flanco de la montaña hacía un suave declive por aquella parte, pero más abajo se convertía en una pendiente escarpada, de modo que desde donde se hallaba tumbado podía ver la cintura oscura, bien embreada, de la carretera y, más abajo, a orillas del torrente, se veía un aserradero y la blanca cabellera de la cascada que se derramaba de la represa, cabrilleando a la luz del sol.”

Así describe Valsaín el premio Nóbel de Literatura, Ernest Hemingway, en su célebre novela, sobre la Guerra Civil española, “Por quién doblan las campanas”. Una vinculación de Hemingway con la Sierra de Guadarrama en general y con Valsaín en particular, muy poco conocida, no sólo por sus lectores de todo el mundo, sino también por los españoles. Por cierto que la traducción española del título de la obra “Por quien “doblan” las  campanas” (en vez del “suenan” en otros idiomas) es una muestra más de la riqueza de nuestra lengua. Porque cuando las campanas suenan con el toque de difuntos, una señal de luto, se dice que “doblan”. Y, sin embargo, cuando repican o voltean con alegría, suenan a Gloria, o a Misa, o a Asamblea, etc.

Foto: Juan Antonio Marrero

Hemingway, que se pasó casi toda la guerra española en los bares de los hoteles de  Madrid, el Florida, el Gaylors o el Palace, y en “Chicote”, donde enseñó a hacer a los barman los deliciosos “mojitos” cubanos, que bebía continuamente, también tuvo tiempo, al parecer, de asomarse por algunos rincones del frente. Así lo contaba (ABC, 15-X-1999)  mi antiguo y desaparecido colaborador de TVE (en el programa “Las Cuatro Esquinas”)  José Luís Castillo- Puche, al hablar de la pareja del escritor con la bella e inteligente espía  norteamericana Martha Gelhorn, que figuraba como periodista del “Colliers” y que más  tarde llegaría a ser su tercera esposa. “Marta se aprovechaba de las informaciones de  Ernesto que, como todos sabemos, no se conformaba con su papel de corresponsal y acudía a los frentes, hablaba con los generales y se metía, con toda inocencia, en los  planes de los republicanos.

 Sobre la celebérrima novela se hizo una buena película, conocida mundialmente también,  dirigida por Sam Word, uno de los mejores directores de Hollywood del cine de acción. El   tema seguía siendo el mismo, como es lógico, pero en cuanto a sus localizaciones  geográficas y reparto, cualquier parecido con la realidad resultó mera coincidencia. Ni  Ingrid Bergman, como joven miliciana española, ni Dolores del Río como guerrillera gitana, podrían ser relacionadas de ninguna forma con la gente de Valsaín. E incluso, Gary  Cooper, “pegaba” más como un precedente de Indiana Jones.

Pero, en fin, la cuestión es que en la película “sale” un río, que es el Eresma, una sierra  pedregosa, que intenta pasar por la Sierra de Guadarrama y un puente que, al fin, logran  volar, que no es otro que el puente de la Cantina, y que se mantiene, actualmente, tan firme y sólido como cuando se construyó, porque es el mismo ¡claro!, hace cientos de años.

Sin embargo, hay una verdad incuestionable y es que gracias a Hemingway, Valsaín  y la Sierra de Guadarrama, son conocidos en el mundo entero y ahora, lo que a nosotros nos corresponde, es hacérselo recordar a sus millones de lectores y espectadores. Por  eso sería muy importante recordar que Hemingway estuvo aquí y que aquí, aún  permanecen muchos restos de fortificaciones y paisajes descritos en la obra, con los que  se podría instrumentar una apasionada y apasionante ruta turística, en la que estarían integrados lugares tan formidables como el Real Sitio de La Granja y las Pesqueras  Reales de los Borbones, el Palacio del Bosque de Felipe II, el aserradero de Alfonso XIII  (tan bien descrito por Hemingway) y el CENEAM, como símbolo del movimiento ecológico de los siglos XX y XXI.

Foto: Crónicas Gabarreras

Porque los rincones de la guerra están ahí con sus fortificaciones de hormigón y líneas de  trincheras en zig-zag: En el nido de ametralladoras, puesto de mando de la avanzadilla  nacional desde el cementerio de Valsaín y en los fortines de la Cruz de la Gallega o del  Bosque. En los atrincheramientos nacionales del Cerro del Puerco. En las líneas  republicanas de la Silla del Rey, en Camorcas. En las tapias y jardines del Palacio de La  Granja, que tantas veces hicieron de primera línea y “tierra de nadie”. En el Campo de Polo donde jugaban al fútbol los chicos, hasta que empezaban a batirlo con morterazos  republicanos. En las huellas de disparos, intentando alcanzar sin lograrlo el polvorín  nacional o en los proyectiles de artillería que no hacían explosión porque, al fin y al cabo, los que disparaban desde las montañas no iban a reventar su propio pueblo. En los  fortines de Casa Hilaria que defendían como grandes “huevos” de hormigón la Pradera de  Navalhorno y la carretera. Un circuito que muy bien podría acabar en el solemne puente de  “La Cantina”, aquel que, afortunadamente, sólo voló en las páginas de Hemingway y en un Centro de Interpretación, con la documentación y el mundo objetal, de un hecho histórico y  Cultural merecedor de una memoria histórica sin ningún tipo de revanchismo ni  manipulación política, que muy bien podría ubicarse en la Casa Forestal, mal llamada  Venta de los Mosquitos (que, originariamente, estuvo situada al empezar las Siete  revueltas, rodeada por la “curva de la muerte” y donde hoy sigue manando la “Fuente de los Mosquitos”).

Sería un homenaje con repercusión internacional, una bella ruta turística, un poderoso reclamo que llegó a sentirse tan perfectamente integrado como combatiente  republicano durante la Guerra Civil, como participante en la Fiesta Nacional siguiendo a  sus amigos toreros o tomando parte activa en los célebres Sanfermines de la recuperada España de la posguerra y del desarrollo.

Juan Antonio Marrero Cabrera.
De la Asamblea Amistosa y Literaria.


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