Era Primavera
y los árboles no crecían
ni nuevas hojas brotaban
a la luz del día.

Aquellos árboles se secaban
y ya falta les hacía
un fértil abono
que les diera más vida.

Les faltaba el oxígeno
que les diera energía
para seguir con agrado
viviendo la vida.

Llegó el Invierno
y en él ¿qué pasaría,
que aquellos árboles vieron
que las ramas crecían?

Que ya las hojas
no se caían
y por el contrario
nuevos brotes emergían.

Como si una savia nueva
diera a los árboles vida,
las hojas se aferraban
y no se desprendían.

Un fresco polen
es el que cuida
de que a las plantas
les surja nueva energía.

Es lo que ha hecho
que las ramas envejecidas
hayan recuperado
parte de esa parte perdida.

La que ya se notaba
que día a día decaía
por falta de renovación
en la Peña Alpina.

Un aire fresco llegó
desde la lejanía
levantando la moral
que estaba alicaída.

Como un milagro
las hojas caídas
volvieron a las ramas
con plenitud de alegría.

Demostrando en silencio
el estar agradecidas
a la nueva brisa
que les confortó la vida.

Sabiendo que no están solas
esas reservas alpinas
que un día fueron
lo que con la edad se olvida.

Luna brillante
de la noche alpina.
Sol juvenil
sobre frías ventiscas.

Enrique Manso.