Conocí Valsaín en el año 1960 en unas pequeñas vacaciones, por mediación de una amiga que nos presentó a la familia Ramírez Fernández, con quienes pasamos unos días. Entonces empezó nuestra vivencia por los Pinares de Valsaín, de la mano y gran compañía de Pablo Fernández, pues él nos enseñó a conocer el Pinar y su vida. Nos llevaba de merienda casi todas las tardes, con los pequeños de su familia, y lo pasábamos fenomenal: con chorizo, cerveza y charlas sobre la vida del pueblo. Recorríamos lugares como la Fuente del Cura, la Fuente del Pájaro, la Cruz de la Gallega (donde, en aquel tiempo, había militares), la Fuente del Cochero, el Puente de los Canales (hoy reconstruido), y vivimos muchas anécdotas.

En cierta ocasión, subimos al Pinar con Esteban Ramírez. Él, montado a caballo, y nosotras andando. Nos sorprendió arriba una tormenta de verano, y fue algo grandioso: incluso los rayos partían algún pino, él saltó del caballo y nos metió debajo de una piedra grande, y nos tapó con la lona de la caballería. Entre la lluvia y el olor de la lona casi salimos anestesiadas, ¡qué peste! Cuando bajamos a la casa, parecíamos pollos mojados y tontos…

Podría contar muchas cosas, pero se haría muy largo. Mi gran familia de hace más de cuarenta años, como yo la sigo llamando, y a la que hasta ahora sigo visitando y pasando con ellos algunos días, nos dio amor, cariño y respeto, y mantuvieron un comportamiento de una gran familia. Aquellos niños que llevábamos a las meriendas, hoy son grandes hombres y mujeres del pueblo de Valsaín. Cuando empezó a cantar Raphael, íbamos al Rancho a ver la televisión, después de los salones de la Iglesia, con Don Gaspar ¡qué gran sacerdote! y ¡qué charlas nos daba en la Misa de los domingos!. Nos hablaba bien, pues era cuando reunía al pueblo. Hoy día, ya mayor y leyendo las revistas que me manda mi “familia”, he vuelto a rememorar aquellos años felices que pasé, y sigo pasando, con ellos en un pueblo con tantos amigos como tengo. Gracias por leer estos relatos y vivencias que he contado.