Crónicas Gabarreras 0
 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Crónicas de la Historia >  Los cazadores de lobos de Valsaín (Juan Antonio Marrero Cabrera).  


Foto: Juan Antonio Marrero. (En uno de los capitales del claustro del Monasterio de Santa María la Real de Nieva, un noble jinete alancea a un oso entre la espesura del bosque)

El espeso, cerrado y húmedo bosque de Valsaín, encajonado en las fragosidades más ásperas del Guadarrama, tuvo, desde siempre, algo de solemne, misterioso y profundo.

Desde hace miles de años significó un final, una última barrera para el hombre primitivo que mal debió atreverse a explorar aquella umbría. Una selva cerrada al rededor de colosales ídolos de granito. Figuras totémicas talladas en roca viva por el tiempo, rodeadas de una vegetación prodigiosa alimentada por innumerables fuentes y manantiales.

Era el lugar perfecto para el refugio de las mejores especies de grandes animales, osos, jabalíes, ciervos... y, por tanto fue el cazadero perfecto para ejercitarse en el arte venatorio los reyes de Castilla. La gran habilidad real y, también, uno de sus más importantes privilegios, por eso se cuidaba extraordinariamente la exclusividad de los monarcas en su disfrute. Una propiedad que dio lugar, para su defensa, a las grandes guarderías y al mantenimiento del Palacio del Bosque.

Precisamente, para proteger la caza y evitar daños, que podríamos calificar de naturales, surgió en el Palacio de Valsaín una profesión hasta ahora poco conocida, la de los "cazadores de lobos".

Foto: Juan Antonio Marrero. (Dominando el bosque de Valsaín se eleva la figura ciclópea del pico Peñalara) 

Ya en 1616, durante el reinado de Felipe III de la Casa de Austria, una carta fechada el 16 de septiembre, da cuenta de que "la junta de Obras y Bosques remite al Duque de Lerma un hombre que es a propósito para matar lobos y demás animales malignos que dañan los bosques".

Y es que, si se tomaban las más duras medidas para evitar la presencia de los cazadores furtivos, no es de extrañar que se evitasen también los destrozos de los grandes depredadores.

En 1667, durante el reinado de aquel pobre Austria "Hechizado", Carlos II, dos loberos naturales del valle del Broto, en el reino de Aragón, "encargados de asistir, residir y servir en los bosques y heredamientos reales ocupándose de la matanza de lobos y otros animales dañinos en el tiempo que fuese a propósito", y que venían cobrando, cada uno de ellos, "real y medio de jornal al día", a los que habían de sumarse "40 reales por cada lobo y 8 por cada zorro o gato montés que matasen", escriben a la Junta de Obras y Bosques alegando que "se hallan con mucha edad y achaques que les impide poder acudir a cumplir con su obligación y venir cada año a la Mata de Valsaín, por lo que solicitan que les sea permitido nombrar y enviar otras dos personas o hijos o yernos en su lugar".

Petición y sueldos que revelan la importancia que tenían su oficio y colocación en la nómina real, para estos valientes cazadores. Y eso que residían, cerca del Palacio del Bosque, dejaba bastante que desear, como lo demuestra la carta del Guarda Mayor, Don Antonio de Cáceres, a la todopoderosa Junta, para edificar una nueva casa para los loberos, por haberse destruido la existente. Así comunica don Antonio la noticia:

"... averse quemado en el Domingo en la noche, que se contaban 12 del corriente (Marzo 1719) la casa en que bibían los loberos, sin que se pudiese remediar y, aunque es verdad que ella estaba muy mal parada no dexara de hacerles falta por la poca habitación que aquí ai".

Y no fue lo malo que los cazadores de lobos se quedaran a la intemperie es que, además perdieron todo o casi todo su escaso pero imprescindible ajuar: "... pudiéronse sacar algunos trastos que tenían perecieron otros como de ropa y tozino".

Pero resultan tan necesarios los loberos que su casa se reedificó, a pesar del elevado costo de la obra, unos 50.738,16 maravedíes de vellón. Lo que permitiría sanear tanto el sitio que, seguramente, desaparecería el manantial que brotaba en el interior de la casa y que llenaba de humedad todo el edificio.

Foto: Pedro Montes

Claro que, de paso, don Antonio comunicaba que la caza estaba "... muy razonable de benados y se ben machos muy generosos..."

Todo esto sucedía en la época del primer Borbón, el rey Felipe V, en la primavera de 1719, cuando las obras del próximo palacio de La Granja estaban ya muy cerca de concluirse.

Y como muestra final de la relevancia que se prestaba a estos loberos, en lo que ahora llamaríamos el "organigrama oficial", sirva una de las certificaciones del Guarda Mayor: "Certifico yo Dn. Antonio de Cáceres, Guarda Mayor por su Majestad que Dios Guarde, de este Real Sitio y Bosque de Balsaín que Felipe Jardiel y Pedro Buyran, cazadores de lobos, y otros animales dañinos, que lo son por título de S. M., han cumplido con la obligación de su cargo asistiendo a la cazería de estos animales en este dicho Real Bosque. Y para que conste donde conbenga doi la presente en este dicho Real Sitio y Bosques de Balsaín en ocho de mayo de mil setezientos y beinte".

Un Cargo y una profesión que se mantendrían mientras los lobos supusieran un grave peligro para la caza del Real Coto y que se recoge, muy cumplidamente, en la documentación de la época que se conserva en el Archivo General de Palacio.

Más adelante hablaremos de la caza y las pesquerías, con los detalles administrativos que se conservan. Mientras tanto recomiendo la lectura de mi libro "Itinerarios por Segovia", dedicado fundamentalmente a Valsaín y la Granja, una muestra más de mi profunda admiración y cariño por estas tierras de las que no soy capaz de apartarme desde hace treinta años.

Juan Antonio Marrero Cabrera.


©Pedro de la Peña García | cronicasgabarreras.com