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 Crónicas gabarreras:   Inicio >  Gabarreros >  Los hacheros del Pino Golondrino (Rubén Martín Carreras).  


Foto: Juan Antonio Marrero

Igual que en las grandes ciudades encontramos edificios, monumentos que por su historia llaman la atención al visitante, esto también ocurre en plena naturaleza, con los seres vivos que por su enorme desarrollo, o por cualquier otra causa, se destacan sobre los demás. Refiriéndonos al mundo vegetal, tenemos las sequoias conocidas con los nombres de Wawona y General Grant en California, el tilo de Morat en Friburgo, el árbol de Guernica y la palmera del Cura en Elche, entre los muchos que por una u otra causa se han hecho célebres. En nuestra tierra no faltan estas bellezas naturales, en el Pinar de Valsaín siempre han existido árboles emblemáticos, que por sus características sitúan un nombre en el monte. Citamos algunos,

centrándonos posteriormente en uno de ellos:

- El Pino de la Bota, un coloso del pinar que vegetó en las laderas del Arroyo de Peñalara, junto al arroyo del Prado del Redondillo y la Vereda de la Ventana, pasó ala historia por completo como uno de los árboles más grandes del Pinar.

- El Nogal de las Calabazas, situado cercano ala carretera forestal que parte de la Fábrica de Aserrar de Valsaín. Cuentan que su copa tenía un radio de diez metros, asignándole la gente forestal una edad de dos siglos.

-El Pino Golondrino, protagonista de esta historia, otro árbol majestuoso situado en las laderas de la Cruz de la Gallega, cercano a los Cuatro Caminos, en un claro del bosque por dónde pasa la vereda que hoy lleva su nombre.

Entre otros, se situaban también El Pino Bonito, El Pino Galano, refiriéndonos a ellos en otra ocasión; seguro que fueron muchos más, pero los conocimientos del pasado no dejan ir más allá. En este renombrar de gigantes nos centramos, como dijimos anteriormente, en uno de ellos: el Pino Golondrino.

Me cuenta Pedro Nogales, que debido ala extensión de este Pinar, rodeado por pueblos gabarreros entonces, la entrada al monte se realizaba por muy diversos lugares. Los gabarreros de Cercedilla por el Puerto de la Fuenfría, campeaban por el Cerro del Ventoso, Umbría de Siete Picos... como lugares más cercanos, aunque no se dudaba en ir donde hiciera falta para obtener una carga de leña y no volver de vacío. Los leñadores de Rascafría entraban en nuestro Pinar por el Puerto de Cotos o del Paular, los de Revenga y Hontoria por Cabeza Gatos y la Cruz de la Gallega respectivamente; los de la Granja por la parte del Esquinazo y Cosidos, y nosotros, dice Pedro "pues, por donde mejor nos venía".

Continuando con la historia, se comentaba que venían dos hacheros de Hontoria por Cabeza Gatos a la Cruz de la Gallega, dando vistas ya al pueblo de Valsaín para recoger lo poco que se podía rebañar en leñas para ganar algo de dinero. En su ir y venir día a día por la parte de la Mata de Navalrincón, los Cuatro Caminos, el Arroyo del Guindo... (me señalaba Pedro con la garrota, desde el banco que hay detrás de mi casa, todos estos sitios con gran entusiasmo), se cruzaban con un pino majestuoso de dimensiones titánicas, cuya copa daba sombra más que un roble y sus ramas gruesas como pinos; no pensaban más que en las cargas de leña que tenia, pero "la leña verde no se os ocurra tocarla".

Foto: Agustín Grande

Pasados unos años, este pino comenzó a secarse, según se cree a consecuencia de un rayo, con el posterior debilitamiento del árbol, dando paso a diversos insectos que terminarían del todo con su vida.

Una vez el árbol seco por completo, el guarda de la zona observó que el pino iba careciendo cada vez de más ramas, con lo cual propuso a los dos hacheros protagonistas un curioso trato. El guarda expuso: "Si a lo largo del día sois capaces de derribar entre los dos con vuestras hachas este pino, os dejaré llevaros toda la leña que tiene, pero, si no lo conseguís, no os llevaréis leña alguna y tendréis que venir a derribarlo otro día".

Los dos hacheros no dudaron en aceptar, pues sabían que tenían unos cuantos días de carga seguros si lograban esta hazaña. Al amanecer del día siguiente, estaban allí los hacheros y el guarda, junto al Pino Golondrino, dispuestos a lo que hiciera falta. Con ganas y prisa, pues la pareja no las tenía todas consigo debido a las dimensiones de la víctima, comienzan a "abrir boca" sabedores del trabajo que tenían por delante. Golpeaban y golpeaban sin apenas parar, sin apreciar cansancio alguno, acertando y llevando cada uno de sus golpes al lugar correspondiente del tronco.

Se acercaba la tarde y los hacheros seguían en su ardua labor, ya extenuados y con varios kilos de menos. Anochecido y empapados en sudor, el guarda dio por finalizada la tarea, sin conseguir el propósito deseado, agradecido si se consigue, pero penoso en esta ocasión.
Pero esta historia no acaba aquí, pues el guarda no les dejó llevarse la leña, sino que además hizo volver al día siguiente a los leñadores a terminar de apear el árbol como habían acordado. "Un trato es un trato" decía el guarda, pero éste, muy pícaro, les propuso este tipo de trato a sabiendas de que los hacheros de Hontoria llevaban las herramientas siempre en muy mal estado.

Termina así una de tantas historias o leyendas ocurridas en Valsaín. Alguna más nos podría contar Pedro, pero eso, es otra historia...

Dedicado a Pedro Nogales, gabarrero sin igual y licenciado en "batallas" en los Pinares de Valsaín.

Rubén Martín Carreras.


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