Crónicas Gabarreras 0
 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Gabarreros >  Refranes que dejan huella (Francisco Martín Trilla).  


Foto: Crónicas Gabarreras

Los primeros pasos en el pinar los di de la mano de mi padre, que con mucha paciencia, respondía a todas mis preguntas,y así fui aprendiendo cómo se llamaban los pájaros, los ríos, las veredas, los árboles, los animales… y todo lo que forma el mundo de ese bosque al que nosotros también pertenecemos y llamamos PINAR.

Me acuerdo de la primera vez que oí ladrar a un animal y no se trataba de un perro, sino de un corzo, o del miedo que me daba cuando por las noches un hombre daba voces y que no era otro que el cárabo; también del susto que me llevé cuando de improviso escuché el bufido del jabalí.

Son detalles y cosas insignificantes, pero que se quedan muy grabadas en la mente de un niño, como grabados se me quedaron algunos refranes y dichos
populares que de vez en cuando salían de la boca de los gabarreros:

“GABARRERITO NUEVO,
SI VAS AL PINAR, Y NO QUIERES LLORAR,
ECHA MUCHO LAZO Y POCO SUBURNAL”.

“A LOS CABALLOS, LANTEROS,
Y A LOS BURROS, TRASEROS”.

“CABALLO QUE NO DA CARRERA,
EN EL CUERPO LA LLEVA”.

“CABALLO GRANDE, ANDE O NO ANDE”.

“AL BURRO MUERTO, LA CEBÁ AL RABO”.

“PARA SER UN BUEN GABARRERO,
HAY QUE MAMARLO”.

“SI UN CABALLO DA EL CULO,
NO DEJES QUE SE PONGA PICO ARRIBA”.


Nunca pensé que el último de los citados me jugaría una mala pasada y, años más tarde, me haría reflexionar sobre la cruel veracidad que todos ellos encierran.

Aquel día me las prometía muy felices. Mi padre me había dicho que, si me atrevía, iríamos muy lejos a por una carga de leña. No me acuerdo de los años que podía tener, sólo sé que era por la tarde y hacía buen tiempo. Poco a poco, a medida que nos alejábamos de la zona de matas y nos adentrábamos más en el pinar, las cuestas comenzaban a empinarse progresivamente.

– Monta un poco en la yegua– me dijo mi padre. Yo le respondí que no estaba cansado, ¡faltaría más!, tenía que demostrar que podía contar conmigo. La verdad es que, acostumbrado como todos los chicos de mi generación a jugar al fútbol, al rescate… y pasar largas horas andando por el pinar, no tuve demasiados problemas en seguir al animal.

Por fin llegamos al destino deseado; era una ladera que seguro que a mí me parecía con más pendiente de la que en realidad tenía. Posteriormente, supe que se trataba de una corta que hicieron prácticamente “a mata rasa”, a la
derecha de los Corrales de Majambrienta, y que luego araron. Hoy en día, la ladera está perfectamente poblada por pinos de un tamaño considerable.

Hicimos la carga con prontitud. Hay que darse prisa –me dijo mi padre–, que luego “DE NOCHE TODOS LOS GATOS SON PARDOS”. –Sujeta fuerte el ramal, y acuérdate de lo que te he dicho siempre, cuando un animal comoéste da el culo, tira con fuerza hacia abajo, que si no, la prepara.

Foto: Araceli Trilla González

Parecía fácil, sólo tenía que seguir al pie de la letra las instrucciones que me habían dado, pero aquel bicho comenzaba a mirarme de reojo y a resoplar; no sé si por el calor o por los nervios, yo empezaba a sudar. Las moscas, los pardillos y los tábanos también querían unirse a la fiesta y no dejaban de molestarme y aguijonear a la yegua.

– ¡Que no se te vaya ahora!, gritó mi padre, que estaba terminando con los lazos.

Pero la situación cada vez se ponía más tensa para mí, porque la yegua debía pensar que yo era presa fácil y no paraba de patear y mirarme con el rabillo del ojo. Fueron unas décimas de segundo, posiblemente por el miedo no pude parar la embestida del animal, que quedó con las orejas mirando a Peñalara. La leña se vino hacia atrás, y la yegua cayó rodando por la ladera.¡Adiós a todo el trabajo y vuelta a empezar!

Me cayó una buena regañina, y llorando por fuera pero sobre todo por dentro, me senté en un tocón para ver cómo mi padre cargaba de nuevo solo a la yegua, porque evidentemente ya no se fiaba de mí.

De vuelta a casa, ese día y a pesar de los esfuerzos de mi padre por quitar hierro al asunto, yo no hice preguntas y ni siquiera me fijé si vimos algún animal o escuché alguno de los sonidos característicos de los mismos.

En el pinar, lo sencillo a veces se complica de tal manera que puede amargar la fiesta a cualquiera. Un fallo, una imprudencia o un descuido, dan al traste con una dura jornada de trabajo, y luego vuelta a empezar con más cansancio y con menos ganas. Por eso, seguir las indicaciones y consejos de gente con experiencia, pueden facilitar la labor y evitar contratiempos.

El mundo de los gabarreros es duro y complicado. Todas las personas que se han dedicado a este difícil oficio han sufrido en sus carnes alguno, por no decir todos, de los refranes o dichos populares que figuran en este peculiar argot, desde la temprana edad en que comenzaban a ganarse la vida con sus caballerías. Así, con el tiempo, sacrificio y peripecias, conseguían convertirse en avezados gabarreros, y es que, ya lo dice el refrán:
“PARA SER UN BUEN GABARRERO, HAY QUE MAMARLO”.

Francisco Martín Trilla.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com