Contra un cielo de plomo derretido,
oscuros nubarrones se levantan:
presagios de un temible contenido,
cuya sola visión al caminante espanta.

Cede la luz y en las tinieblas, se adivina
la ciega fuerza de dos grandes colosos,
que se abren sobre el valle y la colina,
amenazantes, tensos y furiosos.

Se miran a los ojos frente a frente,
retándose a morir en lucha enorme
y sin dudarlo más, y fieramente,
se propinan uno al otro cien mandobles.

Su feroz combate crece y se agiganta
y se extiende por los campos y las costas.
No cesa en la noche, desde la mañana,
quedando las vidas y las almas rotas.

Se desgarra un jirón del viejo mundo
y el ibérico escenario se ensangrenta
con el sudor y el sacrificio tremebundo
de los titanes, que de lidiar no dejan.

Lloran los Pirineos, tiembla el Ebro,
los Montes de Toledo se revuelven,
gime el Guadalquivir y pena el Duero
y el Tajo y el Moncayo se estremecen…

Al fin lo que temían ha empezado,
sembrando de dolores nuestra tierra:
¡Padres con hijos y hermanos contra hermanos,
se matan sin piedad en una nueva guerra!

————————————————
II.
El pasar de los años y las vidas
puso silencio sobre aquellos hechos,
calmó los sufrimientos, curó heridas;
nos quedan testimonios y recuerdos…

Y una lección para nuestro futuro
que nos evita los riesgos y las armas
y que conduce a un acuerdo más seguro:
¡Luchemos con el don de la palabra!

El respeto y la paz se irán alzando
como bandera de hermandad entre nosotros.
Decir lo que uno piensa, será tanto
como escuchar al otro y valorarlo:
¡Todo un logro!