La vida de un pueblo viene marcada por su historia, sus antepasados; gentes que pasaron por dicho lugar, sus costumbres, su modo de vivir, de divertirse, y todas esas cosas que van formando la historia.

En los pueblos hay cosas típicas que caracterizan cada lugar, pero, si hay algo peculiar y que existe en todos ellos, son los apodos.

Hay apodos de todos los tipos, individuales para una persona, colectivos para un grupo, un barrio, o una familia. Los hay que enorgullecen, otros desmoralizan; unos ensalzan, también les hay que critican, que vienen de una anécdota o de una profesión… así podríamos contar un sinfín de ellos. Ahora voy a contar el origen del apodo de una familia.

Corría el año 1875 cuando un grupo de trabajadores estaban haciendo madera de hilo en “la huerta el Penizo”, lugar que se encuentra junto el arroyo Telégrafos, en el Pinar de Valsaín.

Como no podían venir a comer a casa pues se pasaban allí la semana, tenían que poner el puchero en la lumbre y dejarle para que se fuese haciendo el cocido mientras trabajaban; llevaban unos días que les aparecía alguno de los pucheros volcado y faltaba parte de la comida, hasta que Antón Fernández dijo:

– Mañana me entero yo de quién es. Y al día siguiente, estuvo pendiente toda la mañana hasta que vio cómo una gata volcaba el puchero y se comía parte del chorizo. Cabreado, pensó “ésta no lo hace más”, y solucionó la situación.

Desde ese día pasó a ser “Antón de la Gata” y así comenzó el apodo que ha marcado a sus descendientes como “los Gatos”. Dedicado a ellos y a sus descendientes.