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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Gabarreros >  Solidaridad Gabarrera (Agapito Quijada Estévez y Mercedes de la Peña Quijada).  


Foto: Eloy Sastre 

Quisiera contaros a todos la historia que tantas veces he escuchado en casa, tanto a mi madre por desgracia fallecida, como también a mi padre, que me ayuda con su relato de los detalles que recuerdo.

En aquellos años, alrededor de los 55 más o menos, la comida en las casas había que buscarla a golpe de hacha, soga y buen caballo. Mi abuelo "Pacho", me contaba muchas veces que mi padre se subía a los pinos más altos, que los tenía temerosos de que algún día ocurriera una desgracia, pero pensar en su familia, imagino que le daría fuerzas para hacer todo eso.

Como ya he dicho, el caballo, el hacha y la soga eran imprescindibles para ir al pinar.

Era en una de corta de pinos donde transcurrió la historia, todos los hacheros dedicándose a cortar, todos amigos, todos compañeros. Cerca de uno de los pinos que estaba a punto de caer, se encontraba atado el caballo de mi padre, en él subía al pinar y así al finalizar la jornada se llevaba una carga de leña a casa. Intuyendo el peligro, mi padre avisó al compañero que cortaba, le dijo que quitara de allí al caballo y que lo atara un poco más lejos, pero su compañero no opinaba igual; según él, no pasaría nada. La fatalidad quiso que aquel pino en su caída diera en una lata y al rebotar golpeara brutalmente al caballo, que murió en el acto.

La llegada de mi padre a casa sin el caballo, fue horrible. Sin él se haría muy difícil poder subsistir y nos hacia falta. La situación económica en mi casa era como la de todos los que vivían del pinar: mala. Teníamos que comprar fiado en casa de Fina, y después, todas las semanas se pagaban las compras. Recuerdo a su marido, Fabián, que siempre fue amable y consciente del momento por que pasábamos; aunque yo era muy pequeña, no se me olvida su grandeza, de cuerpo y de bondad.

Foto: Mercedes Quijada 

La compra de otro caballo sería algo que ahogaría nuestra casa. No había suficiente dinero. Desesperación, llantos y lamentos, sobre todo de mi madre, por la impotencia: era lo que nos quedaba.

Pero los gabarreros o hacheros de Valsaín, todos amigos y compañeros de mi padre, dieron una muestra de solidaridad, que en aquellos años era muy difícil dar, tanto que mi padre nunca lo olvida y nos lo cuenta para que nosotros lo recordemos siempre. Algo tuvo que pagar mi padre, pero parte del dinero necesario para comprar otro caballo lo entregaron ellos. Se unieron, y poniendo entre todos dinero, ayudaron a mi padre a comprar aquel caballo que tanto necesitábamos en mi casa. Empezamos de nuevo con otro caballo y la ayuda de todos. Afortunadamente muchos de sus compañeros viven, por lo que pido disculpas de antemano si a este escrito le falta o le sobra algún detalle que él no recuerde bien. A pesar de los años transcurridos nunca olvida la ayuda de sus compañeros. A todos ¡¡GRACIAS!!.

Para terminar, deciros que mi padre es Agapito Quijada Estévez, alias "Marazuela", quien cantaba como nadie en aquellos años. La Taberna de Trilla sabía bien de aquel cante que encandilaba las frías noches del invierno nevado de nuestro querido Valsaín.

Personalmente quiero agradecer el gesto que los compañeros de mi padre tuvieron con él, y darles las gracias a Agapito y Maruchi, mis padres, por traerme al mundo en un sitio tan grandioso y bello, como Valsa¡n, donde irán a parar mis cenizas cuando fallezca, que espero sea dentro de muchos años.

Para finalizar, felicitar a la Directiva y al Ayuntamiento por seguir adelante con estas CRÓNICAS GABARRERAS.

Agapito Quijada Estévez.
Mercedes Quijada de la Peña.

El día 9 de junio del año pasado moría, víctima de cáncer, mi querido primo Antonio de la Peña Mancheño, de 41 años, nacido en Valsaín y poeta de vocación. Junto a él pasé los felices días de mi infancia y los horribles días anteriores a su muerte. Le quería de verdad, con el alma, y aprovecho las CRÓNICAS GABARRERAS, para rendirle homenaje con uno de sus muchos poemas.

Con todo mi cariño, Antonio.

MERCE

RECUERDOS
(A mi amigo José Luis que murió joven)

Porque vengan a buscarme
porque llamen a mi puerta,
no los dejes entrar,
que esperen fuera
los recuerdos pasados,
de mi vida sin fuerza.

Son recuerdos que matan,
recuerdos que recuerdan
mi falsa vida de niño,
mis alegrías y penas.

Pero tú eres valiente
y lucharás con ellos.
Les dirás que se vayan,
que para mí son muertos.

Que no existen recuerdos,
caducos años, yertos,
son recuerdos pasados,
recuerdos del recuerdo;
que en invierno helados,
se quieren meter dentro.

¡No los dejes pasar,
que esperen fuera!

ANTONIO DE LA PEÑA MANCHEÑO

 

 


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